Roberto Blum

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Las noticias del clima que nos llegan a diario son generalmente catastróficas. Inundaciones mortales en Brasil y en Paquistán, e incluso lo increíble, inundaciones en las ciudades de Dubai y Sharja, en los desiertos de Arabia. En los Estados Unidos los grandes ríos se desbordan, las tormentas de nieve siguen llegando en el mes de abril, los terroríficos “tornados” destruyen cientos de propiedades cada día y los huracanes que se esperan este año causarán daños millonarios en las costas del Golfo y el Atlántico. En Europa los eventos climáticos también carecen de precedente. Sin duda el clima mundial está embravecido. Parece que se está dando un verdadero cambio climático como resultado de nuestras acciones colectivas e individuales.

En 1972 se publicó un reporte para el Club de Roma en el que se advertía sobre la existencia de “Los límites del crecimiento”, límites que sería catastrófico no respetar. El trabajo fue elaborado por un grupo de científicos utilizando la metodología de “systems dynamics” desarrollada por Jay Forrester para entender y resolver los complejos y multifactoriales problemas de la realidad.

Observando los datos del crecimiento global de la población y el crecimiento de la producción de bienes y servicios, se evidenció que esas tendencias no podrían sostenerse indefinidamente en un planeta limitado como la Tierra. Así, apoyados por las computadoras de la época, el equipo de científicos desarrolló un modelo que integraba “los cinco factores que determinan y en última instancia limitan el crecimiento en este planeta, la población, la producción agrícola, los recursos naturales, la producción industrial y la contaminación.” En el escenario canónico, aquel en que se continúan las tendencias observadas sin cambios, el modelo sufre un colapso global en la segunda mitad del siglo veintiuno.

Afortunadamente los humanos estamos tomando conciencia del efecto que tenemos en el complejo sistema planetario y hemos comenzado a tratar de minimizar nuestra huella ecológica, tratando de reducir en lo posible algunos de los factores señalados en el reporte al Club de Roma de 1972, por ejemplo, la contaminación.

En la lucha contra la contaminación, los enfoques tradicionales de regulación gubernamental han tenido limitaciones evidentes. La creación de mercados de contaminación ha surgido como una innovadora estrategia que aprovecha el poder del mecanismo de mercado para abordar este desafío ambiental. Tal enfoque, también conocido como «comercio de emisiones», proporciona incentivos económicos para reducir la contaminación al asignar y negociar derechos de emisión. Pero ¿cómo funcionan estos mercados?, ¿cuáles son sus beneficios y desafíos, y cuál es su papel en la reducción de la contaminación?

En un mercado de contaminación, se establece un límite máximo para las emisiones contaminantes permitidas, que se divide en permisos o créditos de emisión. Estos permisos son asignados a las empresas que operan en industrias reguladas, como la energía, la manufactura o el transporte. Cada permiso representa una cierta cantidad de contaminantes que una empresa puede emitir durante un período específico, generalmente un año. Las empresas que emiten menos contaminantes de lo permitido pueden vender sus excedentes de permisos a aquellas que superan su límite. Esto crea un mercado en el que los permisos se compran y se venden, lo que permite que las empresas encuentren la forma más rentable de reducir sus emisiones. Aquellas que pueden reducir la contaminación de manera más económica tienen incentivos para hacerlo y vender los permisos no utilizados, mientras que las que enfrentan costos más altos pueden optar por comprar permisos en lugar de realizar costosas mejoras ambientales.

Es claro que los mercados de contaminación generan una mayor eficiencia económica al permitir que las empresas encuentren las formas más rentables de reducir la misma, así los mercados de contaminación promueven la eficiencia económica. Esto significa que se logra una reducción de la contaminación al menor costo posible para la sociedad en su conjunto.

Los mercados de contaminación ofrecen flexibilidad a las empresas al permitirles elegir entre reducir sus propias emisiones o comprar permisos adicionales. Esto es especialmente beneficioso para las empresas con altos costos de reducción de emisiones, ya que no se ven obligadas a implementar tecnologías costosas de inmediato. Además, generan innovación tecnológica. La presión para reducir las emisiones puede estimular la innovación tecnológica. Las empresas tienen incentivos para desarrollar tecnologías más limpias y eficientes que les permitan reducir sus emisiones y, al mismo tiempo, mantener su competitividad en el mercado.

Otra ventaja es la mayor transparencia y monitoreo posibles. Los mercados de contaminación requieren un riguroso monitoreo y presentación de informes sobre las emisiones, lo que aumenta la transparencia y la responsabilidad ambiental de las empresas. Esto facilita el seguimiento del progreso hacia los objetivos de reducción de emisiones.

Sin embargo, a pesar de sus beneficios, los mercados de contaminación también enfrentan desafíos y críticas tales como la asignación inicial de permisos que puede ser controvertida y está sujeta a presiones políticas y lobby de la industria. Si se asignan demasiados permisos inicialmente, el precio de estos puede caer, lo que reduce los incentivos para reducir las emisiones.

También está el tema de la equidad ambiental ya que existe el riesgo de que las comunidades más pobres o marginadas sean desproporcionadamente afectadas por la contaminación, especialmente si las empresas optan por comprar permisos en vez de reducir sus emisiones en el lugar de origen.

Asimismo, pueden darse la manipulación y el fraude, tales como la falsificación de informes de emisiones o la compra de permisos falsificados. Para evitarlo se requiere una supervisión rigurosa con el fin de prevenir tales prácticas y finalmente existe el riesgo de las externalidades no contempladas, ya que las empresas pueden centrarse únicamente en reducir las emisiones reguladas, mientras descuidan otras formas de contaminación o impactos ambientales negativos.

En resumen, los mercados de contaminación representan una herramienta valiosa en el arsenal de estrategias para combatir la contaminación. Al aprovechar el poder del mercado y proporcionar incentivos económicos para reducir las emisiones, estos mercados tienen el potencial de impulsar la transición hacia una economía más limpia y sostenible. Sin embargo, su éxito dependerá de un diseño cuidadoso, una supervisión efectiva y un compromiso continuo con la protección del medio ambiente y la equidad social.

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