En Ucrania se ha estado librando una guerra de quinta generación; se trata de una guerra que se enfoca particularmente en la lucha en el escenario cognitivo de las masas. De esta manera, las redes sociales, el internet y el ciberespacio han generado un nuevo escenario de combate, en el que no necesariamente interesa ganar o perder, sino demoler la fuerza intelectual del enemigo, obligándolo a buscar un compromiso, valiéndose de cualquier medio, incluso sin uso de las armas. Se trata de una manipulación directa del ser humano a través de su parte neurológica. Teléfonos, computadores, televisores y radios están inundados de bulos, fake-news, o medias verdades, para preparar el ánimo de la humanidad ante una conflagración de gran escala, con combates reales y miles de muertos.

A través de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) EE. UU. ha promovido una guerra en el corazón de Europa, con tres propósitos: primero, limitar el desarrollo militar y económico de Rusia; en segundo lugar, minar la alianza chino-rusa, y en tercer término, usar la conflagración para mejorar la imagen y el dominio de Joe Biden, y revitalizar el alicaído complejo militar industrial, nodo de la economía de EE. UU.

El plan de EE. UU., al forzar una solución militar en Ucrania, ha sido debilitar la capacidad de Rusia para apoyar a China, Siria, Irán y otros países que no se han plegado a la potencia del norte. La idea central de la OTAN es impedir que cualquier país desarrolle una política independiente del orden mundial instituido por los estadounidenses. El objetivo final, como ha dicho Biden más de una vez, es la República Popular China: es nuestro enemigo número uno, ha repetido en sus discursos.

Este es el origen de la guerra en Ucrania; en realidad los neoconservadores estaban convencidos que el pueblo ruso se levantaría contra el presidente Vladimir Putin y se produciría un cambio de régimen, que traería un personaje pro-occidental tipo Boris Yeltsin. Pero el resultado ha sido todo lo contrario. No es de extrañar que cuando un país está bajo ataque, la tendencia de cualquier población es unirse detrás del líder. Y por eso, el índice de aprobación de Putin ha subido al 80 por ciento, mucho más alto que cualquier líder estadounidense o europeo.

Lo que sucedió es que, en lugar de que la OTAN haya dividido a China de Rusia, ha unido a muchos países que luchan por tener una política independiente y soberana. Simplemente lo hacen por la necesidad de proteger sus propias economías de las sanciones estadounidenses.

En lugar de aislar a Rusia y a China, la OTAN ha logrado unir a los BRICS, a Eurasia y a la mayoría de países del Sur Global, que están empezando a construir su propio nuevo orden mundial.

El fracaso en Ucrania es muy crítico para la Alianza Atlántica, y si no logran derrotar a Rusia, definitivamente no van a poder contra China. Además, muchos miembros de la OTAN están involucrados económicamente con China. Por lo que no van a estar de acuerdo con una estrategia que apunte a Pekín.

El costo que van a tener que pagar por esta aventura bélica no solo será militar sino también económico y político. Las perturbaciones económicas han creado descontento popular y varios gobiernos se desestabilizaron, como los de Alemania y Francia.

Las formaciones políticas de derecha y de ultraderecha avanzaron electoralmente en casi toda Europa con un discurso ultranacionalista, basado en el rechazo a la migración de africanos, y cuestionando la obligación de asignar el 2% del PIB de cada país a la OTAN, mientras no se destinan suficientes fondos a las necesidades nacionales. El rechazo a mandar combatientes a Ucrania fue la cuestión que más votos les representó, cuestiones que ponen en duda la posibilidad de seguir apoyando con fondos y armas a Zelensky, debilitando el apoyo político a la Alianza Atlántica.

En el teatro de guerra ucraniano, el fracaso de la OTAN ha sido estrepitoso. Solamente en 2024 Ucrania perdió 3,600 kms cuadrados, ante el avance militar de la Federación Rusa.

