Antes de iniciar funciones y cumplir con el mandato de elaborar una nueva Constitución, la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) tuvo que ponerse de acuerdo para elegir una junta preparatoria con un Director de Debates que pudiera, a través de un reglamento, dar paso a la elección de una Junta Directiva provisional para dar posesión a los integrantes de la ANC.
Esta Junta provisional cumplió con todos los procedimientos legales para juramentar a los diputados constituyentes. La Presidencia estaba decidida a empezar con buen pie y fue por ello que, como lo mencioné en mis columnas anteriores, cuando el diputado por Sololá, Rafael Téllez, deliberadamente llegó tarde para tener su propio show y llamar la atención, se optó por no juramentarlo.
Seguidamente se aprobó el procedimiento para elegir a la Junta Directiva y, basados en consensos, fueron electos tres presidentes representantes de tres partidos distintos. A la vez se aprobaron normas para la aprobación de la Ley de Régimen Interior porque la normativa con la que veníamos trabajando databa de los años 30. Necesitábamos un reglamento de debates y después vendría una ley que permitiera la discusión amplia de la Constitución.
Se conformaron las Comisiones de Trabajo, las que merecen espacio aparte para saber cuáles fueron estas y cuáles eran sus proyecciones. Todo lo anterior se desarrollaba en un ambiente de paz y de concordia, pero especialmente en un ambiente en donde el diálogo y la negociación estaban a la orden del día. Eran tomadas en cuenta las opiniones de todos los partidos políticos sin que las ideologías fueran motivo de discriminación o rechazo. No importaban las tendencias, ni el pasado de las agrupaciones, todos teníamos como objetivo que la nueva Constitución fuera producto de consensos. ¡Nunca nadie fue excluido!
Carlos Molina Mencos, Alfonso Cabrera, Rafael Arriaga, Alejandro Maldonado, Oliverio García, Roberto Carpio y Ramiro de León fueron algunas de las figuras que lograron armar, sin dificultad, la estructura administrativa del Congreso que estaba a cargo de Antonio Arenales Forno, de quien debo reconocer, nunca tuvo preferencias por ningún partido o diputado, no hubo de su parte más que un trato igualitario, equitativo y justo. Pero, además, nadie exigía preferencias, porque estaba en juego el nombre de la nueva clase política de civiles y su trabajo por la democracia.
Este miércoles 19 de octubre, el mismo día en que escribí mi columna, la actual presidenta del Organismo Legislativo, Shirley Rivera, fue reelecta. Muchos se preguntan cómo se “juntaron” esos 115 votos bajo la “metodología” de la compra de voluntades, y muchos más hablan de quién está detrás de ese mercadeo de voluntades, sin embargo, nadie se atreve a denunciar estas irregularidades incluyendo las ventas de plazas y que todos saben se está y seguirá dando.
La oposición no tuvo capacidad de integrar una planilla fuerte y convincente. La planilla conformada por la alianza Semilla-URNG- Winaq, lejos de recibir apoyo de los otros grupos de oposición obtuvo 5 votos más en contra que los 115 que dieron la reelección a Shirley Rivera. ¡Ante esto no sé qué decir! Pero lo que sí puedo afirmar es que NO SE VALE que tengamos esperanzas en la oposición cuando esa oposición no fue capaz ni siquiera de presentar una planilla en conjunto, quizá ellos mismos creen que “calladitos se ven más bonitos”.