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El Congreso de la República es el reflejo más evidente de la fragilidad política del país. Entre alianzas circunstanciales, partidos sin bases sólidas y decisiones que responden más a intereses momentáneos que a un proyecto nacional, la agenda legislativa avanza con dificultad. No es solo un problema de quórum o de votos; es una señal de que el sistema partidista, tal como está diseñado, no logra sostener la estabilidad ni la confianza que Guatemala necesita.

 El problema: En los distintos medios de comunicación hemos leído de forma constante que el Congreso no logra reunirse. El año pasado, después de un período en el que las bancadas estuvieron distanciadas, la discusión sobre la ampliación presupuestaria logró unirlas. Luego, se aprobaron una serie de leyes que parecían demostrar que el problema se había resuelto y que el Congreso estaba trabajando.

Sin embargo, en privado advertimos que la cantidad de votos con la que se aprobaron decisiones clave —como el Organismo Judicial o la reelección del actual presidente del Congreso—, tarde o temprano pasaría factura. En aquel entonces tuvimos la oportunidad de entrevistar al recién electo presidente del Legislativo, bajo el tema “Las promesas de campaña se pagan”. La pregunta central fue ¿qué ofreció el presidente?

El pasado martes vimos que el Congreso sí logró reunirse y aprobar algunos asuntos. Esto muestra un buen intento, aunque no lo que se esperaba, pues sigue pendiente la elección del primer secretario. Se aprobó al representante del Congreso en la ley de competencia, se asignó un día al año para conmemorar la Biblia, se autorizó el bono pendiente para los Bomberos Voluntarios y se avanzó en temas relevantes, como la ley que permitirá conservar el número telefónico y las reformas a las alianzas público-privadas. Aun así, insisto: es un buen inicio, pero insuficiente.

¿Qué pasó? conversamos con Adim Maldonado, quien en el pasado nos acompañó para hablar de que doña Sandra debía dejar el partido UNE. En aquella ocasión, estaba junto a Inés Castillo, quien incluso se lució con una tarjeta roja con la leyenda “Sandra afuera”.

Hoy, Adim ya no quiere seguir enfrentando a Inés ni a doña Sandra. Se muestra humilde, pero inconforme con su condición de diputado independiente, culpando a la Corte de Constitucionalidad. Sin embargo, el análisis revela que la verdadera causa está en la legislación casuística.

Maldonado participó en las reformas a la Ley Orgánica del Congreso para frenar el transfuguismo, con la intención de evitar la compra de diputados, práctica común en su momento por figuras como Manuel Baldizón. Le recordé que nadie abandonaría un partido sólido, aunque le pagaran. Pero la UNE siempre enfrenta el mismo desgaste: aun quedando en los primeros lugares, sus diputados terminan molestos con su candidata presidencial, al punto de que tres veces han intentado apartarla.

En una ocasión consideré que la postulación de la tres veces candidata de la UNE era inconstitucional y que eso abría la puerta a una posible candidatura mía. Al final, ni ella ni yo fuimos candidatos, pero el desgaste fue grande. Muchos diputados se fueron con Baldizón, y nosotros a formar un nuevo partido. Uso este ejemplo personal para no señalar a otros.

La intención de la reforma quizá fue buena, pero ¿qué se logró? Que los diputados no renuncien a su partido, ya que al ser declarados independientes pierden todos sus derechos en el Congreso. Ahora surge otro problema: expulsar a legisladores porque no son afiliados, lo que, en el fondo, significa apartar a quienes llevan la contraria a la dirigencia. Por eso hoy casi 40 diputados son independientes.

Aunque Maldonado culpa a la Corte de Constitucionalidad, yo insisto en que la responsabilidad es de la clase política. Cada vez que perdemos una batalla acudimos a la Corte para intentar revertirla, buscando cualquier artículo o inciso que permita acusar al otro de actuar ilegal o inconstitucionalmente.

NO SE VALE culpar a la Corte cuando nosotros mismos llevamos los problemas políticos a esa instancia, judicializando la política. Si se le plantea un problema político, la Corte lo resuelve políticamente. Y en Guatemala, el que tiene más saliva traga más pinole, es decir que aquí gana el que mejor se mueve en las Cortes.

YA ES HORA de reformar con seriedad la Ley Orgánica del Congreso, no solo en lo relativo a los diputados independientes, sino también en la forma de votar, eliminando las enmiendas de curul y revisando el papel de la Instancia de Jefes de Bloque. Debemos frenar el abuso de la “urgencia nacional” y devolver orden, disciplina, principios y valores a las sesiones. También es necesario recuperar la figura de la interpelación, asignándole un tercer día y que incluso incomode a los diputados tener que asistir tres veces a la semana y no dos, incluyendo al que interpela, como ejemplo.

Que nos duela la situación política del país, reflejada en un Congreso dominado por partidos débiles y de cartón, que empujan a los diputados a salir corriendo. Que esa incomodidad sea el motor para actuar, involucrarnos, exigir y trabajar por cambiar el rumbo. del país. Caminemos, participemos, o no avanzamos.

José Roberto Alejos Cámbara

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