Eduardo Villatoro

Se comprende que entre familias numerosas y a veces aunque sean pequeñas, no siempre priva la amistad y afinidad de cualquier naturaleza entre sus integrantes; incluso prevalecen rencillas, rivalidades y resentimientos por motivos hereditarios, discrepancias ideológicas, disensiones religiosas u otra causa.

Traigo a cuento este asunto común en nuestro medio que por su aparente frivolidad resultaría intrascendente, porque me llama la atención, para citar un ejemplo de varios casos que he leído en los listados aspirantes a magistrados de la CSJ y de SdA que han sido excluidos, se encuentra el abogado Rony Patricio Aguilar Cifuentes, con el argumento de que “Tiene parentesco con un miembro de la Comisión de Postulación”. ¿Quién es ese escrutador cuyo nombre se omite? ¿Qué grado de familiaridad lo une o desune con el depurado? ¿Son amigos entre sí o devinieron en adversarios? ¿Se conocen mutuamente? Esas interrogantes deberían despejarse para evitar torcidas interpretaciones.

Sólo conozco superficialmente al letrado Aguilar, pero estoy enterado que acumula vasta y extensa experiencia administrativa y que los cargos que ha desempeñado ha sido por méritos y no por militancia política.

Deduzco, también, que no tiene culpa que un integrante de la Comisión de Postulación de la CSJ sea su pariente. Lo más viable, razonable y prudente sería normar que sea el comisionado el que se excuse de examinar el expediente de un familiar, para no incurrir en desaciertos e injusticias como ésta. Esa exclusión, como otras similares, perjudica indirectamente la reputación de Aguilar.

Similar circunstancia afronta la abogada Leticia Estela Secaira Pinto, quien tuvo el infortunio que al realizar su trámite y sin estar enterada se iba a encontrar fortuitamente con un pariente lejano, cercano o a mediana distancia genética, que es uno de los comisionados, y hasta es probable que ni se conocen o podrían estar enemistados.

Por aparte, también se ha descartado de ser aspirante a magistrado a la CSJ al jurista y ambientalista Edgar Rolando Alfaro Arellano porque no demostró con pelos y señales que no es ministro religioso, ni aclaró que tampoco es dirigente político y menos que en algún instantáneo momento de su fecunda vida académica haya sido líder sindical.

Ignoro si se aplica y se impone la simple lógica formal o la lógica jurídica y la sana crítica, como ocurre en algunos juicios de los órganos jurisdiccionales; porque quien conoce personal o referencialmente al catedrático universitario e investigador social Alfaro Arellano está consciente de su pulcritud, integridad, honorabilidad y otras virtudes más, y que ni es cura, pastor, rabino ni cacique político o sindicalista alborotador de multitudes. Simplemente es un respetado académico y sensato defensor del medio ambiente.

¡Es una barbaridad el desacierto contra mi asesor de tesis en la Facultad de Derecho de la UMG!

(Al comentar sobre aberraciones, el abogado divorciado Romualdo Tishudo cita a Milton Berle: -Una buena esposa siempre perdona a su marido cuando está equivocada).

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