Víctor Ferrigno F.
En mi anterior columna expliqué que en Ucrania se libra una guerra de quinta generación, enfocada en la lucha por el escenario cognitivo de las masas; decía que se trata de una manipulación directa del ser humano, a través de su parte neurológica. Teléfonos, computadores, televisores y radios están inundados de bulos, fake news, o medias verdades, para preparar el ánimo de la humanidad ante una conflagración de gran escala, con combates reales y miles de muertos, con su cauda de dolor.
Las empresas de comunicación de Occidente, las que apoyan el atlantismo de la OTAN y el hegemonismo estadounidense, han saturado el imaginario colectivo mundial, para sembrar una idea falaz: occidente es el bueno y Rusia la mala; todo pintado de blanco o de negro, cuando hay cientos de matices grises.
Hay medios que han extremado la falsía, como Antena 3 (la primera cadena privada de la televisión española) que presentó supuestos combates en Ucrania, sacados de un videojuego. Así, sin asco, los mass media tergiversan, manipulan y mienten, demostrando la veracidad del aserto que sostiene que en una guerra lo primero que muere es la verdad.
Para colmo, EE. UU. y la Unión Europea (UE) decidieron censurar las transmisiones radiales y televisivas de la cadena Russia Today (RT) en sus países y en las redes sociales, bajo la convicción de que la única verdad válida es la que ellos proclaman.
En la conflagración de Ucrania, asistimos a la desintegración del orden internacional creado al final de la Guerra Fría, y averiguaremos a un alto costo cuáles serán las consecuencias en los ámbitos políticos, de seguridad y defensa mundiales.
Como he sostenido, desde el punto de vista geoestratégico el trasfondo es que la OTAN ha ignorado los convenios que limitaban su expansión hacia Rusia, y si Ucrania se integra a la alianza militar, los misiles de EE. UU. estarán a siete minutos del Kremlin. Ante esta realidad Rusia se defenderá, y el riesgo es una Tercera Guerra Mundial, donde toda la humanidad sufriría por una guerra sin sentido.
A la luz del Derecho Internacional, según los tratados de la la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) toda la expansión de la OTAN hacia el este es ilegal. Además, las sanciones impuestas a Rusia por EE. UU. y la Unión Europea son arbitrarias e ilegales; solamente el Consejo de Seguridad de la ONU está facultado para decretar sanciones contra países soberanos. Es claro que Rusia también violenta el orden legal internacional al atacar a Ucrania, pero su gobierno alega que lo hace en legítima defensa. Esto es lo que no se ventila en las empresas mediáticas occidentales.
Uno de los primeros dramas sociales que ya se viven es el éxodo humano. Cientos de miles de mujeres y niños ucranianos huyen hacia Polonia y los demás países vecinos; los hombres (de 18 a 55 años) han sido reclutados y no pueden viajar. En la otra cara de la moneda, miles de habitantes de las separatistas Repúblicas Populares de Donetsk y de Lugansk migran hacia Rusia, huyendo de la represión de las fuerzas paramilitares neo nazis, como el batallón Azov, que se han incorporado como dependientes del Ministerio de Asuntos Interiores de Ucrania, y cuentan con importantes redes financieras ucranias e internacionales, y suministro de armas de la OTAN. Así, se separan las familias, se diluyen las culturas, se desarraiga la ciudadanía, y se dará origen a quién sabe cuál identidad.
Plausiblemente, la decisión de Occidente de sacar parcialmente a Rusia del sistema bancario internacional, provocará la creación de uno nuevo, por la Asociación Económica Integral Regional (RCEP), el mayor tratado comercial del mundo, entre 13 naciones de Asia-Pacífico, encabezado por China, la India y Japón, que entró en vigor el pasado 1 de enero de 2022, y representa alrededor del 30% de la población, comercio y economía global.
La humanidad ha entrado en una crisis civilizatoria que abarca todos los ámbitos; somos un cuerpo convulso cuyo ombligo está en Ucrania, y no sabemos si de la convulsión saldrá un Frankestein o un nuevo orden mundial más justo, más equitativo, más libertario y más humano. De nosotros depende.