A Monseñor Juan José Gerardi, el memorioso, en el 27 aniversario de su asesinato por las fuerzas militares oligárquicas, que perpetraron genocidio en Guatemala.

El cristianismo católico ha perdido a uno de sus más preclaros exponentes: Jorge Mario Bergoglio, el primer Papa latinoamericano y jesuita, y el Sumo Pontífice no europeo electo desde el sirio Gregorio III, hace 1,284 años.

Francisco tomó su nombre papal, para honrar a San Francisco de Asís, caracterizado por su humildad y amor por los pobres y la naturaleza, ejemplo que emuló desde su ordenamiento sacerdotal, en su natal Argentina. Aún después de haber sido nombrado obispo, se transportó en ómnibus, y solía visitar villas de miseria y fábricas de Buenos Aires, época en la que protegió a muchas personas defensoras de los Derechos Humanos, perseguidas por la inteligencia militar. Siendo arzobispo de Buenos Aires, incluso autorizó el entierro en la iglesia de la Santa Cruz de su mentora política, Esther Ballestrino, de las Madres de la Plaza de Mayo, secuestrada, torturada y asesinada por la dictadura militar argentina, en diciembre de 1977, represión que aún hoy día defiende Javier Millei.

El 13 de marzo de 2013, Bergoglio fue elegido Sumo Pontífice de la Iglesia católica, impulsando un papado progresista, muy diferente a sus dos predecesores ultraconservadores. Por ejemplo, con 16 años, el soldado Joseph Ratzinger, quien sería el Papa Benedicto XVI, jura fidelidad a Hitler, como miembro del Ejército alemán, en la II Guerra Mundial, y sirvió por dos años en una unidad antiaérea de la Wehrmacht, la fuerza armada unificada de la Alemania nazi, entre 1935 y 1945. De hecho, fue la defensa conservadora de Ratzinger de las más estrictas doctrinas eclesiales, lo que lo definió ante los ojos de seglares y religiosos, hasta que se convirtió en Papa en 2005.

Francisco creció en una familia simpatizante de la histórica Unión Cívica Radical (UCR), un partido de origen socialdemócrata enfrentado con el peronismo. Nunca fue montonero ni comunista, como lo sindican aviesamente sus detractores. Más tarde, siendo cura, abrevó en las luchas de los Pueblos originarios de América, y se formó en la Teología de la Liberación, por lo que impulsó importantes, aunque insuficientes, transformaciones en las caducas estructuras eclesiales, que aún bregaban con una visión medieval. Así, Bergoglio fue odiado por la curia inquisitorial y reaccionaria, y cuestionado por la izquierda ligada a la iglesia católica, que consideraba que sus reformas eran muy tibias.

Con sus carencias y contradicciones, sin duda alguna Francisco ha sido el Papa más progresista en la historia, en el marco de una estructura eclesial muy conservadora, permeada por la secrecía, y regida por círculos de poder poco transparentes, que no rinden cuentas a nadie. Una de sus posturas más avanzadas, que generó gran polémica, fue su repudio a la «Doctrina del Descubrimiento» y pidió perdón por los «pecados» de la colonización. Esta Doctrina está constituida por una serie de ideas que justificaban la confiscación de tierras y la colonización de los pueblos indígenas en América, por parte de potencias coloniales. El Papa Francisco, junto al Vaticano, repudió formalmente esta doctrina y sustentó que las bulas papales que la respaldaban no reflejaban la dignidad de los Pueblos indígenas, y ha reconocido el sufrimiento de estos Pueblos originarios.

El espacio editorial es muy reducido para poder reseñar el vasto legado del Papa Francisco, pero intentaré resumir algunos temas torales, comenzando con el de la ética. Bergoglio guio su acción pastoral reiterando la primacía de la vida sobre la muerte. Por ello, emitió la encíclica Laudato Si, sobre el Cuidado de la Casa Común, haciendo un llamado a la acción para proteger el medio ambiente y promover una ecología integral, que abarca la dimensión social, económica y espiritual. Se enfoca en la urgencia de cuidar la Tierra, que es nuestra casa común, y en la necesidad de transformar los modelos económicos y sociales para lograr un desarrollo sostenible y justo, cuestionando el neoliberalismo, la exclusión, la sobreexplotación, la pobreza y el hambre, convirtiéndose en un Papa descolonizador, lo que le granjeó muchos y muy poderosos enemigos dentro y fuera del Vaticano.

