Eugenio R. Fernández
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Guatemala es tierra privilegiada, hermosa, llena de recursos y paisajes que detienen la respiración y adicionalmente su gente es excepcional pero a lo individual. Los guatemaltecos en su conjunto, como sociedad dejan mucho que desear. Incluyo a TODOS, ricos y pobres, de la capital y del interior, indígenas y ladinos, de la Cámara de Industria y los de la Cámara de Comercio. Somos incapaces de ponernos de acuerdo en cosas mínimas y cuando dizque lo hacemos algún político lo lleva al traste.

Como sociedad no confiamos en nadie, no le creemos a nadie, nadie es inocente, todos somos culpables, por tanto no importa quién robe, ya que así podré robar cuando me toque la oportunidad. Como sociedad estamos condenando a generaciones futuras a la esclavitud, a la miseria humana, al exilio o la muerte.

La corrupción mata. Según un estudio publicado ayer por la ONG ONE, se estima que 3.6 millones de personas mueren al año directamente a consecuencia de la corrupción. El reporte indica: “En los países en vías de desarrollo la corrupción mata. Cuando los gobiernos son privados de sus propios recursos para invertir en salud, seguridad alimentaria e infraestructura esencial, cuesta vidas y la mayoría son niños”

En diciembre del año pasado el Presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim declaró que el enemigo número 1 de los países en vías de desarrollo es la corrupción. Otros expertos como Sir James David Wolfensohn han declarado la corrupción como un cáncer y destructor del Estado.

Nos gusta la yunta y la esclavitud, nos gusta lamer el yugo de la corrupción y someternos en servidumbre indigna y perpetua que nos ofrece. La inteligencia emocional de la sociedad guatemalteca esta tan disfuncional que a nadie le importó la “suerte” del presidente, que espontáneamente, resultó teniendo una casa de 2 millones de dólares en Chimaltenango, sin importar que por ello y otras cosas más, niños van a morir en Guatemala por falta de seguridad alimentaria y acceso a salud.

Para celebrar la independencia sudamos algo, llevamos la banderita en el carro, tocamos el tambor en un intento, que aunque vano, de pretender identificarnos con lo que se hereda al nacer en esta tierra. Sin embargo no somos capaces de luchar por nuestro país.

Hoy en el mes de la patria, que celebramos los 193 años de independencia, humildemente declaro al Estado de Guatemala desahuciado por el cáncer de la corrupción. Su muerte vendrá más tarde que temprano. Lo único que alarga su vida y ayuda a que sobreviva es su pueblo, esclavos que lamen el yugo de esta corrupción y la indiferencia. ¿Hasta cuándo Guatemala? ¿Hasta cuándo?

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