Juan José Narciso Chúa

En el caso de la innovación, es un concepto que descansa en la creatividad, en el ingenio, en la capacidad de crear, de renovar, de explorar, de investigar para que en ese espacio de pensar ya crear se conduzca a un nuevo prototipo, a una nueva tecnología, a una forma de generar ideas novedosas y con ello el producto también tiene mejores posibilidades en un mercado.

En la actualidad el mercado ya no sólo es nacional, ni únicamente internacional, ahora es global y con ello se han producido tremendas transformaciones económicas, productivas, tecnológicas, culturales y sociales en donde las telecomunicaciones, han cambiado la fisonomía del mundo y aún más de las transacciones financieras, de mercancías y, en algunas regiones del mundo, el intercambio del factor trabajo cuentan con grandes condiciones para movilizarse sin mayores problemas; la competitividad y la innovación constituyen ejes fundamentales para introducirse y movilizarse en el mundo globalizado.

Como se puede observar, la innovación y la competitividad se inscriben en la dinámica empresarial, precisamente en un contexto de amplia, abierta, fuerte competencia que demanda mayor capacidad gerencial, que implica un reconocimiento explícito de las leyes del mercado y de las condiciones de oferta y demanda. Es decir el retorno a los autores clásicos (Adam Smith y David Ricardo), así como a los contemporáneos -Stiglitz, Krugman, Picketty- para introducirse de lleno en las reglas del mercado y competir para que el precio sea el ordenador de las curvas de la oferta y la demanda, en donde las empresas que no consiguen adaptarse al mercado saldrán pero otras ingresan y así se mantiene el libre ejercicio de la competencia.

En Guatemala, muchos empresarios se encuentran en procesos decididos de innovarse para hacerse más competitivos y así lo han demostrado iniciativas empresariales que han roto paradigmas y que hoy constituyen marcas de prestigio en el país; con ventas de bienes y prestación de servicios que demuestran que innovar para crear competitividad es materia de empresarios visionarios. Sin embargo, no todos los grupos empresariales piensan así. Lamentablemente las élites continúan sosteniendo sus empresas a partir de los privilegios que el Estado utilizó muchas décadas atrás, precisamente durante el período de sustitución de importaciones y en el marco del mercado común centroamericano, en donde el Estado agotó sus recursos para mantener un modelo que se hacía insostenible.

Cuando se rompe con este modelo y se introduce en la promoción de exportaciones también se utiliza la exención fiscal como elemento para contribuir al nuevo modelo e incluso se crean las zonas francas bajo el mismo mecanismo de exenciones fiscales y hoy, aunque el tejido empresarial se ha ampliado y diversificado, no parece que el incentivo fiscal ha sido determinante en el crecimiento económico, ni en la inversión productiva.

La iniciativa de ley denominada de Inversión y Empleo, nuevamente recurre al mismo argumento de la exención del Impuesto sobre la Renta, acudiendo otra vez al Estado como plataforma de sostenibilidad, sin ninguna propuesta innovadora, sin ninguna capacidad de competitividad. Una propuesta de ley que recurre a modelos y mecanismos de antes y, por lo que se ve hoy, sin un después.

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