José Roberto Alejos Cámbara
Es difícil definir la situación actual del país, sobre todo en esta época en la que una pandemia ataca al mundo entero. No somos el único país que tiene miedo, que tiene que concentrar una gran parte de sus esfuerzos en prevenirla, o por lo menos, en mitigar el daño causado. Pero, sí somos uno de los pocos países en el mundo que ha abandonado los demás temas políticos, económicos y sociales, buscando resolver lo urgente y abandonando lo importante. De allí que la semana pasada introduje a mi vocablo político la palabra anomia. Gran polémica entre mis amigos y los no tan amigos sobre el término, su origen y si realmente en Guatemala se está viviendo en esta situación. Desde lo teológico, se resume en ilegalidad, en violación de la ley o en maldad e impiedad; se resume en infracción, en infringir las leyes, en iniquidad, maldad y transgresión.
Anomia viene de la palabra griega “ἀνομία”, y se refiere al resultado de no adaptarnos a normas sociales, incluyendo la transgresión de las leyes acompañada de una conducta antisocial. No fui específico en la columna pasada en precisar que el concepto fue introducido por el francés Durkheim y fue desarrollado por la sociología norteamericana como un apoyo a sus estudios sobre el control social, la desviación, el delito y la criminalidad. Sociólogos y psicólogos hablan de un estado en donde las reglas se han degradado y, cuando se trata de reglas morales, éstas se van eliminando y dejan de ser respetadas por quienes habitan el estado. Podemos decir también que estamos hablando de carencia de leyes o de leyes inadecuadas.
Para mis guías de inicios de este sistema democrático en los 80, lo que estamos viviendo es un Estado cooptado, corrupto, inoperante y aunque se burlaron de mí hace siete años: un ESTADO FALLIDO.
Un candidato, en sus discursos, pone sobre la mesa los pasos que fue dando Haití para convertirse en lo que es hoy, y los compara con los pasos que ha venido dando Guatemala y aparentemente, vamos sobre la misma ruta.
No es culpa de la pandemia. La pandemia y este gobierno sólo vinieron a poner al descubierto o a ratificar con pruebas, lo inoperante, caduco e ineficiente del sistema.
Nadie puede negar que la tarea es rescatar a Guatemala, renovarla, dijo un medio de comunicación, reestructurarla o para ser más concretos, refundarla. Ya vimos que el diálogo y la negociación que se dio en la constituyente y que tratamos de rescatar con la política de puertas abiertas en el Congreso, no se puede dar; no hay condiciones, deseos, unidad y sobre todo credibilidad y confianza.
Está comprobado que el principal problema de la población es su sobrevivencia, llevar el sustento cada día a sus hogares. Vemos cómo arriesgan su vida, la de sus familias y sus hijos menores, tratando de encontrar alguna oportunidad en otro país y creemos que para la población, protegerse del COVID es más importante que buscar el mínimo para subsistir. Nos guste o no, nos toca a unos pocos tratar de ponernos de acuerdo entre nosotros para retomar el tema, para retomar el camino hacia una Guatemala incluyente, equitativa, justa y solidaria. Ya dejemos la confrontación y cambiémosla por un diálogo con acciones prontas y concretas.