Víctor Ferrigno F.

Jurista, analista político y periodista de opinión desde 1978, en Guatemala, El Salvador y México. Experiencia académica en las universidades Rafael Landívar y San Carlos de Guatemala; Universidad de El Salvador; Universidad Nacional Autónoma de México; Pontificia Universidad Católica del Perú; y Universidad de Utrecht, Países Bajos. Ensayista, traductor y editor. Especialista en Etno-desarrollo, Derecho Indígena y Litigio Estratégico. Experiencia laboral como funcionario de la ONU, consultor de organismos internacionales y nacionales, asesor de Pueblos Indígenas y organizaciones sociales, carpintero y agro-ecólogo. Apasionado por la vida, sobreviviente del conflicto armado, luchador por una Guatemala plurinacional, con justicia, democracia y equidad.

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El pasado miércoles 26 de junio, el Consejo del Atlántico Norte decidió nombrar a Mark Rutte, actual Primer Ministro de Países Bajos, como próximo jefe de la alianza militar, a partir del 1 de octubre del año en curso, una vez expirado el mandato de Stoltenberg.

La OTAN, cuyo acuerdo fundacional fue firmado el 4 de abril de 1949 en Washington, es hoy en día el bloque militar más grande del planeta. Con la incorporación de Finlandia y Suecia, en 2023 y 2024, respectivamente, la alianza pasó a tener 32 países miembros que están involucrados, de una u otra manera, en la guerra en Ucrania.

El canciller alemán, Olaf Scholz, felicitó al primer ministro neerlandés, Mark Rutte, por su designación como próximo secretario general de la OTAN. El canciller alemán se mostró seguro de que «la experiencia, el conocimiento de las políticas de seguridad y las habilidades diplomáticas» de Rutte le ayudarán a ejercer este cargo. En términos generales, Scholz describió el nombramiento de Rutte como «una buena elección para la libertad y la seguridad».

Por su parte, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov declaró que «Es poco probable que esta elección pueda cambiar algo en la línea general de la OTAN, que en este momento (​​​…) está trabajando para infligir una derrota estratégica a la Federación de Rusia». Peskov remarcó que por el momento, Moscú considera a la OTAN como «una alianza hostil».

El Kremlin está en lo correcto, al considerar que la OTAN no variará su dirección estratégica, ya que el 29 y 30 de junio de 2022 celebró en Madrid su 32ª Cumbre, marcada por la invasión rusa a Ucrania. Se llevó a cabo un encuentro al que acudieron más de 5,000 personas de 40 delegaciones internacionales, que llegaron a España encabezadas por Jefes de Estado y de Gobierno y Ministros de Defensa y Exteriores. Según el Secretario General de la OTAN, Jens Stoltemberg, declaró entonces: «La Cumbre de Madrid es esencial de cara a un mundo más peligroso e impredecible».

El tema central de la Cumbre fue la redefinición de la estrategia de la Alianza Atlántica. Desde su constitución, en 1949, se han aprobado siete Conceptos Estratégicos; desde la caída del Muro de Berlín, se ha emitido uno cada 10 años aproximadamente (1991, 1999 y 2010) en un esfuerzo por adaptarse a los cambios nodales que el escenario mundial ha ido imponiendo. En esta oportunidad, la OTAN adoptó un enfoque regresivo, definiendo una suerte de nueva guerra fría ante Rusia y China.

La Alianza Atlántica sostuvo que “Nuestro nuevo Concepto Estratégico reafirma que el objetivo principal de la OTAN es garantizar nuestra defensa colectiva sobre la base de un enfoque de 360 grados. Dicho enfoque define los tres cometidos principales de la Alianza: disuasión y defensa; prevención y gestión de crisis; y seguridad cooperativa.

