JOSÉ ROBERTO ALEJOS CÁMBARA
Disculpen que insista en la época de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), es inevitable. Cuando tomé posesión del cargo y antes, como candidato, prevalecían la unión y la confianza. A lo interno del Partido Revolucionario (PR) buscábamos salvar de tanto señalamiento a la agrupación y rescatar sus ideales; para ello la “vieja guardia”, como solíamos llamarla, apoyaba y guiaba a los jóvenes que empezábamos en la política.
Ya electo, entablé amistad con muchos sin importar su ideología, conocí a personas valiosas y hoy, a muchas, las considero maestros y amigos. Lastimosamente nos dividimos, unos cuantos se quedaron con la Asociación de Constituyentes y, a pesar de la antaña amistad, nada logró reconciliarnos. Hubo momentos en que supuse que fue por dinero, por intereses políticos o bien por venganza por las batallas perdidas en la Constituyente. Pero no, sucedió porque son producto de la crisis generalizada en donde cada quien defiende sus intereses; y nos confrontamos debido a la pérdida de valores mientras crece vertiginosamente la desconfianza.
En algún momento tuve la oportunidad de proponer a una persona para que ocupara un cargo importante. Lo hice porque es una mujer honrada, porque coincidía con nuestro equipo en cuanto a la temática de Derechos Humanos. Muchos se opusieron aduciendo su falta de experiencia, pero insistí precisamente para promover la participación de las mujeres e impulsar a la gente honesta. Me sorprendió saber que cuando ella supo sobre la propuesta preguntó ¿Qué me irá a pedir a cambio? Le aclararon que absolutamente nada, le hicieron ver que yo no era ese tipo de persona que busca sacar provecho o plazas -lo que está de moda-. ¡Jamás le pedí favores!
Durante los tres años que ostenté la presidencia del Congreso de la República trabajé con distintos sectores. Fui franco con ellos cuando sabía no existían los votos suficientes para determinados temas. Presumo de haber aprobado, con el apoyo de casi todas las bancadas, leyes que en otras circunstancias jamás hubieran pasado; y lo hice a cambio de nada. Actualmente trato de hablar con estos grupos para plantear la necesidad de dar credibilidad al proceso electoral frente al rumor del fraude; tristemente no logro concretar ni siquiera una cita. Por el contrario ¿Qué han hecho? iniciar su propio proyecto por el interés de acaparar sectores y especialmente acaparar los fondos de la comunidad internacional. Tristemente veo que lo que impera es una desconfianza extensiva.
Hace poco tuve la experiencia de haber sido bloqueado por una amiga a la que tenía por lo menos 30 años de no ver. Lo hizo porque alguien de mi oficina, luego de habernos intercambiado números, la llamó para pedirle unos datos incluyendo su fecha de cumpleaños como parte de mi costumbre de llamar para felicitar a mis amigos en su día. Dada la desconfianza, ella temió que se pudiera hacer mal uso de sus datos o se emplearan para hacer un partido político, así lo explicó uated miamo que lohacian me dijo, cuando la llamé para investigar.
Quiero compartir esta columna, sin exponer nombres, para demostrarles que, debido a esa desconfianza, nos resulta difícil convencer a los ciudadanos de participar, mínimo como observadores en el proceso electoral. Pero no vamos a desistir y seguiremos con el proyecto, pelearemos contra esa desconfianza que nos distancia cada día, y porque NO SE VALE que los tramposos sí estén unidos. (Continuará)
COMO AGUA PARA CHOCOLATE es el dicho de hoy. Todos sabemos que para hacer chocolate el agua debe estar hirviendo, caliente en extremo; y el dicho se usa cuando estamos muy molestos y perdemos el control: “Estaba como agua para chocolate, me hervía la sangre de rabia y enojo”