En los últimos años, las ideas de Carl Schmitt, un jurista y filósofo político alemán del siglo XX, han ganado una notable relevancia en los debates políticos contemporáneos. A pesar de haber sido una figura controversial por su colaboración con el régimen nazi, su pensamiento sobre la política como una esfera definida por la distinción “amigo-enemigo” y su teoría del “soberano” han sido retomados para analizar el panorama político global. Pero, ¿por qué estas ideas parecen capturar la esencia de la política actual? La respuesta probablemente radica en tres factores clave: la polarización ideológica contemporánea, el auge del decisionismo del soberano y la crisis de las democracias liberales.

Habrá que recordar que Schmitt definió la política como un espacio en el que la distinción primordial es entre los amigos y los enemigos. La política para él es como un verdadero “campo de batalla”. Esta definición rechaza las nociones liberales de la conversación para lograr los consensos y la existencia de un pluralismo minimalista como los fundamentos esenciales de la política. En el contexto actual, esta perspectiva parece reflejar con exactitud la realidad. La polarización ideológica se ha intensificado en todo el mundo, desde las divisiones partidistas en los Estados Unidos entre republicanos y demócratas hasta las tensiones políticas en Europa entre los populistas-nacionalistas y los globalistas.

El discurso político contemporáneo está saturado de una retórica que busca demonizar al oponente. En lugar de debates orientados hacia el consenso, las discusiones se estructuran en torno a conflictos irreconciliables que convierten al adversario político en una amenaza existencial. Este fenómeno no sólo valida la distinción amigo-enemigo propuesta por Schmitt, sino que también subraya la relevancia de su pensamiento en un mundo donde las divisiones son cada vez más profundas.

En el mundo actual todo parece estar convirtiéndose en crisis urgentes, así el ejercicio de la política deviene en la política de la excepción. Otro concepto central en el pensamiento de Schmitt es el decisionismo, que se refiere a la capacidad del soberano para tomar decisiones en estados de excepción, cuando las normas legales ordinarias no son suficientes para resolver una crisis. En una época marcada por emergencias globales como las pandemias, las crisis económicas y el cambio climático, provocando que los líderes políticos a menudo recurran a medidas excepcionales que desafían las normas democráticas tradicionales.

El ejemplo más claro de esto fue la respuesta global a la pandemia de COVID-19, durante la cual los gobiernos implementaron confinamientos, restricciones de movilidad y medidas extraordinarias para controlar el virus. Estas decisiones, aunque necesarias, también generaron un debate sobre la concentración de poder en el Ejecutivo y la erosión de los controles democráticos. Schmitt había argumentado que el soberano es quien decide sobre el estado de excepción, y en este sentido, su teoría ofrece un marco para entender el comportamiento de muchos de los líderes políticos frente a las crisis actuales.

El tercer factor que explica la relevancia de Schmitt en la política actual es la crisis de las democracias liberales. Los sistemas democráticos, basados en la negociación y el equilibrio de poderes, enfrentan crecientes desafíos debido a la desconfianza en las instituciones, el auge de los movimientos populistas y la aparente incapacidad de los gobiernos para abordar problemas complejos.

Schmitt fue un crítico feroz de la democracia liberal, a la que consideraba incapaz de tomar decisiones rápidas y efectivas en tiempos de crisis. Para él, el ideal de un gobierno neutral y racional es una ficción; la verdadera esencia de la política radica en la lucha por el poder y la afirmación de la soberanía. En el presente, esta crítica resuena en los discursos populistas que denuncian a las élites tecnocráticas y proponen un retorno a una política más directa de confrontaciones populistas.

Aunque las ideas de Schmitt ofrecen herramientas útiles para interpretar la política actual, también plantean riesgos significativos. Su concepción de la política como una lucha existencial puede justificar la exclusión y la represión de quienes son considerados «enemigos». Además, su defensa del decisionismo podría legitimar formas de gobierno autoritarias bajo el pretexto de manejar las crisis.

Para evitar caer en estas trampas, es fundamental combinar el análisis schmittiano con una reflexión crítica sobre los valores democráticos. Aunque la política actual está impregnada de los conceptos de Schmitt, esto no significa que debamos aceptar su visión como un destino inevitable. En cambio, debemos usar su pensamiento para comprender las dinámicas de poder contemporáneas y buscar formas de revitalizar el pluralismo y la deliberación civil en nuestras democracias.

En conclusión, las ideas de Carl Schmitt parecen capturar la esencia de la política actual porque describen con precisión las dinámicas de polarización, decisionismo y crisis que caracterizan nuestro tiempo. Sin embargo, también representan un espejo inquietante que nos obliga a reflexionar sobre los riesgos de una política definida por el conflicto y la excepcionalidad. En un mundo cada vez más dividido, el reto no es solo entender estas ideas, sino también encontrar las formas de trascenderlas mediante la civilidad.

 

Roberto Blum

robertoblum@ufm.edu

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