Sergio Penagos
“A un pueblo que ha perdido el miedo, no hay despotismo que se le resista”
Étienne de La Boétie
Corría el año 1548 y Étienne de La Boétie tenía apenas dieciocho años cuando escribió el Discurso sobre la servidumbre voluntaria, un panfleto de pocas páginas donde analiza una de las cuestiones más importantes y más olvidadas en la vida de todos: ¿por qué las personas aguantan situaciones humillantes, obedecen normas no escritas y convenciones que son injustas? En realidad, la pregunta de La Boétie es: si un tirano es solo un hombre y sus súbditos son muchos, ¿cómo es posible que esta mayoría acepte su propia esclavitud?
Además afirma: quienes defienden a un tirano no son los hombres de caballería o infantería, ni las armas, sino cuatro o cinco hombres que le sostienen y someten ante él a todo el país. Puede ser difícil de creer, pero es la exacta verdad. Siempre ha sido así: cinco o seis hombres a los que el tirano escucha, llegados hasta él por su propia voluntad o porque él los ha llamado para ser los cómplices de sus crueldades, los compañeros de sus placeres, los rufianes de sus voluptuosidades y los beneficiarios de sus rapiñas. A continuación recalca que: el tirano nunca ama ni es amado. La amistad es una palabra sagrada que sólo existe entre personas de bien, como producto de una mutua estima y se mantiene mucho más por la honestidad, que por las ventajas obtenidas con ella. Un amigo está seguro de otro porque conoce su integridad y tiene como garantía su lealtad, su constancia. Donde hay crueldad, deslealtad e injusticia no puede haber amistad. Si se juntan los malvados configura un complot, no una sociedad. No se aman, pero se temen. No son amigos, sino cómplices en un criminal Pacto de Corruptos.
Adelantándose a su época sostiene que quienes sirven al tirano han sido criados como siervos. Aclara el panorama y ayuda a comprender que la lucha contra el autoritarismo no depende de las declaraciones bélicas, o de las amenazas de una revolución, sino de evitar la desidia o la indiferencia política de la población y representan los auténticos males de la república. La incapacidad del tirano para ser amigo de sus semejantes, como producto de la imposibilidad de amar y ser amado, debería resultarnos insoportable.
La Boétie fue un activo precursor de la resistencia no violenta y de la desobediencia civil, en tiempos tan inclementes y duros de mediados del siglo XVI en Francia, entonces en el país más civilizado del mundo, el hambre, las enfermedades y la vívida presencia de la muerte cotidiana en la familia y en la calle se exigía, por la fuerza, lealtad y sumisión ciega a las autoridades administrativas, políticas, sociales y religiosas. En ese entorno tan nefasto, La Boétie se atreve a pensar por sí mismo, asume, con todas sus consecuencias, sus acciones y equivocaciones. Cuestiona el conformismo y la obediencia servil, así de simple y así de revolucionario. Para él, el conformismo es un vicio lo suficientemente ruin, de cuya naturaleza se reniega y al que nuestras lenguas rehúsan mencionar, porque es el vicio de la servidumbre voluntaria, aquella aceptación cobarde del sistema dominante.
Recordemos algo que probablemente hemos olvidado: tal y como apunta La Boétie, la reflexión, la observación, los libros y la enseñanza, realmente brindan el juicio necesario para comprender la propia naturaleza de la tiranía, aborrecerla y combatirla. Recordemos nuestros años de adolescentes, de jóvenes y de adultos inconformes y rebeldes, pensemos cómo vivir en armonía con nosotros mismos y con los demás, sin miedo al ridículo, sin pensar en las burlas ni en los chistes tristes de los amigos. Tampoco que sea para pasar el rato. Según el autor del Discurso sobre la servidumbre voluntaria, la mejor manera de matar a un tirano; o en su defecto, una relación tiránica de cualquier especie y condición, es destruyendo su poder a través de la resistencia no violenta. Además, no pide que coloquen las manos sobre el tirano para derribarlo, simplemente no lo apoyen, no le teman. Entonces lo verán caer por su propio peso y romperse en pedazos. En otras palabras, es preciso tomar la resolución de no seguir siendo timoratos e indiferentes. Para La Boétie, la libertad es un bien cuya pérdida para toda persona de honor: hace que la vida sea amarga y la muerte un beneficio. Es parte de nuestra naturaleza haber nacido con la libertad y con la pasión para defenderla, hasta el punto de que si la libertad desapareciese por completo de la tierra, muchas personas la inventarían.