Cerró filas con los excluidos, los pobres, los indígenas, los migrantes y las mujeres, a quienes les abrió importantes espacios de participación eclesial, incluso a cargo de estructuras de peso, como algunos Dicasterios y Sínodos. Se opuso a toda forma de discriminación por razones de etnia, clase o género, defendiendo el derecho de la diversidad sexual a formar parte de la iglesia católica, lo que le valió críticas y rechazo de diversos sectores oscurantistas.

Asumió una visión geoestratégica progresista, se opuso al genocidio en Gaza, enfrentándose a EE. UU. e Israel, condenó la carrera armamentista y la guerra, y medió en diferentes conflictos, como en Venezuela.

Abogó por una forma nueva e integral de entender la caridad, con una visión social y política, sosteniendo que su fin último es la defensa del bien común, en beneficio de los movimientos sociales y los Pueblos originarios. Por ello, promovió tres importantes reivindicaciones sociales: tierra, trabajo y techo; las tres T solía decir.

Ahora, la iglesia católica se enfrenta al proceso de elección de un nuevo pontífice, lo cual no será ni fácil ni exento de controversias. Con 1,375 millones de fieles, el catolicismo representa el 17.7% de la población mundial, de los cuales el 48% está en América, el 20% en Europa y un creciente 18% en África. Cuenta con 5,000 obispos y 400 mil sacerdotes, constituyendo la religión más numerosa del orbe, poseedora de grandes riquezas y un enorme poder, que Francisco orientó hacia los desheredados del mundo.

Entre otras medidas, Jorge Mario Bergoglio fiscalizó y transparentó las finanzas del Vaticano, ordenó recortarle el salario a los cardenales y obispos, y logró reducir el poder del Opus Dei en el Vaticano, por lo menos formalmente. Fueron pocos sus logros para enfrentar, juzgar y transparentar los abusos sexuales de obispos y curas en el mundo, defraudando a miles de víctimas.

Durante su papado, Francisco alcanzó a nombrar 164 nuevos cardenales, de un total de 254. De ellos, solamente 135 integran el Colegio Cardenalicio y serán electores. Se estima que 109 cardenales responden a la corriente de Bergoglio, pero no se sabe cuántos serán influidos, comprados o intimidados, por lo que es prematuro y aventurado decir cuándo habrá humo blanco y quién será el nuevo pontífice. Lo cierto es que las fuerzas conservadoras y oscurantistas se mueven frenéticamente para que el próximo Papa no sea un religioso progresista, como Bergoglio.

En enero del presente año, el Papa Francisco publicó su autobiografía, la cual intituló Esperanza. A eso y a su trayectoria de vida se debe el título de esta columna.

El domingo pasado, durante su última homilía, el Papa Francisco insistía en que ser feliz no significa tener una vida perfecta, sino aprender a atravesar las tormentas con dignidad, a aceptar los fracasos como lecciones, a encontrar belleza en lo simple y en lo oculto. “Ser feliz es dejar vivir a la criatura que vive en cada uno de nosotros, libre, feliz y sencilla”, escribió. Fue una homilía profundamente humana, casi confesional, en la que Francisco repasó lo esencial en la vida: la gratitud, el perdón, la humildad, el coraje de amar.

Que descanse en paz.

Víctor Ferrigno F.

Jurista, analista político y periodista de opinión desde 1978, en Guatemala, El Salvador y México. Experiencia académica en las universidades Rafael Landívar y San Carlos de Guatemala; Universidad de El Salvador; Universidad Nacional Autónoma de México; Pontificia Universidad Católica del Perú; y Universidad de Utrecht, Países Bajos. Ensayista, traductor y editor. Especialista en Etno-desarrollo, Derecho Indígena y Litigio Estratégico. Experiencia laboral como funcionario de la ONU, consultor de organismos internacionales y nacionales, asesor de Pueblos Indígenas y organizaciones sociales, carpintero y agro-ecólogo. Apasionado por la vida, sobreviviente del conflicto armado, luchador por una Guatemala plurinacional, con justicia, democracia y equidad.

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