José Roberto Alejos Cámbara
Cuando mis padres decidieron enviarme a vivir fuera del país, me asenté en la ciudad de Jasper, un pequeño y típico pueblo minero estadounidense, en el condado de Walker, Alabama. Tristemente allí confirmé que la imagen de Guatemala era desastrosa por la recurrente violación de los Derechos Humanos.
En 1979 fue asesinado Alberto Fuentes Mohr y Manuel Colom Argueta. En respuesta y como especie de ajuste de cuentas, el Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP) dio muerte al general David Cancinos, en ese entonces Jefe del Estado Mayor Presidencial y sobre quien recayó la culpabilidad de las muertes de ambos dirigentes políticos.
A pesar de que el fenómeno de la Guerra Fría empezaba a debilitarse, daba inicio el auge del neoliberalismo y China hacia su aparición en el mercado mundial. En Guatemala, los asesinatos se registraban a diario.
A inicios de 1980, se dio el trágico incidente de la quema de la Embajada de España con la consecuente muerte de 37 personas, y que no pasaría desapercibida ante los ojos del mundo. A petición de los españoles, las relaciones diplomáticas con Guatemala se rompieron. En mayo de ese mismo año, 31 personas fueron secuestradas cuando participaban en una marcha; supuestamente los responsables eran elementos del Estado. En octubre, un comando secuestró a la periodista Irma Flaquer, quien nunca apareció.
Otro hecho impresionante fue el linchamiento de un efectivo del Ejército señalado de ser oreja (apodo coloquial con el que se conocía a los infiltrados) y de haber disparado contra un estudiante de apellido Valverde. El militar sufrió quemaduras y murió en el hospital, lo que repercutió en venganza en contra de la Universidad de San Carlos de Guatemala (Usac).
Nacieron las Comunidades de Población en Resistencia o CPR, y en 1981 inició, por parte de la guerrilla, la ofensiva militar. Ésta fue creciendo desde el occidente, donde surgió, hasta llegar a la ciudad capital en donde fueron colocadas bombas en bancos, edificios e incluso en el Parque Central, con caudas mortales.
Era inevitable que el estado de Guatemala no fuera condenado a nivel mundial de ser violador de los Derechos Humanos, y una de las consecuencias fue el embargo en venta de armas decretado por el presidente de los Estados Unidos Jimmy Carter (1977-1981), una decisión que aún está vigente.
Actualmente, lo que ha cambiado es el método, porque continuamos enfrentados tanto o peor que durante la Guerra Fría. Las muertes las causan las maras, el crimen organizado y los cárteles de la droga, generando casos como la masacre sucedida recientemente en mi pueblo Jutiapa.
En la actualidad, en lo político, hay otro tipo de muerte, aquella donde no es necesaria una sola bala. Se trata de la muerte civil de las personas. Esa muerte se basaba en la costumbre de acusar a alguien de algún delito para “armar” un juicio que obliga a las personas a desaparecer social y civilmente. Es prácticamente otra forma de asesinar, de desaparecer a la gente como en la época de la guerra.
El mundo nos fue aislando y la comunidad internacional presionando hasta que nos obligó a sentarnos y firmar la paz. Hoy ¿quiénes y cuándo nos obligarán a lo mismo? ¿Cómo alcanzar la paz con quienes no la desean? En lo político, debería de ser posible, con el crimen organizado pareciera que no. ¿o será que están unidos o son uno mismo?