El politólogo estadounidense Samuel P. Huntington, autor de El choque de civilizaciones (1996), volvió a sacudir el debate público con su libro ¿Quiénes somos? (2004), donde explora en qué consiste la identidad nacional de los Estados Unidos. Huntington sostiene que la identidad estadounidense se sustenta en su herencia anglosajona y protestante, y que está siendo desafiada por varios factores, entre los que destacan la masiva inmigración hispana y el multiculturalismo. En su análisis, Huntington no solo reflexiona sobre las raíces de la nación, sino también advierte sobre el riesgo de una posible fragmentación social y cultural.
El autor publicó su libro en un momento en que la globalización y el aumento de la inmigración, particularmente de América Latina, estaban cambiando rápidamente el panorama demográfico de Estados Unidos. Para Huntington, la esencia de la identidad estadounidense radica en lo que él llama el «núcleo cultural anglosajón», un conjunto de valores y principios heredados de los colonos británicos que, en su opinión, define la identidad del país desde su fundación. Estos valores incluyen el individualismo, la ética protestante del trabajo, la igualdad ante la ley y una inquebrantable creencia en la libertad personal y en la democracia representativa.
Así, Huntington nos señala que, históricamente, la identidad nacional de EE. UU. se ha definido en términos del «angloprotestantismo», una combinación de herencia británica y fe protestante, que desde su inicio dio forma a las instituciones políticas y sociales del país. Aunque el politólogo reconoce la importancia de la inmigración para el desarrollo de Estados Unidos, advierte que los inmigrantes anteriores —principalmente europeos— eventualmente adoptaron estos valores. En cambio, expresa su preocupación por la resistencia de los inmigrantes latinoamericanos, especialmente los mexicanos, de integrarse completamente en la cultura estadounidense dominante.
Uno de los aspectos más controvertidos de su análisis sobre la inmigración hispana, que él ve como una amenaza para la cohesión social de Estados Unidos es que la inmigración masiva de hispanos, particularmente de México, es diferente a las olas de inmigración anteriores, porque los hispanos tienen un fuerte sentido de identidad propia, mantienen vínculos estrechos con su país de origen y son menos propensos a asimilarse culturalmente. Estas características, según el autor, derivan en la posibilidad de una «nación dentro de una nación», en el suroeste de Estados Unidos, donde predominarían la lengua y la cultura hispanas.
Huntington sostiene que la proximidad geográfica de México, junto con la naturaleza continua y numerosa de la inmigración mexicana, dificulta la asimilación. Señala además que el multiculturalismo y las políticas públicas que promueven el bilingüismo refuerzan la tendencia de los inmigrantes hispanos a mantener su cultura original, en lugar de adoptar el «núcleo angloprotestante», médula de la identidad estadounidense. El resultado, según el autor, es una fragmentación cultural que podría poner en peligro la unidad y la identidad nacional de Estados Unidos, lo que, junto al creciente multiculturalismo que es el otro blanco central de la crítica de Huntington hace peligrar la identidad nacional de dicho país.
En su opinión, el multiculturalismo, entendido como la promoción de diversas identidades étnicas y culturales dentro de una misma nación, socava la idea de una cultura nacional compartida. Mantiene que la promoción de la diversidad como valor central ha desplazado el énfasis en la asimilación, lo que lleva a una fragmentación cultural que pone en riesgo la cohesión de la sociedad estadounidense. Sostiene también que el multiculturalismo se ha vuelto una especie de ideología dominante en sectores académicos y políticos, debilitando así los lazos tradicionales que mantienen unida a la nación.
En este sentido, advierte sobre el peligro de una «balcanización» de la sociedad estadounidense, donde diferentes grupos étnicos y culturales tratan de mantener sus propias identidades y comunidades, en lugar de integrarse en la corriente principal. Esta fragmentación, según él, podría erosionar la unidad nacional y, eventualmente, socavar el poder y la estabilidad de Estados Unidos como nación.
Para Huntington, la solución a estos desafíos radica en un redescubrimiento y reafirmación de los valores fundamentales que han definido la identidad estadounidense desde su fundación. Defiende una forma de «nacionalismo cultural», donde se enfatiza la importancia de una identidad compartida, basada en los valores del núcleo anglosajón. Esto no significa, según él, rechazar la inmigración o la diversidad, sino insistir en la necesidad de que los inmigrantes adopten los valores y las costumbres fundamentales de la sociedad estadounidense.
Huntington considera que una identidad nacional fuerte es esencial para la cohesión y estabilidad de cualquier nación. Para él, la unidad en torno a una cultura y valores comunes es lo que ha permitido a Estados Unidos convertirse en una de las democracias más estables y exitosas del mundo. Sin embargo, advierte que, sin un esfuerzo consciente por preservar y transmitir esa identidad a las nuevas generaciones, la nación podría enfrentarse a una crisis de identidad que pondría en peligro su futuro.
Así, en su libro ¿Quiénes somos? Huntington formula preguntas fundamentales sobre la identidad, la inmigración y el futuro de Estados Unidos, en un mundo cada vez más globalizado. Aunque muchos lo han criticado por adoptar una visión conservadora y alarmista, su libro refleja preocupaciones legítimas sobre cómo manejar la integración de culturas diversas en una sociedad unida. A medida que la globalización y la migración continúan transformando las sociedades en todo el mundo, los debates sobre la identidad nacional y la cohesión cultural que Huntington planteó siguen siendo temas de gran relevancia. La pregunta ¿quiénes somos? Sigue resonando, no solo en Estados Unidos, sino en cualquier nación que enfrente el desafío de equilibrar la diversidad con la unidad. El reciente sueño de la globalización sigue siendo sin duda un sueño frente a la incuestionable realidad de las naciones y el nacionalismo, quizá la idea política más fértil y poderosa de la época contemporánea.