Roberto Blum

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El futuro siempre es incierto, pero los humanos deseamos disminuir la incertidumbre. Parecería que nuestra mente evolucionó para intentar predecir el futuro mediante la imaginación. La historia humana muestra la infinidad de intentos que hemos hecho para prever el incierto futuro y planear nuestras conductas.

Desde los chamanes y videntes, pasando por los profetas y los iluminados que recibían señales del “más allá”, y los gitanos que “leen las manos y las cartas”, hasta los textos “clásicos” como el I Ching, que explican la unidad del universo y sus sincronías basados en profundas reflexiones, los “homo sapiens” constantemente oteamos el futuro para ordenar nuestras vidas. Sin embargo, no fue sino hasta los años cincuenta del siglo pasado cuando Herman Kahn asociado a la Rand Corporation, un “think tank” estadounidense, inventó el método de escenarios para planificar las posibles respuestas de las organizaciones. Poco después, en los años sesenta, Pierre Wack trabajando para la empresa petrolera Shell, desarrolló el método de escenarios para la planificación estratégica de las organizaciones. Wack decía que “él se imaginaba ser los ojos de una jauría de lobos cazando y que al ver algo importante para el grupo, enviaba las señales a quienes venían atrás”. Esa es la función de los escenarios imaginados, prepararse para la acción.

Hoy estamos viviendo lo que parece ser el fin de una era de paz y prosperidad que se inició al terminar la Segunda Guerra Mundial en 1945. Los países aliados vencedores crearon instituciones internacionales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el Banco Mundial, los acuerdos de Bretton Woods y el Fondo Monetario Internacional, así como organizaciones militares defensivas como la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico del Norte) y el Pacto de Varsovia. En los siguientes decenios se desarrollaron una multitud de nuevas instituciones, tratados internacionales y pactos regionales para asegurar la paz y la prosperidad planetaria. Su éxito más evidente se observa en el extraordinario crecimiento de la población mundial, la notable disminución de la pobreza extrema, así como la extraordinaria baja en el número de muertos en los conflictos bélicos. Y sin embargo hoy mismo parecería que el orden internacional está colapsando. Las guerras de Ucrania y de Israel son un ejemplo del colapso del orden existente. Por consiguiente, habría que imaginar y plantearse algunos posibles escenarios.

Un orden mundial multipolar. En este escenario, el poder se distribuye cada vez más entre varios actores principales, incluidos tanto poderes tradicionales como los Estados Unidos, China, Rusia y la Unión Europea, así como poderes emergentes como India, Brasil y Suráfrica. Esta distribución multipolar del poder conduce a un sistema de gobernanza global más descentralizado, con alianzas y esferas de influencia en competencia. La cooperación y el conflicto ocurren dentro de un marco de equilibrio de poder, ya que los estados buscan afirmar sus intereses e influencia en el escenario internacional.

El posible regreso a la bipolaridad. Un segundo escenario es aquel en que el orden internacional vuelve a una estructura bipolar reminiscente de la era de la Guerra Fría, con dos superpotencias dominantes compitiendo por influencia global. Esto podría manifestarse como una rivalidad entre los Estados Unidos y China, o entre otras potencias principales. Las tensiones aumentan mientras estas superpotencias luchan por el control sobre sus regiones estratégicas, los recursos y la superioridad tecnológica. Los estados más pequeños se ven obligados a elegir bandos, lo que lleva a una mayor polarización y al potencial de conflictos por el poder.

Una profunda crisis de la gobernanza global. En este tercer escenario, el orden internacional actual enfrenta una crisis severa debido a desafíos sistémicos como el cambio climático, la desigualdad económica y la inestabilidad geopolítica. Las instituciones y mecanismos existentes para la gobernanza global resultan inadecuados para abordar estos problemas complejos e interconectados, lo que lleva a un quiebre en la cooperación internacional. Los estados se centran cada vez más en proteger sus propios intereses a expensas de la acción colectiva, exacerbando los desafíos globales y contribuyendo a una fragmentación del orden internacional con el surgimiento de gobiernos populistas y nacionalistas.

Un compromiso renovado con el multilateralismo. En un cuarto escenario, la comunidad internacional reafirma su compromiso con el multilateralismo y la acción colectiva en respuesta a desafíos globales apremiantes. Reconociendo la interdependencia de las naciones en un mundo cada vez más interconectado, los estados trabajan juntos para fortalecer las instituciones internacionales existentes y desarrollar nuevos mecanismos de cooperación. Este compromiso renovado con el multilateralismo conduce a una mayor colaboración en temas como la mitigación del cambio climático, la respuesta a pandemias y el desarrollo económico. Aunque persisten desafíos, el orden internacional evoluciona hacia un marco más inclusivo y cooperativo para abordar problemas compartidos.

Estos cuatro escenarios representan trayectorias posibles para la evolución del orden internacional, cada una moldeada por una combinación de factores geopolíticos, económicos, tecnológicos y sociales. El resultado real seguramente dependerá de las decisiones y acciones de los actores clave, así como de eventos imprevistos y cambios específicos que sin duda tendrán lugar en los próximos tiempos.

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