Eduardo Blandón
Esto en cualquier nación con cierto refinamiento. No entre nosotros. Nuestros diputados, en su mayoría, son un grupo de improvisados políticos que tienen claro que su misión es engrosar su cartera y procurarse, en la medida de lo posible, trascender los cambios de gobierno a gobierno. Así, los hay prototípicos, como el actual Presidente del Congreso, Arístides Crespo, quien se ha convertido en el político a imitar por quienes sueñan con la permanencia en el mundo político.
La improvisación referida queda manifiesta en la reciente «Ley de Vegetales» cuya aprobación borreguil por parte del Congreso perjudica a nuestros agricultores y a la larga a la población en general. Una ley que una vez más deja en claro que los intereses de nuestros legisladores no coinciden con la de la ciudadanía guatemalteca. Una metida de pata que es menester recomponer.
Miserables nuestros legisladores que, ya sea por ignorancia o venalidad, hacen daño a la agricultura. Inmoral la omisión de nuestro ministro de Agricultura, Elmer López, o los consejeros (si los hubo) en torno a la ley, que no se manifestaron en su momento para advertir a los legisladores de la patraña legal que beneficia a algunas empresas nacionales y extranjeras.
Con lo que ha quedado en evidencia una vez más la necesidad de refundar el Estado para sacar en primer lugar a los diputados que se repiten (entre ellos fundamentalmente a Arístides Crespo y compañía) y procurar un sistema de méritos que procure llevar a esa institución a personas capaces, pero sobre todo honorables. Mientras no hagamos esos ajustes, perpetuaremos la ineptitud y premiaremos con nuestro voto a políticos nefastos que tanto mal han hecho al país.