Un día como hoy, pero de 1563, en un fértil valle del inexplorado territorio septentrional de lo que era el virreinato de la Nueva España, se fundó una villa a la que nombraron Durango, en honor a la ciudad del mismo nombre en el país vasco. Su fundador fue Francisco de Ibarra, un joven capitán vasco, nacido en Éibar, Guipúzcoa, hacia 1539, y muerto en 1575, en el rico mineral de Pánuco, quien, pese a su corta vida, realizó grandes obras que le valieron el título de “Fénix” de los exploradores novohispanos.
Francisco de Ibarra fue miembro de una familia de origen vasco, residente en la Nueva España desde las primeras décadas posteriores a la conquista de México por Hernán Cortés. Su tío, Diego de Ibarra, explorador y conquistador del norte mexicano, fue uno de los fundadores en 1549 de la rica ciudad minera de Zacatecas, aventura a la que Francisco se sumó pronto. Luis de Velasco, el segundo virrey de México fue un gobernante que apoyó activamente la exploración y los descubrimientos del enorme territorio al norte de la ciudad de México-Tenochtitlán, capital del virreinato. Convocado por su tío Diego, el joven Francisco abandonó su país natal, Euzkadi, para acompañarlo en las diversas expediciones por la región mexicana de los zacatecos, un grupo indígena parte de las tribus bárbaras, llamadas chichimecas, quienes seguían ofreciendo una amplia y feroz resistencia al dominio español.
En 1554, bajo el mando de Francisco de Ibarra, un jovenzuelo de apenas unos 15 años, los chichimecas fueron derrotados en numerosos encuentros, contribuyendo el joven Ibarra a pacificar la enorme región del septentrión mexicano. Estos éxitos militares indujeron que Francisco de Ibarra dirigiese diversas expediciones en el territorio de los actuales estados norteños mexicanos de Durango, Chihuahua, Sinaloa y Sonora, exploraciones con saldo positivo, debido al descubrimiento de ricas minas de plata y oro en las regiones exploradas y conquistadas.
Gracias a su valía militar, el joven Ibarra en 1562 fue nombrado por el virrey don Luis de Velasco adelantado y capitán general de la Nueva Vizcaya, que fue el nombre que recibió la región explorada por Francisco de Ibarra. Al frente de la capitanía, el gobernador de Ibarra procedió al establecimiento de una rudimentaria administración pública, para asegurar definitivamente el dominio virreinal de la región. Lo más destacado de su actuación al frente de los destinos de la Nueva Vizcaya fue la fundación de diversas ciudades y villas, entre ellas Durango, Concordia, El Fuerte, Pánuco y Nombre de Dios.
A sus veinticinco años, en 1564, decidió abandonar su situación, un tanto burocrática y sedentaria, para dar rienda suelta a su natural ímpetu explorador. Así realizó diversas expediciones por los territorios más septentrionales, sobre todo por las actuales regiones de Sonora y Sinaloa. En 1565 fundó la ciudad de San Juan Bautista de Carapoa, cuyo nombre actual es El Fuerte, y un año más tarde hizo lo propio con San Sebastián, la actual villa de Concordia, en un claro homenaje a sus orígenes guipuzcoanos.
Durante sus últimos años de vida, Ibarra alternó sus residencias en las distintas localidades de la Nueva Vizcaya, pues continuó siendo el gobernador de esta región, al tiempo que siguió con las expediciones serranas en Sinaloa y Durango. Precisamente en una de ellas, acontecida en el verano de 1575, Francisco de Ibarra halló la muerte en la población minera de Pánuco. Es importante recalcar que su labor de exploración, conquista y pacificación de las inmensas regiones de la América del Norte se integró dentro de las campañas fomentadas por el virrey Luis de Velasco para controlar definitivamente todo el norte de México y, de ser posible, encontrar las legendarias y míticas ciudades de Quivira y Cíbola.