Dra. Ana Cristina Morales

“Acá hay tres clases de gente: la que se mata trabajando, las que deberían trabajar y las que tendrían que matarse”.
Parece ser obvio que quién comete un acto suicida lo realiza por un padecimiento psiquiátrico, o por el seguimiento a sus ideas y formas de ver la vida, así que todos los contextos bio-psico-sociales merecerán su consideración. Y es posible que el mundo pudiera estar mejor sin algunos personajes, pero de manera lamentable, la gente que se suicida, con frecuencia, es gente que deseamos que continúe viviendo y compartiendo su vida con nosotras/os.
Al parecer Periandro de Corinto fue el primer suicida descrito en la historia, como dato particular también se ha descrito que fue uno de los primeros en utilizar guardaespaldas. Incluido dentro de los Siete Sabios de Grecia. Tenía el temor a morir descuartizado por sus enemigos y para evitar ese acontecimiento, fraguó su suicidio con un sistema de homicidios acompañantes, de tal manera que su muerte se constituyera en una masacre. Quienes le mataron, serían extintos por otros sicarios y enterrados a unos metros, y luego estos otros a otros metros y así de manera sucesiva, de tal forma que su cadáver no podría llegar a ser localizado tan fácilmente.
Cesare Pavese, escritor italiano, dentro de sus obras se encuentra el oficio de vivir, se quita la vida tomando somníferos, al parecer había cursado con varias crisis depresivas y se refiere con problema de eyaculación precoz. De quien a continuación exponemos algunas ideas del suicidio.
Uno no se mata por el amor de una mujer. Uno se mata porque un amor, cualquier amor, nos revela nuestra desnudez, nuestra miseria, nuestro desamparo, la nada.
Los suicidas son homicidas tímidos.
Es preciso observar bien esto: en nuestros tiempos el suicidio es un modo de desaparecer, se comete tímidamente, silenciosamente, chatamente. No es ya un hacer, es un padecer.
La dificultad de cometer suicidio está en esto: es un acto de ambición que se puede cometer sólo cuando se haya superado toda ambición.
Expone que la razón para cometer un suicidio es sentirse en una situación de desamparo. Que no se puede atribuir al amor de alguien, que quien comete suicidio, también podría cometer homicidio, que el suicidio también es un acto de ambición.
Ángel Ganivet, escritor español, tras un rescate de su intento suicida, vuelve a tirarse al mar despistando a sus salvadores y dando fin a su vida. Dentro de sus frases: “El horizonte está en los ojos y no en la realidad”. “Más vale un minuto de vida franca y sincera que cien años de hipocresía”. Nos plantea que son nuestros ojos quienes interpretan la realidad y que la vida vale la pena ser vivida aunque sea por un instante y no prolongarla más de lo necesario para no caer en la frugalidad.

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