El problema: Seguimos en una confrontación como la que no vivíamos desde hace muchísimo tiempo. Y es que el comunismo fracasó y murió, pero en este país parece que el anticomunismo sigue más vivo que nunca. Quienes quieren mantener el país como está —por eso los denominamos conservadores, porque quieren conservar las cosas como están— siguen viendo en cualquier movimiento del actual gobierno, sus aliados y similares, medidas extremas de la izquierda que, al final, nunca se han dado.
Tuvimos un enfrentamiento armado interno pavoroso que dividió familias y dejó una secuela de muertes y consecuencias que aún seguimos pagando. Si bien es cierto que se han dejado las armas, las razones que levantaron las banderas de aquella lucha —como la extrema pobreza, la falta de equidad, de igualdad, de un bien común y de un buen vivir, pero, en especial, la enorme brecha entre ricos y pobres— siguen vigentes. Esa brecha no solo persiste, sino que ahora incluso se manifiesta en mayores escalas, con niveles crecientes de pobreza extrema y condiciones paupérrimas.
No se encuentra realmente un tema que nos una; más bien, pareciera que seguimos buscando aquello que nos desune para usarlo como bandera política y así continuar manteniendo a la población confrontada, dentro de un sistema que, como mencionamos la semana pasada, fracasó.
¿Qué pasó? En el Congreso de la República siguen sin ponerse de acuerdo y, aunque es lo más normal del mundo ver a la oposición queriendo retomar el poder, lo que vemos es que la lucha responde más a intereses particulares. Con muy pocas excepciones la gran mayoría actúa porque no quieren abandonar el poder que una vez tuvieron, o por miedo a que, si las cosas realmente cambian, sean juzgados por sus acciones. Cuando creímos que ya no había listas, aparece de nuevo la comunidad Internacional.
Esta semana vemos cómo el partido de gobierno se divide. Su jefe de bloque —aunque en realidad nunca llegaron a consolidarse como tal— admite que se retira para formar un nuevo partido político. Aunque afirma que está rescatando al partido de gobierno, entiéndase Semilla, hay otro grupo que responde: “Yo me quedo, porque no sé traicionar”. Pregunto: ¿eso no es una división del partido oficial? ¿Una división que no necesariamente traerá consecuencias negativas, pero que sí obligará al gobierno a encontrar nuevos operadores políticos en el Congreso?
La Corte de Constitucionalidad le sigue corrigiendo la plana tanto al Legislativo como al Ejecutivo, haciéndolos más débiles de lo que ya están.
“NO SE VALE” que los intereses individuales sigan pesando más que los colectivos. Y aunque la frase parezca trillada, lo vemos claramente: la falta de una ley electoral adecuada y un sistema de justicia sin reformar —como quedó evidenciado en el episodio R. Ardón del podcast con Roberto Alejos—, así como la debilidad y fragmentación de los partidos políticos, reflejan la urgencia de reformas a la Ley Orgánica y a la Ley Electoral y de Partidos Políticos. Pero esas reformas no llegan precisamente porque los intereses individuales no les permiten sentarse, dialogar y priorizar el bien común.
Es que, cuando hablamos de intereses colectivos o de los intereses de las mayorías, no lo hacemos con la frente en alto, exigiendo a los sectores más poderosos de este país que asuman su responsabilidad en algo que, al parecer, el Gobierno no quiere hacer: convocar a un diálogo entre los distintos sectores para que se pongan de acuerdo, aunque sea en unos pocos temas, y así empezar el rescate del Estado.
Ese rescate debería comenzar por revisar cómo se organiza un partido político, cómo se reclutan sus afiliados y qué tipo de dirigentes se colocan al frente. Peor aún, vemos cómo los partidos se siguen dividiendo día a día, porque, tal como están la Ley Electoral y la Ley Orgánica del Congreso, nadie se atreve a abandonar su partido hasta que sea estrictamente necesario: “si no te cambias ahorita, no podrás ser reelecto”.
YA ES HORA que dejemos de formar y capacitar únicamente para generar conciencia, despertar el interés por participar o motivar la fiscalización. Lo que hoy necesitamos es una participación más clara y más directa. Necesitamos que los pocos dirigentes políticos que realmente lo son —políticos en el sentido más pleno— entiendan que deben integrar en sus partidos a gente nueva, personas que sepan hacer política y, sobre todo, que comprendan las principales carencias e intereses de la nación.
Quino, a través de su famoso personaje Mafalda, motivando la lectura, dijo: “La desventaja de no leer es que tenemos que creer todo lo que nos cuentan”. Ahí radica la importancia de conocer nuestra historia, de leer sobre nuestra historia y nuestra política, y lanzarse a una participación directa.
Este mes estaremos dando los primeros pasos para motivar la lectura, el conocimiento del arte de hacer política y, sobre todo, para leer, formarse y capacitarse con el fin de entender que sin nuestra participación nada puede cambiar. Estoy promoviendo un club de lectura con el expresidente Portillo (vean el PODCAST), un tanque de pensamiento, sigo involucrado como parte de Caminemos en un consorcio para modificar la ley electoral. Pero esta semana entendimos que el consorcio debe trabajar, informar y capacitar para participar en esta elección.