En mi anterior columna reseñé las razones por las cuales América Latina y el Caribe (ALC) han decidido dar un viraje hacia el oriente y acercarse a Pekín, con una fuerza que ya es irreversible, lo cual se refleja en el monto del comercio, el número de proyectos de infraestructura y la cantidad de empleos generados, que superan por mucho a la relación con Estados Unidos (EE. UU.) y la Unión Europea (UE).

El Ministerio de Relaciones Exteriores (2016) da cuenta que Pekín publicó, en 2008, su primer documento sobre la política de China hacia ALC, y el segundo en 2016. En ambos instrumentos se destacan los puntos en los que podría haber una mayor cooperación entre Pekín y la región, incluidos una mayor proximidad política, la intensificación del comercio bilateral, las inversiones en infraestructura productiva, la asistencia financiera, el apoyo y los intercambios en las áreas social, cultural, de cooperación en el ámbito internacional, y en materia de acuerdos de paz y seguridad.

Como expuse en mi anterior artículo, la irrupción de China en el comercio exterior de ALC en las últimas dos décadas ha sido insólito: en 2024, el comercio exterior de China con la región fue de 518,467 millones de dólares, con importaciones de 241,460 millones, mostrando un crecimiento del 46% respecto a 2019. Este incremento refleja la creciente demanda china de productos de calidad de ALC. Como resultado, China ha desplazado a la UE como el segundo socio comercial de la región en su conjunto, y es el mercado de exportación más importante para América del Sur, mientras que ALC es el cuarto socio comercial de China. En 2022, las compras chinas a ALC (8.5%) superaron lo que compró a EE. UU. (6.6%), brecha que se ampliará con la guerra arancelaria de Trump.

Por otra parte, en los últimos 22 años el valor de las exportaciones de ALC a China se expandió a una tasa anual del 31,2%, lo que triplica la tasa de crecimiento de nuestras exportaciones al mundo, que fue de 9,6%. Para mejorar el acceso al mercado chino de 1,300 millones de consumidores, cinco países de ALC han firmado Tratados de Libre Comercio con Pekín: Chile (2005), Perú (2009), Costa Rica (2011), Nicaragua (2024) y Ecuador (2024); las negociaciones con Honduras están en su fase final.

En relación con infraestructura, un elemento nodal de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, según el Monitor de Infraestructura China en América Latina y el Caribe 2023 (Dussel Peters), aproximadamente 268 proyectos de infraestructura fueron terminados y efectivamente realizados por empresas chinas en ALC, representando una inversión acumulada de 112,817 millones de dólares, y un aporte estimado en la creación neta de empleos de 777,000 puestos de trabajo, para los países del continente. La mayoría de estos proyectos se ejecutaron a partir de 2005.

En 2023, China realizó inversiones extranjeras directas (IED) por un valor aproximado de 600,8 mil millones de dólares en ALC, según datos de Statista. Esta inversión es la tercera en volumen, tras EE. UU. y la UE. Además, el Banco de Desarrollo de China y el Banco de Exportación e Importación de China, han prestado más de 120,000 millones de dólares a gobiernos de ALC (Council on Foreign Relations).

En el viraje de ALC hacia el oriente han sido determinantes las políticas de EE. UU. de construir muros fronterizos, perseguir y deportar migrantes esposados, imponer aranceles a los productos de ALC, gravar las remesas, etc., pero también pesa la creciente incidencia de China en el mundo, en los ámbitos económico, político, cultural y militar. La política industrial de Pekín ha transformado el equilibrio económico global, impulsando su ascenso exponencial, disputando la supremacía de EE. UU., que durante décadas fue imbatible. Desde telecomunicaciones, semiconductores, hasta vehículos eléctricos, las inversiones estratégicas de China están creando un nuevo orden mundial, donde EE. UU. está siendo desplazado, realidad que los líderes de ALC perciben claramente.

La transformación de China en una superpotencia económica y manufacturera se refleja en que su Producto Interno Bruto (PIB) pasó de representar el 4% del PIB mundial en 1991 a significar el 19%, casi una quinta parte del PIB mundial, en 2022. En términos comparativos, Estados Unidos representa un 16% del PIB mundial, y ALC un 8%. Es decir, el PIB de ALC en su conjunto es la mitad del PIB de los Estados Unidos y un 42% del de China. En el mismo período, China pasó de representar el 5% de la producción mundial de manufacturas, a representar el 35%, más que toda la producción manufacturera de los países del G-7 juntos. Además, en el 2023 China fue el principal socio comercial de 120 países en el mundo.

