Gladys Monterroso
licgla@yahoo.es

Cuando se ejerce la función pública, y se tiene como ejercicio el juzgar las acciones u omisiones de actores públicos o políticos, ese momento, de enjuiciar a los demás debe tener un componente especial, y se llama solvencia moral, para poder cuestionar a las diferentes acciones u omisiones con las que no se está de acuerdo, por evidentes o no razones.

Viene a colación lo anterior, por la crítica del PDH, contra los comisionados de las dos Comisiones de Postulación, que podrán tener luces y sombras, pero aún no van ni a la mitad del proceso, contra quienes ningún amparo ha prosperado en definitiva, y que, considero, no es el momento de juzgar por no estar más que principiando prácticamente el proceso en mención.

Quien si merece una fuerte crítica, a mi criterio es el PDH, ya que la forma en que él llegó a la institución que hoy invisiblemente dirige, no fue la más transparente posible, menos aún la idónea, ya que no solamente, hasta el momento su gestión no se ve ni con lupa, sino que su elección fue bastante oscura.

¿En qué me baso? En momentos específicos: Él llegó como diputado, no por un partido, por una persona, y esta es el Doctor Suger, porque el partido que lo impulsó tenía como figura principal al Académico.

Posteriormente siendo diputado, presentó su expediente ante la Comisión de DDHH, haciendo lobby abiertamente, ya que no tenía ningún problema, porque era parte de quienes lo debían elegir, cosa que considero no fue moral, ya que si su intención era ser Procurador, que estaba en todo su derecho, no hubiera participado como diputado, o viceversa, pero no fue así, por lo que en su momento actuó en relación a los demás candidatos y candidatas con alevosía, ya que tenía las cartas en su poder.

En el momento que él presentó su documentación, debió retirarse del Congreso, o antes, ya que definitivamente, no solamente la figura de su padre que en paz descanse, influyó en su designación, sino que aún más su presencia diaria en el hemiciclo, le dio ventaja inmedible sobre los demás propuestos.

Adicional a lo anterior, mostró desconfianza de su poder de negociación, de lobby, de persuasión, o de su propia preparación, ya que no renunció como diputado hasta que no fue nombrado Procurador, situación que demostró falta de ética, ya que por minutos ostentó los dos cargos, PDH, y diputado, su gran acción de moralidad fue no votar, hágame el favor solamente hizo falta que votara por sí mismo.

Esperé mucho tiempo para escribir este artículo, ya que no quería se viera como un asunto personal, pues al momento, es y fue mi impresión de lo que no fue correcto, ya que me parece que la institución de que dirige tiene un alto componente moral, por lo que la ética y el buen hacer son indispensables, situación que en ese momento histórico, la falta de ellas fue más que evidente.

Aunado a lo anterior, el actual PDH, se dice que es ahijado del Presidente actual, pero aunque así no lo fuera, es de recordar la notable amistad de su difunto padre con el gobernante, situación que es de por si suficiente, para dudar de su objetividad en relación al control que la institución debe ejercer, sobre los funcionarios públicos en el tema de los Derechos Humanos.

Prueba de lo anterior, es su nula presencia en asuntos de trascendencia, en los que es más que evidente la violación de los derechos mínimos de las personas, en los que ha sido, prácticamente invisible, la institución que conduce.

Por todo lo anterior, considero, vuelvo a repetir, es mi valoración personal, ya que es mi opinión que el PDH, no tiene solvencia moral para cuestionar ninguna Comisión de Postulación, sin importar de la que se trate, ya que su elección vino con el pecado original de la falta de transparencia, y su actuación hasta el momento, ha sido nula.

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