Hemos estado hablando de lo dividido que se encuentra actualmente el Congreso de la República, a raíz de los cambios que, en su momento, se hicieron a la Ley Orgánica, mediante los cuales los diputados independientes prácticamente pierden todos sus derechos. Mientras tanto, la población habla de un tema fundamental: la seguridad, al mismo tiempo que el narcotráfico en Guatemala sigue demostrando su poderío militar.
El problema: En este país estamos pagando las consecuencias de los cambios legislativos que se hacen por razones casuísticas o por conveniencia de los grupos que, en ese momento, tienen el poder. La legislación casuística nos genera muchísimos problemas. Aquí presento tres ejemplos que ilustran el análisis que quise compartir esta semana.
El primero son las reformas a la Ley Orgánica del Congreso de la República, que en su momento pretendían reorganizar al personal del Congreso y frenar los aumentos salariales desmedidos, e incluso abordar temas como el nepotismo y las plazas fantasma. Sin embargo, estas reformas se aprovecharon también para intentar frenar el transfuguismo, entendido como el fenómeno en el que diputados que llegan al Congreso con un partido político, poco tiempo después se declaran independientes o se trasladan a otro partido.
El segundo tema es el de los Acuerdos de Paz y el conflicto armado. Los abusos cometidos por el ejército durante esa horrorosa confrontación entre hermanos provocaron que, al momento de firmar la paz, se tomara la decisión de reducir el tamaño del ejército y sustituir a la Policía Nacional por una Policía Nacional Civil. El temor al militarismo y a los abusos por parte de militares dirigiendo a la policía llevó, además, a una drástica reducción en la cantidad de efectivos y en el presupuesto del ejército de Guatemala.
¿Qué pasó? Los diputados no se declaran independientes para no perder sus derechos, pero en la práctica se comportan de forma independiente. Los partidos no logran reflejarse como tales en sus bancadas, que están fragmentadas en dos, tres o hasta cuatro grupos. Es como si todos fueran independientes, porque hay que hablar con cada líder de cada grupo, o peor aún, con los que no están afiliados a ningún partido. La Constitución no obliga a los candidatos a afiliarse para postularse, y cuando empiezan a actuar por su cuenta, terminan expulsados del partido y de la bancada. Esto ha provocado una anarquía en el Congreso que hace exageradamente difícil su funcionamiento.
En cuanto al ejército lo que quedó de sus funciones es el resguardo de las fronteras, que se ha convertido en uno de los temas más importantes en materia de seguridad. El narcotráfico y el crimen organizado se han adueñado de las fronteras, aprovechando la ubicación estratégica de Guatemala como el centro de las Américas: un puente de paso para el narcotráfico, para los migrantes y un paraíso fiscal para el contrabando. El ejército no puede cumplir con su función porque cuenta con pocos elementos, poco presupuesto y poco armamento. Así, se convierte en el jamón del sándwich entre dos grandes potencias: el crimen organizado –especialmente el narcotráfico– y un país tan grande y poderoso como México, que ya enfrenta suficientes problemas con el narcotráfico como para permitir que Guatemala se convierta en refugio de varios cárteles.
Esta semana en el ROBERTO ALEJOS -PODCAST tenemos mucho que analizar y comentar, además de los dos temas anteriores, resulta indispensable abordar el tercer asunto: el caso de Samuel Pérez, quien se separa del partido oficialista Semilla –al que tanto defendía– para fundar un nuevo partido, Raíces, convirtiéndose prácticamente en un bloque más. Hasta el partido de gobierno se fractura en dos… y ¿por qué no decirlo? posiblemente en tres.
Aún no sabemos si lo hace porque acepta que Semilla ya no existe y le da igual ser independiente con Semilla o con un partido nuevo, o si, de manera inteligente pero poco leal, prefiere guardar distancia del gobierno, que poco a poco (como todos) se va desgastando conforme ejerce su función.
NO SE VALE que no busquemos una solución a esto. Vivimos hablando de reformar la Ley Orgánica del Congreso, pero lo que realmente se necesita –y ya lo hemos dicho en otras ocasiones– es una ley nueva. Una ley que no solo resuelva el problema de la división de las bancadas, que debilita el sistema de partidos políticos, sino que también haga más ágil y operativo al Congreso de la República.
YA ES HORA de que abandonemos la polarización, que pensemos en el presente y no tanto en el pasado. Que entendamos que el ejército tiene un nuevo papel, un papel por demás importante: la defensa de nuestras fronteras. La realidad es que no podemos seguir así. O ganan la batalla quienes quisieran que el ejército no existiera, o tenemos un ejército fuerte y robusto, que cumpla con la esencial función de seguridad, pero a medias es peor.