Celso A. Lara Figueroa
Del Collegium Musicum de
Caracas, Venezuela

Poeta y músico se compenetraron de manera admirable en aquellas escenas de alta poesía intitulada el Réquiem de Mignon, sentíase enardecida y llena de entusiasmo el alma del malogrado músico. Y como el entusiasmo era el incitante más eficaz del temperamento del compositor, en sus cartas de 1844 son de ver, por primera vez, las preocupaciones que experimenta ante la grandiosidad del asunto. Sufría por entonces grandes fatigas nerviosas, que imposibilitaban todo trabajo cerebral. Una nota hallada en su cartera nos entera, entre otros proyectos, que elige el asunto del Réquiem como texto relacionado con sus liedes.

En una carta al director de los conciertos d’Emdem, le pregunta al Doctor Kruger: “¿Qué le parece la idea del asunto en forma de oratorio?”. En un viaje que emprende hacia Rusia, coloca en su maleta los apuntes del réquiem. Una indisposición le impide continuar el viaje más allá de Dorpat; durante el forzado reposo, elige las escenas que mayor impresión le producen, entre todas, el dies irae, de lo cual traza las líneas generales. Brotan espontáneamente y sin vacilaciones, los números 1, 2, 3 y 7 del Rex Tremende, ya la idea de escribir un lied queda rechazada. La fatiga nerviosa reaparece, y en 1845 escribe a Mendelssohn: “El réquiem descansa en mi pupitre, y tengo miedo de repasarlo. La emoción provocada por tan sublime poesía, particularmente por la conclusión, me decidieron a emprender esta obra, que no se si la publicaré jamás”.

Se decide, entonces, a continuar su trabajo, estimulado al darse cuenta de la buena marcha de la partitura, de la cual, como dice él mismo, “El Paraíso y la Perison son como una especie de preparación”.

En efecto, hay una gran analogía entre ambas obras: la Peri y el réquiem después de haber errado mucho, aspiran a llegar y llegan al cielo.

En julio de 1848 todo está preparado, y a primeros del año siguiente las partes vocales e instrumentales entréganse al autor. El 29 de agosto de 1843 ejecútase en Leipzig la obra, durante las fiestas conmemorativas de Goethe. Liszt prepara una audición en Weimar, y el mismo Schumann otra en Dresde. Dispónese una audición próxima, adoptándose el original del Réquiem ya dedicado a Mignon, que, en efecto, fue compuesto durante el mismo año.

Enfermo, gravemente enfermo, ensombrecida su inteligencia por la locura, pocos meses después fue encerrado en el manicomio de Endenich.

La gestación de la obra, como se ha visto, fue larga. Todas sus facultades de evocador potente, y, a la vez, fantástico y muy contemplativo y gran colorista, trátese de caracteres o de ambiente moral determinado; toda aquella creatividad de gran musicalidad de producción de un músico sediento de ideal y de infinito, fueron a parar, desbordada y sublimemente, en esa gran obra maravillosa, una de las más bellas de Schumann y de la literatura musical romántica ya que el autor sigue en la versión del Réquiem católica pero incorpora partes muy bellas y originales dedicadas a Mignon.

Hay que resaltar la ternura con que Shumann maneja la parte católica y los liedes del Mignon. Esta obra de Shumann es comparable con el réquiem de Berlioz y aun con la belleza de la música funeral de Mozart.

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