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El presidente Donald Trump declaró el 2 de abril de 2025 como el Día de la Liberación en Estados Unidos, dando inicio a una guerra mundial de aranceles.

Utilizando los poderes de emergencia nacional que la Constitución de EE. UU. le otorga, Trump anunció aranceles del 10% sobre todas las importaciones desde Estados Unidos, y aranceles aún más altos sobre bienes provenientes de unos 60 países o bloques comerciales que tienen un balance comercial favorable ante EE. UU. Eso incluye a China y la Unión Europea, que tendrán nuevos aranceles del 34% y 20%, respectivamente.

Un día después del anuncio del presidente republicano, un alto funcionario de la Casa Blanca se refirió a los déficits comerciales de EE. UU. como una emergencia nacional, que debe abordarse para conservar las fábricas y los empleos en EE. UU.

Tal afirmación alarmista y sesgada obliga a preguntar ¿es terrible que EE.UU. tenga déficits comerciales con todos esos países? No necesariamente. Muchos países tienen un balance comercial favorable ante EE. UU; según datos comerciales oficiales, ese país importa US$ 230,000 millones más de lo que exporta a la Unión Europea, y compra US$ 300,000 millones más a China de lo que le exporta, pero a cambio obtiene bienes y servicios que su sociedad requiere.

Para explicar el fenómeno, la cadena noticiosa CNN entrevistó al profesor de economía de la Universidad de Troy, John Dove, quien respondió que “Cuando voy al supermercado y compro comestibles en efectivo, tengo un déficit comercial con mi supermercado, pero ¿significa eso que estoy en peor situación? Obviamente no. Esos son bienes que quiero, y no necesito ofrecer un bien o servicio recíproco a cambio. Eso no es necesariamente bueno ni malo. Simplemente es lo que es”.

En conclusión, el déficit comercial de EE.UU. no es una emergencia que amerite iniciar una guerra arancelaria, que está provocando recesión y caos comercial en todo el orbe, y que ya se le está revirtiendo, afectando a la ciudadanía y al empresariado, generando inflación y desempleo.

Aun así, la administración Trump sostiene que los aranceles destinados a corregir los déficits comerciales son una posible fuente de ingresos públicos para pagar la deuda nacional y financiar recortes de impuestos. Pero es una apuesta arriesgada que podría resultar desastrosa si los países se unen para tomar represalias. “Lo más preocupante es que estos elevados aranceles generalizados incentivan a nuestros socios comerciales a tomar represalias contra nosotros”, declaró Dove.

Los países afectados ya están ripostando a las medidas arancelarias, lo cual “podría acabar muy rápidamente en una situación en la que el 25 % de la economía mundial compita contra el 75 % restante”, añadió, “y puedo decirles quién saldrá ganando en ese aspecto”, advirtió el profesor de la universidad de Troy.

Tal situación provocó que el líder de la minoría de la Cámara de Representantes, Hakeem Jeffries, declarara en una conferencia de prensa: “Los republicanos están estrellando la economía estadounidense en tiempo real y llevándonos a una recesión. Este no es el Día de la Liberación, es el Día de la Recesión”.

Las acciones más recientes de Trump representan el mayor incremento en los aranceles de EE.UU. en casi un siglo, desde la emisión de la Ley Arancelaria Smoot-Hawley de 1930, que tuvo nefastas consecuencias para Washington. Los economistas de aquella época advirtieron sobre los efectos nocivos de la norma, y el mercado bursátil reaccionó negativamente a su aprobación, lo que coincidió con el inicio de la Gran Depresión, precipitándola y agravándola. La normativa proteccionista elevó el precio de las importaciones hasta el punto de volverlas inasequibles para todos, salvo para los ricos, y redujo drásticamente la cantidad de bienes exportados, contribuyendo así a las quiebras bancarias, sobre todo en las regiones agrícolas.