En geopolítica toda acción tiene una reacción, como la vivida en Ucrania. A la luz del Derecho Internacional, según los tratados de la ‎ la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) toda la expansión de ‎la OTAN hacia el este es ilegal. Además, las sanciones impuestas a Rusia por EE. UU. y la Unión Europea son arbitrarias e ilegales; solamente el Consejo de Seguridad de la ONU está facultado para decretar sanciones contra países soberanos. Es claro que Rusia también violenta el orden legal internacional al atacar a Ucrania, pero su gobierno alega que lo hace en legítima defensa. Esto es lo que no se ventila en las empresas mediáticas occidentales.

Desde el punto de vista geoestratégico el trasfondo es tan sencillo como difícil: la OTAN ha ignorado los convenios que limitaban su expansión hacia Rusia, y con la integración de Ucrania, Suecia y Finlandia a la alianza militar, los misiles de EE. UU. estarán a siete minutos del Kremlin. Ante esta realidad Rusia se defenderá, y el riesgo es una tercera guerra mundial, que occidente no tiene visos de ganar; será toda la humanidad quien sufra por una guerra sin sentido.

Asistimos a la desintegración del orden internacional creado al final de la Guerra Fría, y averiguaremos a un alto costo cuáles serán las consecuencias en los ámbitos político, de seguridad y defensa europeas.

En este pérfido ajedrez político, la OTAN subestimó la reacción de la Federación Rusa, que invadió Ucrania. Pero la llamada Operación Especial de Rusia subestimó, a su vez, la posibilidad de una reactivación de la OTAN, la cual el Presidente Macron diagnosticó con muerte cerebral. La invasión a Ucrania brindó al presidente Joe Biden el escenario ideal para reactivar la Alianza, bajo hegemonía estadounidense.

En Madrid se firmó un nuevo Concepto Estratégico de la OTAN, que es una hoja de ruta para una conflagración mundial contra Rusia o contra China, o contra ambas. El nuevo Concepto Estratégico antlantista, en su numeral 8, sostiene que “La Federación Rusa es la amenaza más importante y directa para la seguridad de los Aliados y para la paz y la estabilidad en la zona euroatlántica. Procura establecer esferas de influencia y control directo mediante la coacción, la subversión, la agresión y la anexión”.

En la Cumbre de Madrid, la OTAN oficializó la incorporación de Suecia y Finlandia, países fronterizos con Rusia, y acordó desplegar 300 mil soldados en el este de Europa. Putin respondió amenazando que Rusia desplegará efectivos y armamento en la misma proporción. Moscú considera a la OTAN como una amenaza y la acusó de tener «ambiciones imperiales» y de intentar afirmar su «supremacía» a través del conflicto ruso-ucraniano. Ambas partes definen un escenario bélico, en el que los muertos, heridos y refugiados los ponen los pueblos que casi nunca son consultados.

Recientemente se hizo pública una encuesta del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores sobre la opinión de los ciudadanos europeos, respecto a la guerra de Ucrania. Según la encuesta, el 35% de los europeos apoya la paz aunque no implique derrotar a Rusia y, además, consideran que Ucrania debe ceder territorio a cambio de parar la guerra, frente a un 22% que considera que no debe haber paz sin derrota de Rusia, ni tampoco cesión de los territorios conquistados por el ejército ruso. Se registró otro 20% de europeos que temen una escalada nuclear y que consideran urgente alcanzar un acuerdo de inmediato. O sea que un 57% apoya la paz.

Por si fuera poco, en Madrid la OTAN definió que “Las ambiciones declaradas y las políticas coercitivas de la República Popular China (RPC) ponen en peligro nuestros intereses, nuestra seguridad y nuestros valores”.

Inmediatamente China arremetió contra el nuevo Concepto Estratégico atlantista, al que calificó de estar «sesgado ideológicamente» y de «ser propio de la Guerra Fría», y prometió «respuestas firmes y enérgicas» a todo acto que, a su criterio, «socave» sus intereses.

Así, asistimos al preludio de una guerra mundial sin sentido.

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