Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

Dicha decisión contrasta con la realidad de los ticos, por ejemplo, quienes además de ser los receptores de empresas de alta tecnología que han instalado sus plantas de producción en su territorio, entienden que no se pueden quedar rezagados y por ello, invierten en su gente para dotarla de herramientas del primer mundo, al punto que todas sus escuelas sí cuentan con computadoras e Internet, ahora herramientas elementales para este mundo globalizado.

No sabemos qué ha pasado (o dejado de pasar) por las mentes de las autoridades que prefieren negociar un acuerdo político con el sindicato para pagarles más a los maestros, pero sin que ello se traduzca en un aumento en el nivel de la educación y de nuestros alumnos.

Y no es que me oponga a que tengamos más maestros y mejor pagados, si no el problema es que esa decisión responde a un pacto político en el que no cuenta el rendimiento de los alumnos y el progreso de estos, que en todo caso se traduciría en un progreso para Guatemala.

A este terrible deterioro del sistema educativo, debemos sumarle la forma en la que ahora más que nunca, con total desfachatez se negocian las magistraturas que están por elegirse para el Organismo Judicial (OJ).

Esta elección de magistrados pasará a la historia como aquella por medio de la cual, los poderes ya no tan ocultos, cumplieron “su nunca jamás”, es decir, su promesa de que las Cortes no volverían a estar fuera de su control porque ello implicaba riesgos para las mafias y sus aliados.

Con situaciones como las descritas, ¿qué mensaje le estaremos mandando al mundo? ¿A quiénes estaremos invitando a invertir en nuestra Guatemala?

Alumnos mal preparados y Cortes que en su mayoría fungirán como garantes de la impunidad, no pueden hacernos atractivos para los capitales serios del mundo.

Es sumamente preocupante que no podamos encontrar a un buen número de guatemaltecos no solo decididos a enfrentar los problemas, si no con clara noción de lo que hemos estado construyendo como país.

Si habría alguna receta en el mundo para llevar a un país a las ruinas y condenarlo al eterno subdesarrollo, Guatemala estaría punteando en todas las categorías correspondientes.

¿No hay cosas positivas? Sí, pero por alguna razón no nos hemos querido unir alrededor de ellas para cambiar nuestra realidad y por tanto, los vicios y los problemas del país terminan succionando e invisibilizando lo positivo.

Si no enfrentamos los grandes problemas, bajo la excusa que los efectos son de muy largo plazo, podemos asegurar sin temor a equivocarnos, que jamás pasaremos de “zope a gavilán”. De nosotros dependerá.

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