En los dos años siguientes, unas dos docenas de países adoptaron aranceles similares de «empobrecimiento del vecino», lo que agravó una economía mundial ya en crisis y redujo el comercio global. Las importaciones y exportaciones estadounidenses desde y hacia Europa cayeron aproximadamente dos tercios entre 1929 y 1932, mientras que el comercio global en general disminuyó a niveles similares durante los cuatro años de vigencia de la legislación, por lo que el siguiente presidente, Franklin D. Roosevelt, tuvo que derogarla.

La escalada de la guerra comercial va en aumento, con graves consecuencias. La república Popular China ripostó a Trump subiendo sus aranceles, y el republicano respondió que si no se doblega este miércoles 9 de abril EE.UU. les impondrá una tarifa del 104%. Xi Jinping no se arredró y advirtió que el país asiático también subirá proporcionalmente sus aranceles y, además, prohibirá la exportación de tierras raras y otros minerales, que son vitales para la industria tecnológica y militar de EE. UU., lo que acelerará una recesión económica, que ya ha sido anunciada por la mayoría de agencias bursátiles y bancos internacionales. Sin excepción, todas las bolsas en el mundo han sido afectadas a la baja, generando pérdidas archimillonarias.

Varios reputados historiadores han argumentado que Ley Arancelaria Smoot-Hawley, al agravar la Gran Depresión, podría haber contribuido al auge del extremismo político, permitiendo que dictadores como Adolf Hitler, Benito Mussolini y Francisco Franco aumentaran su poder político. A la luz de la historia, habrá que observar cómo la guerra arancelaria reforzará el repunte de la extrema derecha mundial.

 

Al sombrío panorama descrito se suma un asunto igualmente grave: la deuda pública de los gobiernos, que gastan más de lo que ingresan, financiando su déficit con la venta de bonos a inversores privados o extranjeros. EE. UU., el mayor deudor mundial, pagó el año pasado cuatro veces más por intereses de su deuda que hace 10 años, lo que se está convirtiendo en una situación insostenible, pues se duda que tal deuda se pueda pagar, en un escenario donde hay inflación creciente y una economía a la baja. Por primera vez, el país del norte destinó más fondos al pago de intereses de deuda, que a sus gastos de defensa.

Es previsible que la crisis económica que ya comenzó afecte, particularmente, a los países en vías de desarrollo, lo cual incrementará exponencialmente los flujos migratorios a la Unión Europea, desde África, y a EE. UU. desde Latinoamérica y el Caribe, con las consecuencias conocidas.

Todo lo anterior sucede mientras la deuda pública de Estados Unidos se eleva actualmente a la astronómica suma de 34,000 millardos de dólares, y una tercera parte de esa suma colosal está en manos de inversionistas extranjeros, según la publicación especializada Forbes. Si algunos acreedores clave de Estados Unidos, como China y Arabia Saudita, exigieran el pago de lo que se les debe, se desataría una crisis económica de proporciones colosales, similar a la de 1929.

Eso nos lleva a plantear que la guerra arancelaria desatada por Donald Trump podría ser una cortina de humo, mediante la cual está tratando de aplicar un control de daños ante el posible derrumbe económico del “imperio estadounidense”.

Víctor Ferrigno F.

Jurista, analista político y periodista de opinión desde 1978, en Guatemala, El Salvador y México. Experiencia académica en las universidades Rafael Landívar y San Carlos de Guatemala; Universidad de El Salvador; Universidad Nacional Autónoma de México; Pontificia Universidad Católica del Perú; y Universidad de Utrecht, Países Bajos. Ensayista, traductor y editor. Especialista en Etno-desarrollo, Derecho Indígena y Litigio Estratégico. Experiencia laboral como funcionario de la ONU, consultor de organismos internacionales y nacionales, asesor de Pueblos Indígenas y organizaciones sociales, carpintero y agro-ecólogo. Apasionado por la vida, sobreviviente del conflicto armado, luchador por una Guatemala plurinacional, con justicia, democracia y equidad.

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