Luis Enrique Pérez
Afortunadamente no solo la ignorancia, la enfermedad, el hambre y la mísera casa sino también la sabiduría, la salud, el espléndido alimentarse y la casa sensatamente cómoda, son realidad. En general, es realidad no sólo aquello que consideramos malo sino también aquello que consideramos bueno. Por esa misma razón, no sólo el basurero, el agua sucia, el aire impuro, el suelo erosionado y el ruido estridente, sino también el jardín, el prístino manantial, el aire puro que fluye en la cima de los montes, el suelo que sostiene fragantes árboles frutales y el fantástico rumor de la floresta, son realidad.
La concepción difamatoria de la realidad exhibe un particular modo de estupidez cuando pretende que la falsedad, la incertidumbre, la imperfección, la hipocresía, el odio, el dolor, la fealdad, o la muerte, son la realidad. Empero, no es así porque afortunadamente la verdad de un teorema matemático, la certidumbre sobre la validez lógica de un razonamiento, la asombrosa perfección de una obra musical, la intrépida sinceridad, el amor de la madre que está dispuesta a intercambiar su vida por la de su hijo, el placer de contemplar un lúcido cielo estrellado, la belleza de un paisaje y la vida que muestra triunfal su magnificencia, también son realidad.
¿Se pretende que sólo lo malo es realidad porque hay más maldad que bondad? La realidad, sin embargo, no es una cantidad. Es una cualidad. Es, por ejemplo, la cualidad que tiene un ser de existir en un determinado tiempo y en un determinado espacio. O es la cualidad del ser que es, no un mero producto del pensamiento, de la imaginación o de la fantasía, sino un ser independiente de cualquier estado de consciencia. O es también la cualidad de aquello que es legítimo ente o que es esencia pura, y no torpe simulacro o engañosa apariencia.
Y, por supuesto, por lo menos para el ser humano, la realidad puede ser mejor o puede ser peor; e idealmente la humanidad debería tender infatigablemente a la mejor realidad. Efectivamente, en la realidad hay, entre lo peor y lo mejor, una gradación que el ser humano puede recorrer. Y en ese recorrer la gradación, aquel que pasa de lo peor a lo mejor no pasa de la realidad a la irrealidad, sino que pasa a una igualmente auténtica realidad. Quiero decir que, por ejemplo, el pobre que se transforma en rico no pasa de la realidad a la irrealidad; o inversamente, el rico que se convierte en pobre no pasa de la irrealidad a la realidad. Ambos pasan de una realidad a otra, aunque, en el primer caso, una sea mejor, o aunque, en el segundo, una sea peor.
Post scriptum. La oruga que se transforma en mariposa no pasa de la realidad a la irrealidad; y por supuesto, la mariposa que muere no pasa de la realidad a la irrealidad, sino que su realidad cesa.