Roberto Blum

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La intrincada red de la historia humana está tejida con muy variados hilos de las estructuras económicas, sociales y políticas que le dan forma al momento presente. Entre las diversas teorías que intentan explicar el desarrollo histórico que nos trae al presente, el concepto del Modo Asiático de Producción (MAP) y la noción de la Sociedad Hidráulica de Karl Wittfogel, historiador y sinólogo germano-estadounidense, ofrecen profundas e importantes líneas de investigación para entender la interacción entre las condiciones materiales de vida y la organización societal en algunos países actuales que en ocasiones nos es difícil comprender. Al utilizar estos marcos teóricos, podemos obtener una comprensión más profunda y clara sobre cómo el pasado continúa ejerciendo su influencia en el presente.

 

Por ejemplo: ayer mismo se anunció la muerte en prisión del disidente ruso Alexei Navalny, lo que dejaría a Rusia sin la voz de oposición más destacada en un momento en que el presidente Vladimir Putin ha acumulado un poder casi total y trata de lograr su quinta reelección. Pareciera que el destino del extenso país euroasiático está marcado por su historia milenaria: el autoritarismo de la Horda de Oro, después los siglos de autocracia de los zares, posteriormente la dictadura soviética y ahora el nacionalismo cristiano ortodoxo de la nueva Rusia.

 

El Modo Asiático de Producción (MAP) fue propuesto por Karl Marx y desarrollado posteriormente por otros estudiosos. El MAP es un constructo teórico con el que se intenta esclarecer las dinámicas socioeconómicas de las antiguas sociedades del Este, especialmente las de Asia oriental y el Oriente Medio. Un elemento central en este marco es la noción del aparato estatal despótico, que ejerce control sobre vastos territorios agrarios, donde las comunidades campesinas se dedican al trabajo colectivo en una agricultura de subsistencia.

 

En este modo de producción, la tierra es propiedad del Estado o de una élite gobernante, con vastas poblaciones campesinas que tienen acceso a parcelas para cultivar, a cambio de tributos y obligaciones laborales. Este arreglo fomenta una estructura social jerárquica caracterizada por un poderoso aparato burocrático, que supervisa la asignación de los recursos y el mantenimiento del orden social. Si bien Rusia, un país semiasiático y semihidráulico, a finales del siglo XIX comenzó un proceso de industrialización capitalista y un brutal desarrollo acelerado en el período soviético, la estructura autoritaria indudablemente se mantiene en el presente.

 

Sobre la base de los fundamentos del Modo Asiático de Producción, Karl Wittfogel introdujo el concepto de la Sociedad Hidráulica y el Despotismo Oriental para explicar las características únicas de las civilizaciones antiguas que dependían de sistemas de irrigación a gran escala para la productividad agrícola. Según Wittfogel, la gestión de los recursos hídricos, como ríos y canales, desempeñaba un papel fundamental en la conformación de la organización política y económica de estas sociedades.

 

En una Sociedad Hidráulica, el control y la administración de la infraestructura hídrica están centralizados bajo los auspicios del Estado o de una autoridad dominante. Este control centralizado no solo facilita la producción agrícola en regiones áridas, sino que también consolida el poder en manos de la élite gobernante. La construcción y el mantenimiento de la infraestructura hidráulica requieren fuerzas laborales extensas, lo que refuerza aún más la dominación del Estado sobre la población campesina.

 

Los ecos del Modo Asiático de Producción y la Sociedad Hidráulica de Karl Wittfogel resuenan en los pasillos de la historia, dejando huellas indelebles en las sociedades contemporáneas. Aunque estas antiguas civilizaciones hace mucho que desaparecieron, sus legados perduran todavía, dando forma a los paisajes socioeconómicos del presente.

 

Los vestigios del Modo Asiático de Producción persisten en forma de regímenes autoritarios que ejercen un control centralizado sobre los recursos naturales, la mayoría de los bienes de producción y la mano de obra. La República Popular China es quizá el ejemplo más acabado en la actualidad de la persistencia del MAP y el Despotismo Oriental. El legado de la propiedad estatal de la tierra, los medios de producción y la ausencia de derechos de propiedad sólidos continúan obstaculizando el desarrollo de sistemas económicos más inclusivos, perpetuando ciclos de pobreza y desigualdad.

 

De manera similar, las dinámicas de las Sociedades Hidráulicas continúan manifestándose en regiones donde los recursos hídricos siguen siendo motivo de controversia y poder. Desde el delta del Nilo hasta las llanuras Mesopotámicas, la gestión del agua en Palestina, Israel, Jordania, Siria e Iraq sigue siendo un determinante crítico de la estabilidad política y el desarrollo económico. En contextos modernos, los debates sobre los derechos y el acceso al agua a menudo reflejan las luchas por el control y la dominación observadas en las antiguas Sociedades Hidráulicas.

 

Además, la influencia de estos marcos históricos se extiende más allá de las fronteras geográficas, dando forma a patrones globales de poder y desigualdad. El legado del colonialismo, con su imposición de estructuras económicas extractivas y jerarquías sociales, guarda similitud con las dinámicas del Modo Asiático de Producción, donde poderes externos explotan y dominan a las poblaciones indígenas para obtener ganancias económicas.

 

Al desentrañar las complejidades del pasado, llegamos a apreciar el profundo impacto de los legados históricos en el presente. El Modo Asiático de Producción y la Sociedad Hidráulica de Karl Wittfogel ofrecen valiosos conocimientos sobre las dinámicas perdurables de poder, control y explotación que continúan dando forma a nuestro mundo hoy en día. Al comprender estos marcos históricos, podemos navegar por las complejidades del presente con una apreciación más clara y profunda de las fuerzas que están moldeando la trayectoria de nuestro mundo.

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