Víctor Ferrigno F.

Jurista, analista político y periodista de opinión desde 1978, en Guatemala, El Salvador y México. Experiencia académica en las universidades Rafael Landívar y San Carlos de Guatemala; Universidad de El Salvador; Universidad Nacional Autónoma de México; Pontificia Universidad Católica del Perú; y Universidad de Utrecht, Países Bajos. Ensayista, traductor y editor. Especialista en Etno-desarrollo, Derecho Indígena y Litigio Estratégico. Experiencia laboral como funcionario de la ONU, consultor de organismos internacionales y nacionales, asesor de Pueblos Indígenas y organizaciones sociales, carpintero y agro-ecólogo. Apasionado por la vida, sobreviviente del conflicto armado, luchador por una Guatemala plurinacional, con justicia, democracia y equidad.

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Tras sesenta y un años de gobierno del partido Baaz Árabe Socialista en la República Árabe Siria, cae el régimen de Bashar al-Ásad, derrocado por una alianza opositora armada, liderada por la organización insurgente Hay Tahrir al Sham, (HTS o Comité para la Liberación del Levante), la milicia islamista más poderosa de la oposición siria, la cual ha librado una virtual guerra civil durante los últimos 14 años.

Aunque la estabilidad y la gobernabilidad en Siria eran precarias, no se esperaba un desenlace tan rápido como el protagonizado por la ofensiva militar de apenas 12 días de varias fuerzas insurgentes, encabezadas por HTS, liderada por Abu Mohammad Al Golani, considerado un personaje terrorista por EE. UU., por cuyo paradero ofrecía una recompensa de 10 millones de dólares, apenas en 2017. Hoy día, las empresas mediáticas del Occidente Global lo califican como un opositor moderado de Bashar al-Ásad, el aliado de Rusia e Irán, que el Pentágono quería defenestrar, para lo cual ha estado apoyando a diferentes organizaciones opositoras armadas.

Los ataques iniciales partieron del noroeste del país, dirigidos principalmente por HTS, organización armada que se autoproclamó como Gobierno de Salvación Sirio, y adoptó un discurso moderado, llamando a la unidad nacional contra al-Ásad. A este frente también se incorporó el Ejército Nacional Sirio, un grupo financiado por Turquía.

Ambas agrupaciones capturaron, el 30 de noviembre la ciudad de Alepo; luego, HTS se desplazó hacia el sur, hacia Hama, la cual fue tomada el 5 de diciembre, y después hacia Homs, capturada el 8 de diciembre.

Mientras tanto, en el sur del país, distintos grupos de la oposición aprovecharon la oportunidad y se unieron bajo la bandera de la Sala de Operaciones del Sur, lanzando un ataque contra la capital, Damasco, desde esa dirección.

El Ejército Comando Revolucionario, grupo opositor sirio entrenado en la base militar estadounidense de Al Tanf, también inició al este una incursión, capturando la ciudad de Palmira, y posteriormente se dirigió hacia la capital. Entre el 7 y el 8 de diciembre, las tres fuerzas principales convergieron en Damasco, poniendo fin al Gobierno de Bashar al-Ásad, prácticamente sin encontrar oposición del ejército sirio. El Presidente abandonó el país, y dos días después apareció en Moscú, donde Vladimir Putin le ofreció asilo político.

Tras trece años de guerra civil, el Gobierno de la familia Asad, iniciado por Hafez Asad en 1971, fue derrocado. La República Árabe Siria, antaño una de las más ricas de Oriente Medio, está experimentando una reorganización sin precedentes, cuyo destino final es muy difícil vaticinar, dada la diversidad de actores nacionales e internacionales que intervienen en el conflicto, y a la complejidad étnica y religiosa de la población.