El eje articulador de estas transformaciones geoestratégicas ha sido la Iniciativa de la Franja y la Ruta (Belt and Road-BRI), lanzada en 2013 por el presidente Xi-Jinping, constituyendo el mega plan de Pekín para fomentar la infraestructura y conectividad global. Un estudio del Banco Mundial atribuye a la BRI más de US$1,6 billones en beneficios económicos globales, con impacto en 7,6 millones de personas bajo pobreza extrema, y 32 millones en pobreza moderada. Hasta ahora, más de 150 países y 30 organizaciones internacionales han firmado acuerdos de cooperación en el marco de esta Iniciativa, incluidas 23 naciones en América Latina y el Caribe, siendo Colombia la última, que recién suscribió la Iniciativa el pasado 14 de mayo.

Por una década la BRI fue la principal estrategia de China, y el marco para sus relaciones económicas. Pero recientemente, a esta Iniciativa, China ha agregado otras tres: la Iniciativa de Desarrollo Global en 2021 (IDG), la Iniciativa de Seguridad Global en 2022 (ISG) y la Iniciativa para una Civilización Global en 2023 (ICG).

La Iniciativa de Desarrollo Global (IDG) tiene como objetivo construir un desarrollo global más fuerte, más verde y más sano, sobre la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, reconociéndola como la misión central de la cooperación mundial para el desarrollo. La mayoría de sus medios de acción incluyen trabajar a través de las agencias de desarrollo de la ONU y otros organismos internacionales.

Por su parte, la Iniciativa de Seguridad Global (ISG), constituye la propuesta de Pekín para promover la seguridad común en aras de la paz y la tranquilidad mundiales, llamando a los países para adaptarse al cambiante panorama internacional en un espíritu de solidaridad y cooperación, y enfrentar los complejos retos de seguridad con una mentalidad de mutuo beneficio.

En cuanto a la Iniciativa para una Civilización Global (ICG), postula el respeto a la diversidad de las civilizaciones que pueblan el orbe, se adscribe a valores comunes de la humanidad, tales como la paz, el desarrollo, la equidad, la justicia, la democracia y la libertad, postulando que ningún país debe imponer su propia visión o modelos a los demás. Además, destaca la importancia de la herencia histórica de todas las civilizaciones y el apoyo a las culturas tradicionales.

Además de estas Iniciativas programáticas, China ha presentado propuestas concretas de cooperación a ALC, en los sucesivos Foros China-CELAC, el principal instrumento de diálogo de Pekín con la región. El último Plan de Acción Conjunto, 2022-2024, incluyó cooperación política y de seguridad, económica, financiera, en materia de agricultura y alimentos, ciencia y tecnología, industria y tecnología de la información, aviación y aeroespacial, energía y recursos naturales, turismo, infraestructura, salud pública, erradicación de la pobreza, cultura, arte y deportes, y varias más.

Es evidente que China llegó para quedarse e influir en ALC, aunque EE. UU. está haciendo todo lo posible para bloquear su incidencia, pero lo hace de mala manera. Mientras los funcionarios chinos comercian, invierten y capacitan, el presidente Donald Trump, con sus agresivas políticas, hace cierta la máxima de Simón Bolívar: «los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la Libertad».

Víctor Ferrigno F.

Jurista, analista político y periodista de opinión desde 1978, en Guatemala, El Salvador y México. Experiencia académica en las universidades Rafael Landívar y San Carlos de Guatemala; Universidad de El Salvador; Universidad Nacional Autónoma de México; Pontificia Universidad Católica del Perú; y Universidad de Utrecht, Países Bajos. Ensayista, traductor y editor. Especialista en Etno-desarrollo, Derecho Indígena y Litigio Estratégico. Experiencia laboral como funcionario de la ONU, consultor de organismos internacionales y nacionales, asesor de Pueblos Indígenas y organizaciones sociales, carpintero y agro-ecólogo. Apasionado por la vida, sobreviviente del conflicto armado, luchador por una Guatemala plurinacional, con justicia, democracia y equidad.

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