Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Ferguson es un suburbio de Saint Louis, Missouri, cuya población es mayoritariamente de origen afroamericano y a lo largo de los años se repiten historias de abusos cometidos por una fuerza policial que desentona racialmente con el pueblo, puesto que en contraste con la abrumadora cantidad de familias de color, la fuerza policial se compone casi en su totalidad de blancos de los que son conocidos como WASP. Los testimonios recogidos por la pléyade de periodistas que se han desplazado a ese pueblo son impresionantes porque en todo se coincide que la ciudadanía no se siente protegida sino amenazada por la policía. Cuando les marcan un alto, generalmente tiemblan de pensar lo que viene porque la experiencia es que de manera rutinaria se actúa con prepotencia y abuso.

Durante todos estos días expertos en cuestiones legales, en derechos humanos y en buenas prácticas de policía han sido entrevistados a lo largo y ancho de Estados Unidos y creo yo que la señora Adela de Torrebiarte, si realmente está tratando de realizar algo en términos de reforma policial, tendría que destinar buen tiempo a analizar todo lo que se ha dicho porque si allá el cuadro es aterrador, aquí la cosa es infinitamente peor por razones muy variadas y todas muy profundas.

En primer lugar nuestra Policía Nacional Civil es producto de un reciclaje de la vieja, mañosa y criminal Policía Nacional. Se puede reciclar casi cualquier cosa con buenos efectos, pero en cuanto a seres humanos la experiencia es patética. En segundo lugar, nuestra fuerza policial carece de una formación aceptable y en cuanto salen de la academia, si no antes, ya están en contacto con las viejas mañas. Salen, además, a un mundo en el que viven en condiciones infrahumanas, sin respeto alguno y sin aspirar tampoco a ser respetados porque saben que la fuerza y el poder de las armas les convierte en temibles y con capacidad para “agenciarse su ingreso” más allá del sueldo.

Anoche mismo una usuaria de redes sociales denunciaba a los tripulantes de una patrulla de la PNC en la carretera a El Salvador, quienes detuvieron carros habiéndose quitado las identificaciones y realizando preguntas extrañas a los automovilistas. Las autoridades, como en Ferguson, respondieron que todo estaba en norma y que no había ningún problema con el retén legal.

El caso es que nuestros policías sufren tensiones, depresión y problemas sicológicos según estudio que publicamos ayer, y los paganos son los ciudadanos honrados que, con razón, sienten pánico cuando los detiene un agente porque, como en Ferguson, la experiencia es que al ciudadano honrado lo extorsionan hasta los mismos agentes de la autoridad.

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