Ricardo Rosales Román
\ Carlos Gonzáles \
Con lo entonces previsto no quise decir que no fueran a tener lugar las votaciones de 2015 y que si las mismas se “celebraban”, la alternativa real de poder se abriera camino. Las votaciones de septiembre del año entrante ?repito, independientemente de los resultados que arrojen las urnas?, vendrán a ser la sepultura de la alternabilidad gubernamental instituida.
La institucionalidad, la gobernabilidad y el sistema “electoral” y de partidos están en la fase final de su agotamiento y caducidad y, en tanto tal, difícil de superar de aquí a septiembre de 2015 y, menos, de septiembre de 2015 a enero de 2016.
En lo político, el partido en el gobierno es difícil ?aunque no imposible? que la ciudadanía lo “reelija” y, si así fuera, se estaría ante el colapso general, institucional y gubernamental. Lo mismo podría ocurrir si la ciudadanía optara por escoger a uno u otro de los demás “candidatos” que se sabe que están a la espera de ser nominados por las camarillas dirigenciales de sus respectivos agrupamientos electoreros.
En el caso del partido gobernante: primero, no tiene definido a su “candidato” a nominar; segundo, son varios los grupos de poder e interés en abierta o solapada pugna por asegurar la nominación de quien más les convenga; tercero, la élite oligárquica tradicional y el empresariado organizado a su servicio no parecen unificados alrededor del que hasta ahora podría ser el posible nominado y, lo que les resulta más difícil, no tienen a la mano a otro a quien “apoyar” o “sugerir”; y, cuarto, los otros a quienes el oficialismo pudiera nominar, no están en condiciones de asegurar la continuidad del poder empresarial y militar actualmente en el gobierno.
Al interior de los demás agrupamientos electoreros no son pocas sus dificultades y contradicciones. De nominar a quien se dice que “encabeza” las encuestas, su camarilla dirigencial no parece considerar: a) la furibunda resistencia y oposición de la élite del poder oligárquico tradicional, sectores del empresariado organizado y la cúpula militar en el gobierno; b) el rechazo y cada vez mayor desprestigio entre los sectores urbanos, especialmente de la capital; y, c) el creciente y acelerado desgaste e inviabilidad del candidato.
De las otras candidaturas a nominar, se puede prescindir. De lo que no se puede prescindir es del factor Portillo.
En ese cuadro y en una situación así, lo que cabe es abrirle paso a la articulación, reagrupamiento y unidad del movimiento social y popular como alternativa real de poder e instrumento institucional de un referéndum ciudadano. Y como esa opción pasa por las urnas, en septiembre de 2015, la ciudadanía no tiene otra alternativa que anular su voto.
Es ésta la vía viable, necesaria, posible y legítima, no electorera, para ponerle fin al ya caduco y agotado sistema “electoral” y de partidos, refundar el Estado, la República, el País y la Nación guatemalteca, e iniciar la institucionalización y legitimación de la otra Guatemala posible y la real y verdadera construcción de la Paz Firme y Duradera.