La confrontación parece haberse convertido en el idioma común de nuestra época. Vivimos en un mundo donde el desacuerdo, en lugar de resolverse con argumentos, se transforma con rapidez en choques, insultos y hasta violencia. Guatemala no es la excepción, pero lo cierto es que este fenómeno trasciende nuestras fronteras y refleja una tendencia global. Vale la pena detenernos a pensar: ¿qué está detrás de tanta polarización y cómo nos afecta en nuestra vida cotidiana?
El problema: Estamos acostumbrados a hablar de la confrontación, que no es únicamente ideológica, hay confrontaciones de todo tipo. En Guatemala la vemos a diario, pero el fenómeno no se limita a nuestras fronteras, es global. Surge la pregunta: ¿la confrontación es real o inventada? Algunos incluso sostienen que es planeada, pues mantenernos enfrentados evita que pensemos en lo que realmente creemos o por lo que deberíamos luchar. Así, terminamos peleando batallas ajenas.
Nos hemos vuelto personas reactivas, respondemos a lo que sucede a nuestro alrededor y, peor aún, a lo que pasa en el mundo entero, muchas veces sobre asuntos que ni comprendemos ni sabemos ubicar en el mapa.
¿Qué pasó? Hace poco vimos algo que debemos condenar sin reservas. No existe justificación alguna para un asesinato, mucho menos para celebrarlo. Resulta absurdo que alguien pueda aplaudir la muerte de otro solo porque piensa distinto. Es totalmente condenable, repugnante y preocupante. Me refiero al caso del asesinato de Charlie Kirk, un activista conservador e influencer, un generador de opinión —llámenlo como quieran— que ejercía su derecho a la libre expresión y participaba en la vida política de su país.
Estos temas no son nuevos. Están presentes en conflictos que llevan años sobre la mesa: Israel, Rusia y Ucrania, la disputa entre China y Estados Unidos que oscila entre lo político y lo económico. Y en Guatemala lo vemos de manera cotidiana: en las redes sociales, en la política, en las fronteras, en el contrabando… o incluso en situaciones aparentemente triviales.
Muchos me llamaron para comentar la confrontación del pasado 15 de septiembre. En medio de las celebraciones de la Independencia, la ciudad se paralizó por disturbios que iniciaron cuando vecinos, molestos por el tráfico y el caos vial provocado por las antorchas, por los que lanzaron bolsas de agua —y hasta de hielo— contra quienes participaban en la tradición. Lo que empezó como una expresión de descontento ciudadano terminó convirtiéndose en un nuevo ejemplo de cómo, en nuestro país, cualquier diferencia se transforma rápidamente en motivo de choque.
¿Qué está pasando en el mundo? Algunos analistas sostienen que, tras el fracaso de ciertos intentos progresistas, se está produciendo un retorno a visiones conservadoras. Otros creen que el fenómeno es más profundo. Lo cierto es que estamos viviendo un retroceso en la manera de dialogar y de construir consensos. Y en el otro libro que también ya analizamos “LA UTILIDAD DE LO INÚTIL” hay una mejor explicación y es que llamamos inútil a todo lo que no da dinero, convirtiendo en inútil sólo aquello que nos da plata, excluyendo de nuestra educación el arte, la cultura en general, pero muy especialmente los principios y valores.
NO SE VALE que en ROBERTO ALEJOS-PODCAST no lo analicemos. Y quién mejor que aquí, con el equipo de siempre, para entrar en la raíz del asunto cuando el análisis exige una mirada mundial. Esta columna busca motivar a escuchar el episodio de la semana —que pronto estará al aire en YouTube—, donde abordaremos un tema interesante que compara lo que ocurre hoy con lo que sucedía en la antigüedad. De allí el título, inspirado en el libro de Robert Kaplan, recomendado tantas veces en nuestro club de lectura con Alfonso Portillo.
YA ES HORA de que tomemos con seriedad este fenómeno. Hoy mucha gente opina sin conocimiento, se suma a la confrontación y repite lo que oye sin saber de qué habla ni en qué está metida. ¿Hay solución? Creo que sí, aunque pasa por reconocer un problema generacional. Nunca hemos enfrentado ese trasfondo ni intentando resolverlo. Lo que falta es lo de siempre: comunicación, diálogo y negociación. En otros capítulos, con Aquiles Faillace con quien charlamos en esta ocasión una vez más, lo hemos llamado tender puentes, justamente lo que menos se busca en la actualidad.
Que nos duela la situación del país. La situación del mundo entero cuando temas tan importantes como el hambre, problemas ambientales, problemas serios de desnutrición, las guerras y la confrontación, las muertes innecesarias y a veces provocadas, y peor aún, asesinatos que hasta pasan desapercibidos. Que ese dolor sea motor para actuar, involucrarnos, exigir y trabajar por cambiar el rumbo de Guatemala. Caminemos, participemos… o no avanzamos.