Eduardo Blandón

La noticia no es para dejarnos pasmados pues se sabe que los políticos asaltan el Estado para convertirlo en agencia de empleo. Es uno de los tantos problemas que tiene el país dado que cada cuatro años hay una renovación casi total de funcionarios públicos. No se observa si los técnicos son buenos o no, lo que importa es abrirles cancha a los amigos y compinches de la campaña.

De esa forma las instituciones pierden experiencia, capacidad y eficiencia en virtud de la novatada que entra con cada estreno presidencial. Como la tragedia de Sísifo, cada triunfo electoral significa para las instituciones, comenzar de nuevo. Tragedia que nos condena a la mediocridad constante y fluida, sostenida en el tiempo.

Lo de Conjuve es una pena porque las estadísticas indican que en el país la población entre 13 y 29 años supera los cuatro millones. Mucha juventud y energía positiva que bien se capitalizaría para el bien de Guatemala. En cambio, esa institución es un fiasco porque constituye un apéndice despreciable para la filosofía política de los partidos que han gobernado el país.

Esto constituye una de las tantas paradojas en Guatemala, pues aunque seamos un país de jóvenes, somos gobernados por gorilas y dinosaurios a quien poco le importa la vitalidad de su ciudadanía. Así, somos testigos de la ruina juvenil por falta de políticas de impacto hacia ellos.

Hay que reformar Conjuve, pero sobre todo reciclar a la clase política. Los años lo han demostrado: el país se dirige a la ruina por el cáncer que carcome a los partidos. Casi no nos queda tiempo.

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