Tras 14 años de prisión, de litigio y de lucha política y mediática, Julian Assange salió libre el pasado lunes, tras negociar un acuerdo con el gobierno de EE. UU. que le permitirá evitar ser extraditado a este último país.
Según revelaron documentos judiciales, en las próximas horas Assange se declarará culpable del delito de conspiración para obtener y revelar información de Defensa Nacional, ante una corte de las Islas Marianas del Norte, un territorio estadounidense en el Pacífico, y aceptará una pena de 62 meses de prisión, que ya cumplió en la cárcel de máxima seguridad de Belmarsh, por lo que recuperará plenamente su libertad.
Según una carta del Departamento de Justicia de EE. UU., Assange tiene previsto regresar a su natal Australia.
WikiLeaks informó este lunes a través de un comunicado de la liberación de Assange. «Julián Assange es libre. Salió de la prisión de máxima seguridad de Belmarsh en la mañana del 24 de junio, después de haber pasado allí 1,901 días. El Tribunal Superior de Londres le concedió la libertad bajo fianza y fue liberado en el aeropuerto de Stansted durante la tarde, donde abordó un avión y partió del Reino Unido», se lee en el comunicado publicado en X. Presuntamente, el Alto Comisionado de Australia en el Reino Unido, Stephen Smith, lo acompañó.
Su esposa, Stella Assange, dio las gracias en X a sus seguidores «que se han movilizado durante años y años para que esto se haga realidad». «Es un torbellino de emociones, estoy eufórica, es increíble, no parece real», ha dicho la esposa del fundador de WikiLeaks a BBC Radio 4.
Según la esposa, «existe un acuerdo de principio entre Julian y el Departamento de Justicia de EE. UU., que deberá ser firmado por un juez en este territorio estadounidense del Pacífico sur. Una vez que el juez lo firme, ya será formalmente real», ha dicho Stella Assange, «y será un hombre libre».
Según la agencia AFP, el avión en el que viaja Assange aterrizó a las 5:30 GMT en el aeropuerto de la capital tailandesa, Bangkok, donde hará una escala para reabastecerse antes de partir a la isla Saipán, en el territorio de las Islas Marianas del Norte, a las que está previsto que llegue el miércoles 26 de junio, por la mañana.
El portal WikiLeaks, fundado y dirigido por Assange, se hizo mundialmente famoso luego de que, en 2010, la ex analista de inteligencia del Ejército de Estados Unidos, Chelsea Manning, entregara 700 mil documentos clasificados que fueron publicados por el portal.
El sitio web también develó secretos de países como Colombia, Kenia, Perú, Siria, Arabia Saudita, Rusia y Noruega, entre otros, publicitando crímenes de Estado, de los cuales hoy nadie habla, y permiten que maten al mensajero.
En abril de 2019, Julian Assange fue entregado a las autoridades británicas tras siete años de asilo en la Embajada de Ecuador en Londres, luego de que el ex presidente Lenin Moreno lo expulsó de la legación diplomática, a pedido de EE. UU., en un acto de inaudito servilismo.
Inicialmente, la justicia londinense denegó la extradición de Assange a EE. UU, por razones de salud, no por las violaciones a su libertad de expresión. Los delitos por los que Assange es requerido en Estados Unidos sumarían una condena de más de 175 años de cárcel; en total son 17 cargos, entre los que se cuentan conspiración para acceder a información confidencial y clasificada.
El caso de Julian Assange es una clara confrontación entre la prensa y el poder estatal, que mata, tortura y miente, y se reserva el derecho de perseguir a quien le desenmascare. Toda la humanidad debería indignarse e insurreccionarse contra tan atroz injusticia, pero aún somos pocos quienes levantamos nuestra voz por la libertad de expresión.
En sociedades con una institucionalidad tan frágil como la nuestra, la prensa debe jugar un papel de equilibrio frente a los desmanes del poder, evidenciándolo y analizándolo, constituyéndose en un virtual contrapoder. Sin embargo, debe cuidar de no convertirse en un poder en sí misma, pues corre el riesgo de constituirse en la prensa del poder, sea este económico, político o militar.
El 11 de marzo de 1994, la Conferencia Hemisférica sobre Libertad de Expresión, celebrada en México, D.F. adoptó la Declaración de Chapultepec, que contiene diez principios fundamentales.
Hace 30 años, en su expresión final, la Declaración de Chapultepec postuló un compromiso que todo demócrata debe defender: “La lucha por la libertad de expresión y de prensa, por cualquier medio, no es tarea de un día; es afán permanente. Se trata de una causa esencial para la democracia y la civilización en nuestro hemisferio. No sólo es baluarte y antídoto contra todo abuso de autoridad: es el aliento cívico de una sociedad. Defenderla día a día es honrar a nuestra historia y dominar nuestro destino”.