Martín Banús M.
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Serguei Lavrov, Canciller ruso, dijo que se recurre reiteradamente a mentiras para acusar a Rusia, ahora recientemente también de invadir a Ucrania, señalando además que tales acusaciones nunca se acompañan de pruebas. Pareciera, dijo, que ocultar los hechos sobre lo que ocurre en Ucrania, es característico de Estados Unidos y algunos países de Europa.

Las acusaciones del derribo del avión de Malaysia Airlines, repentinamente se suspendieron. Las cajas negras evidentemente no inculparon a los rebeldes prorrusos.

Por otro lado, es sabido que Estados Unidos vive desde varios años, una crisis económica marcadísima de la que no hay forma que salga. Permanentemente imprime dinero para cubrir su ya inimaginable deuda interna. También se sabe que su industria militar y belicista estimula determinantemente su economía y surge por tanto la pregunta, ¿están los “americanos” otra vez instigando conflictos a gran escala para “sanear” su desahuciada economía consumista?

Y es que, la mentira como recurso político de E.U.A. ha durado mucho tiempo ya, y seguirá por más tiempo mientras haya “ingenuos” que crean sus “versiones”.

Ni el nazismo ario, ni el estalinismo bolchevique, ni el comunismo utópico, duraron tanto como políticas de Estado. Pero la mentira sistemática con la que Estados Unidos justifica sus guerras de agresión y la amañada imposición de sus modelos económicos al mundo, lleva vigente más de dos siglos. Hay que reconocerlo: Son tecnológica y mercadológicamente, geniales. Mienten y manipulan masivamente, ¡incluso hasta en lo que no imaginamos!
Algunos ejemplos: La mal llamada “guerra hispano-americana”, y el supuesto hundimiento por España, del USS Maine en 1898, es una falsedad de gran copete. La tal “guerra” consistió en unas escaramuzas contra una escaza guarnición española, muy desigual en número y recursos, cuyos días en Cuba estaban ya contados. La declaración de “guerra” fue unilateral y literalmente ridícula… ¡Ah! Los historiadores…

Frederic Remington, un artista gráfico contratado por el magnate de la prensa P. Hearst, para proveer de ilustraciones a los artículos sobre la Revolución Cubana contra España, telegrafió a Hearst en enero de 1897: “Todo está tranquilo. No hay problemas. No habrá revolución. Deseo volver”. Hearst respondió: “Por favor, manténgase allí. Usted proporcione las imágenes y yo proporcionaré la guerra”.

Pocos años hace que se demostró “in situ”, que la explosión del buque de guerra USS Maine, anclado en el puerto de la Habana, no fue producto de un torpedo español como hicieron creer, sino de una explosión desde su interior, lo que confirma la versión española de siempre, sobre que su hundimiento fue provocado por los mismos norteamericanos como una excusa para declarar unilateralmente una guerra a una muy debilitada España, y todo para arrebatarles la Perla del Caribe, Cuba. Así nomás, mintiendo e inventando descaradamente, a la usanza inglesa del siglo XVII…

Sobre el ataque a Perl Harbor, igualmente, la aglomeración ilógica de una flota mayoritariamente vieja en la principal bahía de esas islas, fueron toda una provocación calculada y la excusa perfecta para entrar en una gran guerra que los sacaría al fin, de una crisis del 29, cuyos efectos parecían eternos. Japón mordió el anzuelo y EE.UU., obtuvo lo que deseaba: Alzarse como la nueva superpotencia económica y militar mundial. Poco después vendría el “boom económico” de la posguerra que los afianzaría aún más…

En el caso de Irak, también se mintió a la opinión pública estadounidense, siempre tan ingenua, ¿no?, sobre la existencia de armas de destrucción masiva en ese país y sobre su participación en el 9/11. ¡Más mentiras! Esa fue la guarra del petróleo y de billones de dólares.

Otra mentira: Las bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki se dijo, evitarían que más de un millón de soldados estadounidenses murieran. Pero no, fue el deseo de dar un escarmiento por el bombardeo sorpresivo a la base naval de Perl Harbor, Hawaii y además, se requería también activar la maquinaria nuclear y ubicarse como la primera potencia en ese orden. ¡Fue un holocausto del que se habla poco! Setenta mil hombres, mujeres, niños y ancianos, en su gran mayoría civiles, como los que leen estas notas y sus familias, fueron calcinados en tres segundos con cada bomba. ¡Una forma de barbarie inédita! ¿Opciones? Hubiera bastado con advertir sobre la bomba y lanzarla en algún islote desierto o a una distancia “X” de las costas de Japón… Además, pocos saben que Japón, al enterarse del involucramiento soviético ya había declarado mucho antes de tales hecatombes, su intención de rendirse. Su única petición, que no se exigiera la renuncia del Emperador Hirohito. ¡Pero eso fue pedir mucho y prefirieron lanzar las bombas sobre población civil…! ¡Qué machos!

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