Todos vivimos con los pelos parados y los nervios de punta cuando se trata de las maras; y a esas condiciones sumemos la sorpresa que causó la resolución de la jueza Lisbeth Mireya Batún Betancourt, al ordenar que Aldo Duppie Ochoa, «El Lobo” regresara a una cárcel de menor seguridad pese a que se trataba del líder del Barrio 18.
Otro susto tuvimos que afrontar cuando salió a la luz que la cárcel a donde se ordenó el traslado de “El Lobo”, no era segura puesto que, fue de allí que 20 de los cabecillas más importantes y peligrosos del Barrio 18 escaparon sin enfrentamientos o intercambio de disparos, ellos simplemente caminaron hacia la puerta de “la libertad”. Preocupante fue la reacción del presidente Bernardo Arévalo al sustituir a la cúpula del ministerio de Gobernación incluyendo a su amigo Francisco Jiménez, titular de esa cartera.
La destitución, disfrazada de renuncia, no fue inmediata porque el sucesor de Jiménez, el juez Marco Antonio Villeda Sandoval no contaba, hasta ayer miércoles, con el permiso del Organismo Judicial (OJ) para ocupar el cargo de ministro de Gobernación. El hecho de someterse al criterio del OJ evidencia que, el juez preferiría no terminar con su carrera judicial, caso contrario hubiese renunciado desde su designación por parte del Ejecutivo.
La crisis del sistema penitenciario no es nueva. Recordemos el asesinato del capitán Byron Lima en cuyas manos descansaba toda “la administración” carcelaria a nivel nacional. Lima salía del penal a su sabor y antojo para hacer sus “mandados” personales, inclusive el día que lo “descubrieron” dijo que venía del dentista.
Años antes, fuimos impresionados con el asesinato del también militar, José Obdulio Villanueva quien fue decapitado, su muerte filmada y luego transmitida por todos los medios posibles pese a que era una época en donde no había redes sociales. Otro episodio sangriento fue cuando varios policías, señalados de ser responsables de la muerte de tres diputados salvadoreños del Parlamento Centroamericano (Parlacen), fueron ejecutados por un grupo de asalto que entró a la cárcel “El Boquerón” y les dio muerte para asegurar el silencio respecto de quien ordenó la muerte de los salvadoreños.
El “Caso Pavorreal” es otro hecho que merece mención porque las autoridades de aquella época ingresaron para ejecutar una limpieza social y neutralizar a quienes tenían el poder de la prisión desde donde el crimen organizado operaba con impunidad. El grupo de asalto entró y salió sin reparos.
¿QUÉ PASÓ?: Quedó al descubierto una verdad aterradora: las maras son realmente lo peor que pudo haber crecido en el territorio; tienen un poder que va más allá de las simples extorsiones como quieren que creamos; ellas son un poder paralelo dentro del sistema penitenciario en donde hay una impunidad total y una corrupción que no se compara ni con la peor corrupción en el mundo de las medicinas y de la obra física en el Estado.
Autoridades van y autoridades vienen y nada pueden hacer para recuperar ese sistema que les fue arrebatado por las temibles maras. Han intentado bloquear la señal telefónica, se realizan requisas tras requisas para despojarlos de todo aquello que utilicen para seguir delinquiendo y seguir operando desde la prisión, todo sin éxito.
NO SE VALE desconocer cómo están organizadas las maras e ignorar de qué son capaces, es por eso que acudí a Giulio Talamonti, un experto en la materia y además exdirector del Sistema Penitenciario para que nos explicara cómo funciona ese sistema delincuencial. En ROBERTO ALEJOS PODCAST de esta semana podrán conocer el sistema organizacional de las maras, su origen y las costumbres satánicas llenas de rituales impresionantes que llegan al canibalismo.
YA ES HORA de despojarnos de la indiferencia, y aunque todos les tememos, es preciso estar informado, saber cuál es su origen, o del porqué de sus nombres. Ellos son, dijo el entrevistado, una especie de tribu urbana nacida de centroamericanos deportados de Estados Unidos con capacidad de delinquir a todo nivel, especialmente porque ahora, los mareros son aliados del crimen organizado y de otras instancias al margen de la ley y siguen organizándose para retener el poder y el control de cárceles, colonias, barrios, comunidades, el sistema de justicia e incluso el electoral.
Que nos duela la situación del país en términos generales, pero que de verdad nos duela darnos cuenta que los menores de edad migran a Estados Unidos porque temen ser reclutados por estas sanguinarias tribus. Que ese dolor se convierta en motor, en empuje para actuar, para involucrarnos, exigir y trabajar por cambiar el rumbo de Guatemala. ¡Caminemos, participemos… o no avanzamos!