Las palabras son como los seres vivos, se replican y evolucionan. Algunas son exitosas, se multiplican y cambian su sentido, otras brincan de una sociedad a otra mientras que algunas otras, sin tan buena suerte, sencillamente mueren y se olvidan.
Susan Blackmore, una psicóloga británica, explica en su libro “La máquina de los memes”, que los memes son unidades de información cultural que se replican y evolucionan de manera similar a los genes. Los memes son ideas, comportamientos o estilos que se propagan de una persona a otra dentro de la cultura. Estos pueden ser desde las palabras de moda entre los jóvenes, las melodías y las formas de vestir o las costumbres cotidianas y las últimas y más avanzadas tecnologías. Además, ella sostiene que los memes evolucionan a través de un proceso de selección natural, en el que compiten por la atención humana para ser replicados. Los memes que son más exitosos, es decir, aquellos que se replican más eficazmente, sobreviven y se esparcen, mientras que aquellos que no logran captar la atención desaparecen. Este proceso es paralelo al de la evolución biológica, donde los genes que son más aptos para que sus “robots” se reproduzcan, sobreviven a lo largo del tiempo.
Así se ha expandido la teoría de los memes de Richard Dawkins, destacando cómo estos juegan un papel crucial en la evolución cultural humana y cómo las nuevas tecnologías están cambiando la dinámica de la replicación memética. Las palabras-memes como los virus, se aprovechan rápidamente de cualquier avance tecnológico que acelere los contagios.
Por ejemplo, un importante meme actual, la palabra «economía», que está en boca de todos, tiene una historia rica y compleja que refleja la evolución de las sociedades humanas y su manera de entender el mundo. Desde sus orígenes en la antigüedad clásica hasta su desarrollo en las disciplinas contemporáneas la noción de economía ha experimentado transformaciones significativas. No siempre se refirió a los bienes escasos y las necesidades múltiples como se tiende a definir hoy en día.
La palabra economía proviene del griego «oikonomía,» que hacía referencia a la organización y administración del hogar. Para los antiguos griegos, la economía estaba vinculada a la preservación del orden y bienestar del hogar.
El filósofo Aristóteles fue uno de los primeros en reflexionar sobre la economía como una actividad fundamentalmente ética y social. En su obra «La Política», Aristóteles distinguió entre la “economía” como la gestión natural y justa en el hogar o en las otras comunidades naturales humanas y la «crematística,» actividad que él veía como la adquisición de riqueza por el bien de la riqueza misma, una actividad que el filósofo estagirita consideraba antinatural y por tanto injusta. La economía era una ciencia moral que debía orientarse hacia el bien común.
Para los teólogos y filósofos medievales, el concepto de economía se refería al orden, la función y la estructura de la realidad. Así, por ejemplo, se podía hablar y discutir sobre la “economía divina”, es decir las relaciones y el orden en que las tres personas de la Santísima Trinidad interactuaban entre ellas y con el mundo. Algunos teólogos medievales, como Tomás de Aquino, retomaron ideas aristotélicas y las integraron con la doctrina cristiana. Aquino, en particular, abordó la economía desde una perspectiva ética, relacionándola con la justicia y la caridad. Para él, la economía debía servir para satisfacer las necesidades humanas de manera justa, evitando la avaricia y promoviendo el bienestar de la comunidad.
En la época moderna, el inglés Tomás Hobbes usó la “economía de una comunidad” no para referirse a sus recursos materiales, sino a su estructura y organización general. Greg Priest, un historiador estadounidense de la ciencia escribe: los siglos XVII y XVIII fueron testigos de las primeras apariciones registradas de la «economía de la naturaleza.» Kenelm Digby atribuyó la caída de cuerpos densos a la «economía de la naturaleza,» al igual que Samuel Collins con la circulación de la sangre.
La primera disertación extensa sobre la «economía de la naturaleza» fue una conferencia de 1749 por Carolus Lineo y, en 1791, Erasmo Darwin, abuelo de Carlos Darwin, recreó el sistema linneano escribiendo un poema titulado «La Economía de la Vegetación» con la idea de una «economía natural”. Alejandro von Humboldt usó el término repetidamente en su “Narrativa Personal”, publicada entre 1814 y 1829. El científico Charles Lyell empleó “economía de la naturaleza” o alguna variante 30 veces en la primera edición de sus “Principios de Geología”.
Así, “economía” originalmente significaba cómo se estructuraba u organizaba un dominio dado. La aplicación de “economía” a las relaciones de producción e intercambio es más reciente que su uso para las relaciones entre organismos, las partes de la Santísima Trinidad, o las organizaciones que conforman una comunidad política. De hecho, se puede afirmar que el sentido financiero actual de economía nació alrededor de la publicación de “La riqueza de las naciones” en 1776, siendo ese significado de economía posterior a las discusiones sobre la “economía de la naturaleza” de Digby, Collins y Lineo.
Con el surgimiento de la modernidad y las revoluciones científicas, la noción de economía comenzó a ampliarse y diversificarse. La fisiocracia es un buen ejemplo de esta fusión. Los fisiócratas, como Quesnay, sostenían que la riqueza de las naciones derivaba de la agricultura, y que la economía debía estudiarse como una parte del orden natural, similar a las leyes físicas.
A medida que la modernidad avanzaba, la economía se separó de la teología y la moral y se vinculó con la racionalidad científica. Este cambio marcó el inicio de la economía como una disciplina formal y cuantificable. Así, la economía se consolidó como una ciencia autónoma con la obra de Adam Smith, David Ricardo, y Carlos Marx.
Con la aparición de la psicología en el siglo XIX, la economía también encontró un lugar en el estudio de la mente humana. El psicoanálisis, fundado por Sigmund Freud, exploró la idea de una «economía psíquica,» un concepto que se refiere a cómo la energía mental se distribuye y gestiona en la mente. Freud utilizó la metáfora económica para describir la dinámica de las fuerzas inconscientes, como los impulsos y deseos reprimidos, y cómo estos influyen en el comportamiento.
En la administración moderna, los conceptos de la «economía» han sido fundamentales para desarrollar teorías y prácticas sobre la eficiencia y la optimización de recursos dentro de las organizaciones. La evolución del pensamiento económico influyó profundamente en la gestión de empresas, donde maximizar el valor y minimizar los costos se convirtieron en objetivos clave. La economía dejó de ser solo una cuestión de hogar o gobierno y se trasladó a las empresas, formando una base para la administración moderna.
En conclusión, la evolución de la palabra-meme «economía» refleja un viaje desde lo doméstico en la antigüedad hasta convertirse en una ciencia autónoma y multidisciplinaria en la actualidad. Desde la teología medieval hasta la administración moderna y la ciencia económica, el término ha ampliado su significado y aplicación, adaptándose a las necesidades y desafíos de cada época. En la actualidad, la economía abarca no solo la gestión de los recursos materiales, sino también la administración de las dinámicas psíquicas, las organizaciones y las sociedades en su conjunto, lo que demuestra su relevancia y versatilidad en la comprensión del mundo moderno. Sin duda el meme “economía” ha sido sumamente contagioso y por lo tanto triunfador.