A Marylena Bustamante, quien durante 41 años ha buscado inclaudicablemente a su hermano Emil, exigiendo verdad y justicia.
La estridente amenaza de Donald Trump de ocupar militarmente la Franja de Gaza, en el Medio Oriente, desplazar a dos millones de gazatíes a Marruecos, y reconstruir la zona para edificar complejos turísticos de lujo frente al mar Mediterráneo, ha causado estupor e indignación, y es percibida como un disparate del nuevo presidente estadounidense.
Más que un despropósito de Trump, la coacción responde a la manera que el controvertido presidente gusta tratar los conflictos: hace fuertes amenazas y declaraciones altisonantes, para después negociar con ventaja, sabiendo el enorme peso que EE. UU. representa militar, política y económicamente.
El mismo esquema recién aplicó con Panamá, amenazando con recuperar militarmente el Canal Interoceánico, si no accedían a sus exigencias. Después, llegó el Secretario de Estado, Marco Rubio y, mediante una “negociación diplomática”, obtuvo lo que querían: tránsito gratuito para sus barcos de guerra, y revertir los acuerdos del país caribeño con la República Popular de China, para abrirse a la Ruta de la Seda en el Caribe.
El mismo esquema está aplicando Donald Trump con Dinamarca, para “comprar” Groenlandia, construir bases militares y apropiarse de sus yacimientos de minerales e hidrocarburos, e impedir que Rusia y China finalicen la Ruta de la Seda en el Ártico, la cual ha avanzado mucho en infraestructura (náutica y militar) y la puesta en operaciones de enormes buques tanque para extraer el petróleo y el gas polar, así como rompehielos atómicos que permitirán la navegación todo el año.
Cuatro son los objetivos de la propuesta trumpista para Gaza: en primer término, apropiarse de los yacimientos de gas natural de sus costas. A 35 kilómetros de las playas de la Franja de Gaza, bajo el fondo marino del Mediterráneo, yacen dos bolsones de gas de alrededor de 158 km2. Los 30,000 millones de mts3. que encierran estos yacimientos se consideran relativamente pequeños, pero aun así serían suficientes para abastecer a los gazatíes durante 15 años, dándoles soberanía energética y mayor capacidad de resiliencia.
Además, su comercialización levantaría la economía de la Franja, en un contexto de escasez de recursos naturales y de creciente demanda en la región. La reconstrucción de la Franja de Gaza, devastada por los ataques de las fuerzas israelíes, costará más de 53,000 millones de dólares, según un informe del secretario general de la ONU, Antonio Guterres.
En un segundo término, el presidente Trump pretende bloquear la Ruta de la Seda en el mar Mediterráneo. El derrotero trazado por Pekín implica crear las infraestructuras necesarias para que los buques chinos puedan alcanzar, de manera segura, el Mediterráneo, tras navegar por el Canal de Suez. Además, los planes de la República Popular China no se detienen a las puertas de Europa, ya que quiere llegar a Atenas, surcando el mar Egeo y de ahí pasar a Venecia, donde buscará las rutas terrestres que hagan posible el desplazamiento de sus mercancías por toda la Unión Europea.
En tercer lugar, Donald Trump pretende apoyar la constitución del Gran Israel, como su aliado incondicional, un plan de expansión en curso para Oriente Medio y el norte de África. El presidente electo de Estados Unidos dijo, en agosto de 2024, que el Estado sionista “es un pequeño punto… ¿hay alguna manera de conseguir más?”.
Actualmente, hasta los efectivos de las Fuerzas de Defensa Israelí (FDI) portan insignias que representan un mapa del Gran Israel que incluye toda Palestina, Jordania, Líbano y grandes franjas de Siria, Irak, el norte de Arabia Saudita y Egipto.
David Ben Gurion, el primer Primer Ministro del régimen sionista, al anunciar la formación de Israel, no mencionó ninguna frontera terrestre. Más bien, hizo una vaga referencia a la creación de un Estado en la “región occidental de nuestras tierras”. Y cuando se le preguntó directamente cuáles eran las fronteras de Israel, respondió que eran dondequiera que se posaran las botas del soldado israelí más lejano. O sea que Israel y sus aliados reivindican su derecho divino a tener un “Lebensraum”, un “espacio vital” para su sobrevivencia. Esta fue la reivindicación del Tercer Reich para invadir media Europa, dando origen a la Segunda Guerra Mundial.
En cuarto lugar, está la absurda propuesta de los manejos inmobiliarios del yerno de Trump, Jared Kushner, quien había propuesto desde la primavera del año pasado el desplazamiento de los habitantes de Gaza, para edificar complejos turísticos de lujo en la costa mediterránea. Tal proyecto no tiene futuro, en una región plagada de violencia y enfrentamientos armados.
El pasado 4 de febrero, el presidente Trump aseguró durante una conferencia conjunta con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, que el país norteamericano se «adueñará» de la Franja de Gaza. La amenaza trumpista es inviable, pero no está concebida para que funcione, sino que tiene el propósito de alarmar, indignar y someter en la mesa de negociación. Casi todos los países árabes vecinos se han declarado en contra, y los habitantes de Gaza ya han anunciado que no dejarán su tierra. Los expertos de la ONU en DD.HH. anunciaron que un desplazamiento forzado de gazatíes como el propuesto, podría constituir varios delitos de lesa humanidad.
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, instó este 5 de febrero a la comunidad internacional a apoyar a la Autoridad Palestina en la Franja de Gaza como parte de los esfuerzos para la recuperación del enclave tras el conflicto armado con Israel, así como a garantizar la integridad de todos los territorios ocupados.
«Debemos trabajar para preservar la unidad, la contigüidad y la integridad del territorio palestino ocupado y la recuperación y reconstrucción de Gaza. Una gobernanza palestina fuerte y unificada es crucial. La comunidad internacional debe apoyar a la Autoridad Palestina en este sentido», dijo Guterres en una reunión del Comité de la ONU. Además, Guterres reiteró el compromiso de la ONU con la solución de dos Estados que, según dijo, debe incluir el «establecimiento de un Estado palestino independiente, con Gaza como parte integral».
Francesca Albanese, relatora especial sobre la situación de los derechos humanos en los Territorios Palestinos Ocupados, declaró en marzo pasado, durante la presentación de su informe Anatomía de un genocidio: «En concreto, Israel ha cometido tres actos de genocidio con la intención requerida: causar graves daños físicos o mentales a miembros del grupo; infligir deliberadamente al grupo condiciones de vida calculadas para provocar su destrucción física total o parcial; imponer medidas destinadas a impedir los nacimientos dentro del grupo», declaró.
La resolución 2728 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, adoptada el 25 de marzo de 2024, exigió un alto al fuego sostenible y duradero. Asimismo, exigió la liberación inmediata e incondicional de todos los rehenes, y garantizar el acceso humanitario para abordar sus necesidades médicas y humanitarias.
En este contexto, Albanese pidió a los Estados miembros que cumplan con sus obligaciones e impongan un embargo de armas y sanciones a Israel. Afirmó que negar la realidad y mantener la impunidad y el excepcionalismo de Israel ya no es viable, especialmente a la luz de la resolución vinculante del Consejo de Seguridad. Además de matar a más de 30,000 palestinos, entre ellos 13,000 niños, las fuerzas israelíes utilizaron «un arsenal apocalíptico» en uno de los lugares más densamente poblados del planeta.
En el marco de la reconfiguración geopolítica mundial, la postura ética que la humanidad adopte ante el terrible genocidio cometido en la Franja de Gaza será determinante para saber si como especie tenemos futuro.