Roberto Blum

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La historia del Batallón de San Patricio es uno de los episodios más fascinantes y, a menudo, pasados por alto en la turbulenta historia de las relaciones entre México y los Estados Unidos. El batallón se formó durante la injusta guerra entre ambos países, librada entre 1846 y 1848, en un momento en que las tensiones territoriales y las rivalidades ideológicas estaban en su punto más álgido. Este batallón, compuesto principalmente por inmigrantes irlandeses que desertaron del ejército estadounidense para luchar al lado de México, simboliza un cruce de lealtades y principios en medio de un conflicto devastador e injusto, que los obligó a tomar partido.

La guerra entre México y Estados Unidos fue un conflicto en gran medida impulsado por la expansión territorial estadounidense y la doctrina del «Destino Manifiesto», la creencia generalizada de que los Estados Unidos estaban destinados a expandirse desde el Atlántico hasta el Pacífico. Los límites de la frontera con Texas, territorio mexicano que se había independizado de México en 1836 y anexado por los Estados Unidos en 1845, fue el principal punto de disputa que desencadenó la guerra.

El conflicto estalló en abril de 1846, cuando tropas mexicanas cruzaron el Río Bravo, un área que México consideraba parte de su territorio soberano hasta el Río Nueces, que eran los límites reconocidos de Texas. Sin embargo, el general estadounidense Zachary Taylor consideró que México había invadido territorio de los Estados Unidos. Desde ese momento, las tensiones se transformaron en un conflicto armado durante el cual los Estados Unidos invadieron grandes porciones del territorio mexicano.

El Batallón de San Patricio nació en medio de esta guerra, y su formación constituyó una respuesta directa a las duras condiciones y el trato desigual que muchos soldados inmigrantes, principalmente irlandeses, aunque también alemanes, polacos y otros europeos, enfrentaban dentro del ejército estadounidense. Muchos de estos hombres eran católicos, y sentían una profunda afinidad religiosa y cultural con México, un país católico y, en su percepción, una nación más afín que los Estados Unidos predominantemente protestantes.

Los soldados irlandeses fueron, en muchas ocasiones, objeto de discriminación, humillaciones y maltratos por parte de sus oficiales protestantes, que los veían con desconfianza debido a su religión y su status de inmigrantes. Las condiciones extremas de la guerra, sumadas a estos factores, hicieron que un grupo considerable de ellos desertara del ejército estadounidense y se uniera a las fuerzas mexicanas.

Juan (John) Riley, un sargento irlandés del ejército estadounidense, fue uno de los principales líderes de este grupo. Él y otros desertores encontraron en México un aliado no solo por su fe compartida, sino también por su lucha contra una potencia extranjera invasora que intentaba imponer su control. El batallón recibió el nombre de «San Patricio» en honor del santo patrón de Irlanda, y lucharon bajo una bandera verde con un arpa y un lema que proclamaba «Erin Go Bragh» (Irlanda por siempre).

El Batallón de San Patricio jugó un papel importante en varias batallas claves de la guerra, siendo su participación más destacada durante las batallas de Monterrey en 1846, y en las batallas de Buena Vista, Cerro Gordo y Churubusco en 1847. En estas batallas, los “irlandeses” lucharon ferozmente al lado de las fuerzas mexicanas, demostrando su lealtad y valor en el campo de batalla.

En la Batalla de Monterrey, los «San Patricios» desempeñaron un papel defensivo clave, utilizando su experiencia en artillería para causar bajas significativas al ejército estadounidense. Pero fue en la Batalla de Churubusco, el 20 de agosto de 1847, donde el batallón realmente se distinguió. En esa confrontación, defendieron el convento de Churubusco hasta el último momento, resistiendo heroicamente la embestida de las tropas estadounidenses, que finalmente lograron capturarlos tras una sangrienta lucha.

La caída de Churubusco marcó el comienzo del fin para el Batallón de San Patricio. Muchos de sus miembros fueron capturados y tuvieron que afrontar duras consecuencias. La mayoría fueron condenados a muerte o a castigos brutales por deserción, una de las ofensas más graves en tiempos de guerra. Los sobrevivientes fueron ahorcados públicamente en un intento de escarmentar a otros posibles desertores, y su ejecución tuvo lugar en el marco de la victoria estadounidense en la capital mexicana.

El legado del Batallón de San Patricio ha sido objeto de mucha controversia. En los Estados Unidos sus integrantes fueron vistos como traidores y desertores, hombres que abandonaron a su país en tiempos de guerra. Sin embargo, en México, su memoria es más compleja y a menudo celebrada y recordada con cariño. Para los mexicanos, los San Patricios son recordados como héroes que lucharon por una causa justa y compartieron la carga de defender la nación contra la invasión estadounidense.

Hoy, su historia se conmemora en ambos países, aunque con interpretaciones distintas. En México, el 12 de septiembre es el día en que se recuerda a los San Patricios, y en la Ciudad de México se ha erigido un monumento en su honor en el pueblo de San Ángel, cerca del lugar de su última batalla. En Irlanda, su historia también ha recibido atención, destacando el paralelismo entre la lucha por la independencia irlandesa y la causa mexicana en contra del imperialismo estadounidense.

En resumen, el Batallón de San Patricio simboliza una historia de lealtad a los principios más que a las naciones. Estos hombres, nativos de Irlanda, impulsados por un sentido de justicia y una conexión cultural y religiosa, eligieron luchar por una patria ajena, pero por una causa justa en la que creían profundamente.

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