La mayoría de analistas occidentales vaticinan que el país sufrirá una fragmentación, y que cada territorio será gobernado por fuerzas regionales. Por su parte, HTS ha ofrecido mantener la integridad territorial de Siria, así como la tolerancia religiosa, y respetar la diversidad étnica, temas que interesan mucho a la población. A Rusia, Irán, Turquía, Israel y al propio EE. UU. también les interesa que se mantenga la integridad territorial y una gobernabilidad estable, no yihadista, para evitar mayor anarquía en Oriente Medio.

Los orígenes de este declive se remontan a las protestas de la Primavera Árabe de 2011, durante la cual los manifestantes decidieron levantarse en armas, con la participación de diversos grupos, incluidos los yihadistas, convirtiéndose en una guerra civil, que solo se estabilizó luego que Rusia entrara en el conflicto en 2015, con el objetivo de eliminar a los terroristas de Daesh, el autoproclamado Estado Islámico, y sus aliados.

La entrada de Rusia al conflicto permitió al Gobierno sirio recuperar territorios perdidos, tanto por los terroristas como por la oposición armada. Esto, a su vez, propició la celebración de un acuerdo de alto el fuego en 2016, con la mediación de Rusia, Turquía e Irán.

A pesar que su dirigencia deviene del Estado Islámico, actualmente HTS aboga por la unidad árabe, el respeto a las antiguas instituciones y normas, así como por la elección de un nuevo presidente por el pueblo sirio. Sin embargo, aún está por verse si los hechos se corresponden con el discurso.

A muchas regiones de minorías étnicas y religiosas han llegado emisarios del HTS predicando respeto, y afirmando que «han venido a construir”, prometiendo integridad territorial y física a todas las sectas, a todas las personas, y pidiendo tiempo para que esto ocurra. Parece que el grupo aprendió la lección del pasado, señalan algunos analistas. En Damasco solamente desplegaron banderas nacionales sirias, evitando las consignas radicales.

Se prevé que HTS, en tanto principal grupo armado, va a «definir» el rumbo que tomará Siria en esta nueva fase del conflicto. El líder de HTS, Abu Mohamad Julani, ya ha encomendado la tarea de formar un Gobierno de transición. Hasta entonces, el primer ministro Mohamad Gazi Jalali permanecerá en el cargo, representando a las instituciones gubernamentales en la mesa de negociaciones.

A medida que pasan los días, aparecen evidencias que hubo una negociación bajo la mesa antes de la caída de Bashar al-Ásad, lo cual explicaría la falta de resistencia del ejército sirio ante la toma de Damasco, la constitución de una transición pacífica a cargo del Primer Ministro Gazi Jalali, el asilo político del presidente en Moscú, y el anuncio de HTS que respetará las bases militares rusas en Siria, que tienen un valor estratégico para el país eslavo.

La base naval de Tartus es estratégicamente importante para Rusia, porque desde allí se pueden proyectar fuerzas hacia el Mediterráneo. Mientras que la base aérea de Hmeimim es necesaria para Moscú, para trasladar efectivos y aviones al norte de África, pues toda aeronave tiene que reabastecerse para alcanzar el otro continente.

Mientras se lleva a cabo la incierta transición en Siria, es evidente que el derrocamiento de Bashar al-Ásad cambió el escenario geopolítico de Oriente Medio. Un par de días después del derrocamiento, Israel ocupó una parte del sur de Siria, e invadió una zona desmilitarizada, desde 1974, en las Alturas del Golán, “para procurarse una zona de amortiguamiento ante las amenazas potenciales de los grupos insurgentes”, dijeron.

Organizaciones sirias de DD. HH. reportaron más de 310 ataques aéreos israelitas en Siria, supuestamente para destruir arsenales militares químicos, y evitar que cayeran en manos de HTS, fuerza a la que calificó como terrorista, con una ideología extremista.

Las protestas políticas no se hicieron esperar en distintos foros, mientras que       fuerzas irregulares árabes respondieron con un ataque coordinado de drones contra Israel, que alcanzaron sus objetivos.

El conflicto en Medio Oriente se agudiza y parece que este año, en Belén, en vez de paz, ha nacido una nueva conflagración.

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