El tema migrante guatemalteco es de vital importancia, porque nos hemos convertido en esa piedra angular del desarrollo de Guatemala, somos cerca de cinco millones de guatemaltecos residiendo en todas partes del mundo, de los cuales en Estados Unidos viven aproximadamente 4.5 millones; siendo casi el 28 % de la población y sumando a los que le damos soporte económico que son casi 6 millones de personas en Guatemala, quienes son nuestros familiares; esto quiere decir que entre migrantes y sus familias sumamos los 11 millones de personas, acercándonos calladamente a un 62% del total de la población, contribuyendo con nuestras remesas de más 20 mil millones de dólares al año, más otros datos no registrados como encomiendas, importaciones diversas, recargas telefónicas, etc., hacemos un Producto Interno Bruto cerca del 35 o 40 % para contribuir a los bienes del país.
Claro está que profundizar sobre la importancia de los migrantes para Guatemala es de poco interés para aquellos que manejan la información macro y microeconómica del país, porque ellos que en realidad son un grupúsculo de empresarios allegados al poder, nunca les traerá beneficios hacer estudios que reflejen la verdadera realidad del gran aporte que la diáspora representa para Guatemala.
Prácticamente, somos 11 millones de personas que dependemos de nosotros mismos y el gobierno guatemalteco no puede ni responderles a los 7 millones restantes que no tienen un familiar migrante en el extranjero; en consecuencia, aparte de nuestro gran aporte, la diáspora le ha quitado cargas a los gobiernos de turno al ser esa ayuda económica de un número significativo de guatemaltecos que tienen aseguradas sus necesidades básicas, producto de las remesas enviadas.
Imagínense que los migrantes tuviéramos el atrevimiento y tomáramos la decisión de no mandar remesas en un mes para demostrar cuánto y cómo repercute en diferentes escenarios la inyección económica mensual al país y cómo sería una Guatemala sin presencia de ese sector expulsado por la clase política que nos ha gobernado y seguirá haciéndolo si no tomamos conciencia clara de cómo estamos sumergidos en ese agujero profundo; no sólo los políticos son los responsables y culpables, también los somos nosotros los ciudadanos de a pie por no actuar con decisión y determinación al tener una participación cívica y ciudadana más activa y con una conciencia democrática buscando justicia e igualdad para todos, donde se terminen los privilegios ya conocidos.
Imagínense lo que representa este porcentaje de población para hacer presión e incidencia social, económica y política para iniciar un proceso que busque esos cambios radicales que necesita Guatemala, porque hoy somos un país en eminentemente atrasado en todos los ámbitos y que siendo un paraíso con muchos encantos, la clase política tradicional lo ha ido hundiendo en ese abismo que pareciera irreversible porque su sociedad no toma conciencia del papel que debe jugar para actuar en un movimiento civil con manifestaciones pacíficas y poner en práctica los procesos establecidos en las cartas democráticas que dictan los libros, las leyes y la Constitución Política de Guatemala.
Ya es tiempo guatemaltecos de salir y exigir cada quien desde su trinchera para buscar las mejores opciones, pensando principalmente en cambiar ese Congreso Nacional, dejando de ser presidencialistas buscando las mejores opciones en aquellos partidos, buscando renovar con sangre nueva esa institución que es la que puede iniciar un cambio a las reglas y leyes urgentes para un nuevo orden social, evitemos la reelección a toda costa; lo mismo hagamos en candidaturas a las alcaldías municipales, evaluemos algunas candidaturas que pueden ser reelectas, pero la gran mayoría no valen un comino para darles el respaldo a que sigan disfrutando de las mieles del presupuesto nacional, el municipio es pequeño y allí todo se sabe, igual pasa con el gobierno central todos conocemos muy bien que han hecho los políticos y como han pasado de ser pobres a millonarios.
Por hoy solo tenemos dos formas de transformar el país, una es las elecciones generales, mismas que tenemos que hacerlas nuestras para gradualmente con la participación se vayan dando los cambios que necesitamos con una verdadera fiscalización a los elegidos con exigencias en cada distrito al que representan, buscando lastimosamente los candidatos menos peores y no votar por aquellos nuevos políticos millonarios corruptos ya conocidos que se quieren reelegir para mantener poder político, la otra alternativa son los movimientos sociales pacíficos manifestando y presionando la revocación de los elegidos y los cambios que son necesarios para establecer un orden renovado con una burocracia que vea la corrupción como una forma de vida.
No voten por aquellos que visiblemente demuestran sus riquezas y gastan a granel en esas campañas donde las mentiras y falacias son sus formas de convencer a la sociedad en situación de riesgo.
Corrupto visto, corrupto denunciado y corrupto no apoyado con el voto.