José Roberto Alejos Cámbara
Los diputados de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) asumimos el cargo el 1 de agosto de 1984. Con anterioridad celebramos reuniones preparatorias para definir, por ejemplo, cuáles serían nuestras curules, qué temas serían prioridad, la elección de los jefes de bancada, recordando que en esa época aún no existía la figura de Instancia de Jefes de Bloque.
Correspondió a Alfonso Cabrera, como presidente de la Junta Directiva Provisional, la juramentación de los constituyentes, quienes a partir de ese momento nos constituíamos el eslabón al retorno de la democracia. La instalación de la ANC tuvo algunos actos singulares, como la no juramentación de Rafael Téllez, diputado por Sololá, por querer robarse el show llegando.
Sin la existencia de partido mayoritario, motivados a celebrar alianzas, a llegar a acuerdos y eso nos llevó a la dirigencia de tres presidentes pertenecientes a tres partidos con ideologías distintas (Aragón Quiñónez, Carpio Nicolle y de León Carpio).
Ese día el Congreso estaba saturado de periodistas. Éramos la noticia del momento, recuerdo que nos esmeramos en nuestra mejor imagen a sabiendas que los flashes de las cámaras estarían sobre nosotros. La Prensa tuvo acceso a todos los actos y a cada uno de los 88 diputados y puedo afirmar que se estrenaba una verdadera libertad de prensa, una verdadera libertad de pensamiento y de expresión algo que estaba vedado dado el gobierno militar en el cual esas libertades no se permitían y desafiarlas era arriesgar la vida dentro de un contexto del Conflicto Armado.
Esperamos afanados los periódicos del día siguiente, estábamos ansiosos de saber lo que dirían y, sin temor a equivocarme, nos ganaba ese ego de sentirnos parte de la Asamblea destinada a cambiar el rumbo del país y de propiciar una nueva etapa histórica. Para mi sorpresa me topé con el editorial de uno de los medios de comunicación más importantes y que, palabras más palabras menos, decía “ayer tomó posesión la Asamblea Nacional Constituyente en donde hay de todos tamaños, colores, ideologías, y partidos; de todo un poco, comparable únicamente con los animales de circo, con el perdón de los animales”.
Fue la primera llamada de atención y comprendí que los ojos, no solo de la Prensa, sino de todo el país estaban sobre nosotros, sobre nuestro trabajo, sobre cada tema y actuación, vigilarían cada ponencia y cuestionarían cada idea; entonces reafirmé que teníamos que ser responsables, y allí surgió esa actitud de buscar acuerdos, de negociar, de proyectar buena imagen y como constituyentes quedó la costumbre de ser políticos diferentes.
Para la Constituyente lo que la Prensa difundiera sí era importante porque era lo que la población pensaba y nosotros necesitábamos el respaldo de esa población. Además, era la hora de hacer una carrera política y ser parte, como civiles, de un proceso en el nuevo gobierno.
Quizá se pregunten porqué dedicar una columna a la importancia de lo que la Prensa percibe de los políticos, es sencillo, en la actualidad a la clase política, si cabe llamarla así, nada le importa lo que los medios difunden a pesar de que es el sentir de la población cansada y lo que hacen es emprenderla contra los medios de comunicación y los periodistas.
La mayoría de los políticos de hoy se caracterizan por la falta de tolerancia y respeto; por difundir una imagen que representa su mala gestión, su poca transparencia, y su corrupción; todo lo que no debería ser un verdadero político representante de la población. Hoy se utilizan otros métodos, pero igual de peligroso, para callar a la prensa.