A Ramón Cadena Rámila, colega y amigo, criminalizado cobardemente por el Ministerio Público por defender los Derechos Humanos, la democracia y la autonomía universitaria.


 

Israel, el Estado sionista, ha escalado la guerra en Oriente Medio, atacando a Irán sin justificación cierta ni probada, y demandándole a EE. UU. que se involucre de manera directa en un conflicto militar que amenaza la paz mundial, involucrando a países con armamento nuclear.

Estados Unidos podría llegar a una decisión sobre si optar por una solución diplomática o militar al denominado “problema nuclear de Irán” dentro de uno o dos días, informó ABC News, citando a funcionarios gubernamentales.

«Mientras el presidente Donald Trump se reunía el pasado martes con sus principales asesores en la sala de crisis de la Casa Blanca, funcionarios estadounidenses señalaron que las próximas 24 a 48 horas serían cruciales para determinar si es posible una solución diplomática con Irán o si el presidente podría recurrir a una acción militar en su lugar», reportó el medio.

Varios países como Pakistán, China y Rusia han anunciado que apoyarán a Irán en caso de que se desaten acciones militares de mayor envergadura.

El ataque israelí a Irán no es una sorpresa, es un añejo propósito del sionismo desde 1979, cuando la Revolución de Ruhollah Jomeini derrocó al régimen monárquico del Sha e instauró una república islámica, que se presentaba como la defensora de los oprimidos y tenía como una de sus principales señas de identidad el rechazo al “imperialismo” de Estados Unidos y a su aliado Israel.

El nuevo régimen de los ayatolás rompió relaciones con Israel, dejó de reconocer la validez del pasaporte de sus ciudadanos y se apoderó de la embajada israelí en Teherán, para cedérsela a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), que entonces lideraba la lucha por un Estado palestino, contra el gobierno israelí.

En ese contexto, Irán se convirtió en uno de los principales obstáculos para el objetivo geoestratégico del sionismo de construir el Gran Israel, que incluye toda Palestina, Jordania, Líbano y grandes franjas de Siria, Irak, el norte de Arabia Saudita y Egipto.

David Ben Gurion, el Primer Ministro del régimen sionista, al anunciar la formación de Israel, no mencionó ninguna frontera terrestre. Más bien hizo una vaga referencia a la creación de un Estado en la “región occidental de nuestras tierras”. Y cuando se le preguntó directamente cuáles eran las fronteras de Israel, respondió que eran dondequiera que se posaran las botas del soldado israelí más lejano. O sea que Israel y sus aliados reivindican su derecho divino a tener un “Lebensraum”, un “espacio vital” para su sobrevivencia. Esta fue la reivindicación del Tercer Reich para invadir media Europa, dando origen a la Segunda Guerra Mundial.

Donald Trump pretende apoyar la constitución del Gran Israel, como su aliado incondicional, un plan de expansión en curso para Oriente Medio y el norte de África. El presidente de Estados Unidos dijo, en agosto de 2024, que el Estado sionista “es un pequeño punto… ¿hay alguna manera de conseguir más?”

Además del proyecto expansionista del Gran Israel, existen otras dos razones para la alianza sionista-estadounidense en Oriente Medio: en primer término, apropiarse de los yacimientos de gas natural en las costas gazatíes. A 35 kilómetros de las playas de la Franja de Gaza, bajo el fondo marino del Mediterráneo, yacen dos bolsones de gas de alrededor de 158 km2. Los 30,000 millones de mts.3 que encierran estos yacimientos se consideran relativamente pequeños, pero aun así serían suficientes para abastecer a los gazatíes durante 15 años, dándoles soberanía energética y mayor capacidad de resiliencia.

La segunda razón es que el presidente Trump pretende bloquear la Ruta de la Seda china en el mar Mediterráneo. El derrotero trazado por Pekín implica crear las infraestructuras necesarias para que los buques chinos puedan alcanzar, de manera segura, el Mediterráneo, tras navegar por el Canal de Suez. Además, los planes de la República Popular China no se detienen a las puertas de Europa, ya que quiere llegar a Atenas, surcando el mar Egeo y de ahí pasar a Venecia, donde buscará las rutas terrestres que hagan posible el desplazamiento de sus mercancías por toda la Unión Europea.

