Eugenio R. Fernández
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La ley delimita y somete la voluntad de las personas que viven en sociedad, en otras palabras rige la conducta social. Según la teoría la ley, todos los ciudadanos son iguales ante ella y esto en Guatemala es un atentado directo al “status quo”, a la cultura del privilegio.

Santo Tomás De Aquino define la ley como: «Ordenación de la razón dirigida al bien común y promulgada solemnemente por quien cuida a la comunidad». Muy apegado a lo afirmado por Santo Tomás, la Constitución de la República inicia afirmando que: “El Estado de Guatemala se organiza para proteger a la persona y a la familia; su fin supremo es la realización del bien común.”

El bien común es la cima de la madurez emocional del ser humano y la misma sociedad. Después de tanto conflicto, tanta lucha, tanta adversidad por vivir aislado y ensimismado, el ser humano se dio cuenta que a la larga TODOS nos beneficiamos si velamos por el bien común. Sí la clase que lidera el país tuviera la madurez y entendiera que si la ciudadanía mejora y se supera, ellos estarán exponencialmente mejor, nuestra historia, la historia de Guatemala sería otra.

¿Qué significa para Guatemala que su ciudadanía viva una cultura de BURLAR la ley? Varias cosas, pero principalmente que como sociedad no hemos madurado emocionalmente. No entendemos que el bien común es lo que al final garantiza mi bienestar y el de mi familia a largo plazo. Es realizar que para alcanzar el bien común se debe crear un sistema donde exista confianza en la justicia y se respete el Estado de Derecho, en el cual TODOS seamos iguales ante la ley, sin distinción de raza, sexo, religión o condición social. Lamentablemente en la mente obtusa de muchos, eso no es conveniente.

La clase política se centra y gira alrededor de BURLARSE de la ley. El político más hábil es aquel que logre burlarse más de la ley y pueda salirse con la suya. Ejemplos sobran, “No mate a uno, mate a dos”, “Soy madre soltera”, “Renuncio a la secretaría general” etc.

Es imposible edificar un Estado de Derecho hasta no madurar emocionalmente como sociedad y decidamos que nuestro egoísmo y nuestra voluntad berrinchuda están mejor supervisada y reguladas por leyes que velen por el bien de todos. Ese egoísmo sin medida es al final la mejor forma de autodestrucción del individuo mismo, ya que limita su desarrollo económico y personal al machucar la dignidad de los demás, para obtener el apego perverso deseado, que lo único que genera es vacío propio y la pobreza de TODOS.

Despertar a esta realidad se vuelve indispensable para que en Guatemala algún día pueda iniciar la construcción un Estado de Derecho que verdaderamente vele por que se cumplan las leyes y en consecuencia se logre el BIEN COMÚN.

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