Sandra Xinico Batz
Hay que insistir en que no podemos olvidar que en el empobrecimiento las cosas no se mantienen en un estado “lineal” ya que en este todo puede ir de mal en peor, no se trata únicamente de una percepción de “negatividad” ante la coyuntura, sino de la realidad que cotidianamente nos golpea, una contra la que luchamos día a día, una situación que afrenta la mayoría de la población que es la que vive las verdaderas consecuencias de las políticas de muerte que impulsa el Estado colonial.
Que ignorante se tiene que ser de la realidad nacional si en medio de tantas pruebas se insiste en que el pobre es pobre porque quiere, cuan caro nos sale costear los “lujitos” con los que una muy pero muy pequeña porción de la población vive, o mejor dicho goza; mientras la gente literalmente muere de hambre en el país “más feliz del mundo”, los políticos gobernantes no se dan abasto para saquear, su único interés es robar, solo robar, es el eje de su “gestión”.
Matarse trabajando no es suficiente para sobrellevar los gastos de cada mes y ni se diga de la posibilidad de ahorrar si apenas hay para comer, lo cual no necesariamente significa alimentarse. En el primer cuatrimestre de 2022 el precio de la canasta básica ha aumentado más de Q230, el precio de los combustibles no deja de subir al igual que la tarifa de la energía eléctrica y el pasaje en el trasporte público ha tenido aumentos de hasta el 60% de su valor original. Un viaje en transurbano en Ciudad de Guatemala puede llegar a costar hasta Q10, no importando que dicha unidad sea una antigua camioneta roja destartalándose, que fue pintada de “transurbano” para justificar una de las tantas alzas al pasaje que ha habido en los últimos años.
Estamos en pleno ambiente preelectoral, tan solo el lunes pasado nueve personas fueron asesinadas en distintos hechos; la violencia (incrementada) es la infaltable en el preludio electorero, no hay día en que no se escuche de algún ataque armado perpetrándose en algún lugar. Ni que esperar de las instancias del Estado colonial que solamente saben criminalizar y robar, les ocupa ahora perseguir, acosar y despotricar contra quienes no se alineen. La trampa de la democracia colonial es hacernos pensar que se puede “competir” en sus urnas y que quienes ostentan el poder político y económico respetan o respetarán la voluntad del pueblo.
Lo que está pasando en la Universidad de San Carlos es un ejemplo concreto de que la estructura podrida que se quiere remover no se cederá solo así y que los cambios no serán generados por voluntad propia, de quienes a través del control de la única universidad pública del país se benefician de múltiples formas. A un par de días de consumarse el fraude electoral que ha impuesto a Walter Mazariegos como rector, el juez suplente Edwin Ramírez otorgó arresto domiciliario a los exrectores Estuardo Gálvez y Murphy Paiz aduciendo “razones humanitarias”.