En síntesis, el genocidio sionista en la Franja de Gaza y la escalada de la guerra contra Irán hacen parte de la reconfiguración geopolítica mundial en Oriente Medio, en la que Israel juega un papel de primer orden.

El pasado 4 de febrero el presidente Trump aseguró, durante una conferencia conjunta con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, que el país norteamericano se «adueñará» de la Franja de Gaza. La amenaza trumpista es inviable, pero no está concebida para que funcione, sino que tiene el propósito de alarmar, indignar y someter en la mesa de negociación. Casi todos los países árabes vecinos se han declarado en contra, y los habitantes de Gaza ya han anunciado que no dejarán su tierra. Los expertos de la ONU en DD. HH. anunciaron que un desplazamiento forzado de dos millones de gazatíes a Marruecos, como está propuesto, podría constituir varios delitos de lesa humanidad.

El Primer Ministro israelí confía en que podrá arrastrar a EE. UU. hacia sus propósitos geoestratégicos, basado en el monopolio nuclear de Israel en Oriente Medio, en la convergencia de objetivos descritos, y en el poder del lobby sionista sobre la política exterior de Washington. Además, se apalanca en el incondicional apoyo de sus aliados: el ataque a Irán no ha recibido condena alguna ni en el G-7 ni en el Consejo de Seguridad de la ONU, donde han demandado que Irán, el país agredido, modere su respuesta militar a Israel.

Netanyahu basa su estrategia político-militar en el programa “Una Ruptura Limpia: Una Nueva Estrategia para Asegurar el Reino”, (comúnmente conocido como el informe «Ruptura Limpia»), un documento de políticas elaborado en 1996, por un grupo de estudio dirigido por Richard Perle, ex asesor de Bush, para Benjamín Netanyahu, el entonces Primer Ministro de Israel. El informe expone un nuevo enfoque para resolver los problemas de seguridad de Israel en Oriente Medio, con énfasis en los «valores occidentales», de corte neoconservador, destacando que el sionismo no debe negociar con Palestina. Desde entonces, ha sido criticado por promover una nueva política agresiva que incluía la destitución de Saddam Hussein del poder en Irak, la contención de Siria mediante una guerra indirecta, la aniquilación de la teocracia en Irán, y destacando su posesión de «armas de destrucción masiva».

A partir del 7 de octubre de 2023 -cuando Hamás lanzó un ataque sin precedentes contra territorio israelí que dejó 1,200 muertos- Netanyahu ha insistido en su objetivo de crear un “nuevo orden” en Medio Oriente y ha impulsado una ofensiva con consecuencias devastadoras: según cifras oficiales del Ministerio de Salud de Gaza y de las autoridades israelíes, hasta el 9 de junio de 2025 más de 57,000 personas (55,104 palestinos y 1,706 israelíes) habían muerto en la guerra de Gaza, mientras en Líbano la cifra ya supera los 2,000 de acuerdo con las autoridades de ese país.

En el anterior contexto, Israel encara múltiples frentes de guerra: Hamás en la Franja de Gaza, Hezbolá en Líbano, los hutíes en Yemen, la confrontación entre palestinos e israelíes en Cisjordania, las milicias chiitas en Irak y Siria, y la inminente guerra contra Irán.

Todo lo anterior ha llevado a que hoy estemos ante uno de los momentos más peligrosos de la historia reciente en Medio Oriente, según los expertos en seguridad de la zona, pues la escalada bélica ya ha adquirido proporciones regionales, y amenaza con convertirse en una conflagración nuclear, pues tanto Israel como Irán cuentan con armas atómicas.

Víctor Ferrigno F.

Jurista, analista político y periodista de opinión desde 1978, en Guatemala, El Salvador y México. Experiencia académica en las universidades Rafael Landívar y San Carlos de Guatemala; Universidad de El Salvador; Universidad Nacional Autónoma de México; Pontificia Universidad Católica del Perú; y Universidad de Utrecht, Países Bajos. Ensayista, traductor y editor. Especialista en Etno-desarrollo, Derecho Indígena y Litigio Estratégico. Experiencia laboral como funcionario de la ONU, consultor de organismos internacionales y nacionales, asesor de Pueblos Indígenas y organizaciones sociales, carpintero y agro-ecólogo. Apasionado por la vida, sobreviviente del conflicto armado, luchador por una Guatemala plurinacional, con justicia, democracia y equidad.

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