Hoy día, la humanidad vive uno de los momentos más riesgosos, desde el fin de la Guerra Fría, pues se han conformado tres frentes de guerra, en distintas zonas geopolíticas, en los que participan actores que poseen armas atómicas.
El primer frente es Ucrania, al este de la Unión Europea (UE), donde se libra una conflagración entre la OTAN y la Federación Rusa, que ha dejado miles de muertos, varios millardos de heridos y millones de refugiados ucranianos que buscan protección en los países vecinos, con el consecuente drama y dolor humano.
En la conflagración de Ucrania, asistimos a la desintegración del orden internacional creado al final de la Guerra Fría, y averiguaremos a un alto costo cuáles serán las consecuencias en los ámbitos político, de seguridad y defensa mundiales.
Como he sostenido en anteriores columnas, desde el punto de vista geoestratégico, el trasfondo es que la OTAN ha ignorado los convenios que limitaban su expansión hacia Rusia, y si Ucrania se integra a la alianza militar, los misiles de EE. UU. estarán a siete minutos del Kremlin, situación que Rusia no va a permitir.
A la luz del Derecho Internacional, según los tratados de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) toda la expansión de la OTAN hacia el este es ilegal. Además, las sanciones impuestas a Rusia por EE. UU. y la Unión Europea son arbitrarias e ilegales; solamente el Consejo de Seguridad de la ONU está facultado para decretar sanciones contra países soberanos. Es claro que Rusia también violenta el orden legal internacional al atacar a Ucrania, pero su gobierno alega que lo hace en legítima defensa. Ayer, el presidente ruso, Vladímir Putin, advirtió a Europa de “graves consecuencias” en caso de que los países de la OTAN permitan a Ucrania el uso de armamento occidental contra objetivos en territorio ruso. “¿Acaso desean un conflicto global?”, preguntó a los aliados de Ucrania.
Esto es lo que no se ventila en las empresas mediáticas occidentales. El riesgo es una tercera guerra mundial, donde toda la humanidad sufriría por una guerra sin sentido.
A mediados de 2022, la OTAN celebró en Madrid su 32ª Cumbre, marcada por la invasión rusa a Ucrania. El 29 y 30 de junio se llevó a cabo un encuentro al que acudieron más de 5,000 personas de 40 delegaciones internacionales, que llegaron a España encabezadas por Jefes de Estado y de Gobierno y Ministros de Defensa y Exteriores. Según el Secretario General de la OTAN, Jens Stoltemberg, «La Cumbre de Madrid es esencial de cara a un mundo más peligroso e impredecible».
En Madrid se firmó el nuevo Concepto Estratégico de la OTAN, que es una hoja de ruta para una conflagración mundial con Rusia o con China, o con ambos Estados. El nuevo Concepto Estratégico atlantista, en su numeral 8, sostiene que “La Federación Rusa es la amenaza más importante y directa para la seguridad de los Aliados y para la paz y la estabilidad en la zona euro-atlántica. Procura establecer esferas de influencia y control directo mediante la coacción, la subversión, la agresión y la anexión”.
Además, acordó desplegar 300 mil soldados en el este de Europa. Putin respondió amenazando que Rusia desplegará efectivos y armamento en la misma proporción. Moscú considera a la OTAN como una amenaza y la acusó de tener «ambiciones imperiales» y de intentar afirmar su «supremacía» a través del conflicto ruso-ucraniano. Ambas partes definen un escenario bélico, en el que los muertos, heridos y refugiados los ponen los pueblos que casi nunca son consultados.
Por si fuera poco, en Madrid la OTAN definió que “Las ambiciones declaradas y las políticas coercitivas de la República Popular China (RPC) ponen en peligro nuestros intereses, nuestra seguridad y nuestros valores. La República Popular China emplea una amplia gama de instrumentos políticos, económicos y militares para ampliar su presencia en el mundo y proyectar poder, al tiempo que mantiene la opacidad sobre su estrategia, sus intenciones y su rearme militar”.
Inmediatamente China arremetió contra el nuevo Concepto Estratégico atlantista, al que calificó de estar «sesgado ideológicamente» y de «ser propio de la Guerra Fría», y prometió «respuestas firmes y enérgicas» a todo acto que, a su criterio, «socave» sus intereses.
Conformando el segundo frente de guerra, en la última semana China ha desplegado unas maniobras militares a gran escala alrededor de la isla de Taiwán, en lo que el gobierno de Pekín considera un ejercicio legítimo y necesario para salvaguardar su soberanía territorial. China responde así a la toma de posesión de William Lai Ching-te como nuevo presidente de la isla, quien defiende el sistema democrático e independentista como ejes políticos en Taiwán.
Hay que recordar que EE. UU. y la mayoría de países han aceptado, a lo largo de décadas, la postura de Pekín, quien sostiene que hay una sola China y que Taiwán es una provincia rebelde. La aceptación de tal postulado se dio hace más de 40 años, y ahora la situación ha cambiado, EE. UU. tiene otra visión y cuenta con Taiwán como un peón para frenar a China, país que cuestiona su hegemonía económica y política.
En este marco geoestratégico, es evidente que la confrontación entre EE. UU. y China será inevitable, y que sus efectos serán enormes, y conducirán a un Nuevo Orden Multipolar, pues el coloso del norte pierde incidencia en la geopolítica mundial.
Es en este contexto que se agudizó la confrontación bélica del tercer frente de guerra, en el Medio Oriente, con el genocidio de Israel contra el Pueblo palestino, en la franja de Gaza. En el marco de la confrontación israelí en Gaza, se agudizó la rivalidad con Irán, a quien Tel Aviv acusa de apoyar a Hamás y a otras organizaciones político-militares antisionistas. Esta rivalidad explica el bombardeo israelí que destruyó el consulado y la residencia del embajador iraní en Damasco, hechos que todas las partes reconocen que se trata de una violación extremadamente grave del derecho internacional, provocando el bombardeo de respuesta, tensando la situación en el contexto explosivo del Medio Oriente.
Considerando el anterior escenario geopolítico, apenas esbozado, es evidente que estamos ante una situación candente, que en cualquier momento puede incendiarse en cualquiera de los tres frentes de guerra, provocando una conflagración de graves consecuencias.
Las tres potencias hegemónicas –EE. UU., Rusia y China- poseen armas atómicas y misiles hipersónicos que, de ser usados, pueden acabar con buena parte de la humanidad. Por ello, como ciudadanos, debemos accionar intensamente para promover políticas de diálogo y buscar la paz, pues en las actuales circunstancias militares no habrá ganador.