El espacio editorial de esta columna es demasiado corto para reseñar un balance militar detallado, pero es relevante consignar que, al inicio de 2025, Rusia ha lanzado uno de los mayores ataques con drones, que dejan 1,430 soldados ucranianos muertos en 24 horas, más de 40 equipos de la OTAN aniquilados, destrucción de infraestructura crítica y de zonas residenciales en Kiev, la capital de Ucrania.

Después de 3 meses de asedio, Rusia recién anunció la conquista de Kurakhove, convertido en uno de los sectores más calientes y devastados del frente. Allí intervinieron 26 batallones ucranianos, más o menos 15 mil efectivos, y Rusia estima que tuvieron pérdidas de 12 mil efectivos.

Además, en las últimas semanas Rusia ha tomado uno de los mayores yacimientos de litio de Europa, ubicado en las afueras del pueblo de Shevchenko, en Donetsk, que cuenta con más o menos 6 millones de toneladas de categoría C-1 y unos 8 millones de toneladas de categoría C-2 del preciado mineral energético.

Los efectivos rusos recién anunciaron que capturaron Chassiv Yar, un torreón elevado que abrirá el camino a Rusia hacia otras ciudades de la región: Kramatorsk, Druzhkivka, Sloviansk y Kostiantynivka, razón por la cual era fundamental para el sistema defensivo ucraniano, que queda altamente debilitado.

Diversas fuentes de Inteligencia sostienen que Ucrania retrocede en su propio territorio, mientras Rusia avanza lento, pero sin pausa. Consideran que se trata de una fracasada escalada del conflicto por parte de Zelensky, para evitar que Donald Trump imponga negociaciones de paz, cuando tome posesión. Por eso Ucrania ataca objetivos civiles rusos, refinerías no bélicas, edificios de oficinas y centros comerciales, con drones de la OTAN, por lo que Rusia responde brutalmente, con 93 drones contra Kiev.

Ucrania ejecuta una fracasada huida hacia adelante con esta supuesta ofensiva en Kursk, y después de 5 meses solamente suman fracasos, con altos costos en vidas y armamento. Es una mala moneda de cambio ante Trump y las inminentes negociaciones.

En la cumbre de Washington, en julio pasado, la Alianza Atlántica se comprometió a destinar al menos otros 43,000 millones de dólares de apoyo militar para Ucrania en 2025, pero el problema más grave de Kiev es la falta de combatientes, por bajas o por deserción, teniendo que hacer redadas en las ciudades para llenar el cupo militar.

En ese contexto, las mejores armas rusas siguen estando en la retaguardia, y sus mejores batallones aún no forman parte de la lucha. Están usando misiles hipersónicos con moderación. Lo hacen cuando tienen un objetivo muy específico, como el búnker cerca de Lviv en el oeste de Ucrania, donde un misil Kinzhal destruyó las instalaciones de la OTAN, penetrando muchos metros bajo tierra, eliminando oficiales de alta graduación.

La paz en Ucrania y en el resto del mundo es una materia pendiente, y no hay visos de que las fuerzas contendientes estén dispuestas a buscar una solución negociada.

Como señala el analista Eduardo Irastorza, “en el Siglo XXI, el enemigo en una guerra es la propia guerra, porque puede acabar con todo”.

Víctor Ferrigno F.

Jurista, analista político y periodista de opinión desde 1978, en Guatemala, El Salvador y México. Experiencia académica en las universidades Rafael Landívar y San Carlos de Guatemala; Universidad de El Salvador; Universidad Nacional Autónoma de México; Pontificia Universidad Católica del Perú; y Universidad de Utrecht, Países Bajos. Ensayista, traductor y editor. Especialista en Etno-desarrollo, Derecho Indígena y Litigio Estratégico. Experiencia laboral como funcionario de la ONU, consultor de organismos internacionales y nacionales, asesor de Pueblos Indígenas y organizaciones sociales, carpintero y agro-ecólogo. Apasionado por la vida, sobreviviente del conflicto armado, luchador por una Guatemala plurinacional, con justicia, democracia y equidad.

post author
Artículo anteriorLuces, sombras y perspectivas del 2025
Artículo siguiente¿Continuará Trump el expansionismo territorial de Estados Unidos?