Más o menos en septiembre de 1946, en Santa Rosa se regó la noticia que en el pecho del Cristo Negro de Esquipulas de Taxisco, se dibujaba su rostro, sin que nadie diera mayores explicaciones pues se trataba de un milagro. De inmediato la noticia se supo en todo Guatemala y la romería de gente de todos los lugares no se hizo esperar. Parecía que se vivía otro 15 de enero, que es cuando celebran la feria oficial de ese pueblo, que es la más alegre y más concurrida de esos viejos municipios: Chiquimulilla, Guazacapán y Taxisco.
En Chiquimulilla la gente católica no se hizo esperar y ya sea a pie, a caballo, en camiones o camionetas, todos nos fuimos a Taxisco a ver si era cierto que a la imagen del Cristo Negro se le veía su rostro en el pecho. Dicen que también esta imagen es de Quirio Cataño, como la de Esquipulas. Recuerdo que con mi Tía Elena nos fuimos en la camioneta La Sonia, de don Ovidio Valle, y cuando llegamos a la iglesia, era tal la muchedumbre en el templo, que costaba entrar hasta el altar mayor y observar si era un rostro o no, lo que se le dibujaba abajo del esternón. Pero, poco a poco nos fuimos escurriendo porque mi tía era delgada y yo un patojo de 6 años, hasta que entre apretaduras logramos llegar hasta el altar mayor. Yo recuerdo que si logré ver un rostro de luz, como reflejo, que parecía un rostro; pero no era pintado, sino se formaba como luz de gas neón. Lo cierto es que toda la gente admiraba lo que calificaron como un milagro. Casi toda la gente de Santa Rosa hizo el esfuerzo de llegar a Taxisco, que en ese tiempo no tenía vías de comunicación transitable. Por supuesto que el rostro se desapareció como llegó, sin que nadie se diera cuenta, pues ya han sido varias las veces que he ido al templo de Taxisco y el rostro ya no se ve. Son de esas cosas que nadie entiende ni puede explicar. Cuando ya la curiosidad estaba satisfecha, el problema era como regresar al pueblo, sobre todo para la gente que había llegado de Cuilapa, Nueva Santa Rosa, Casillas, Oratorio y todo el norte del departamento. Para los de Chiquimulilla el regreso se complicó porque la tal Sonia dice que se descompuso y no quedó más remedio que regresarse como novillos montados en camiones. Recuerdo que con mi tía tratamos de abordar el camión llamado El Faraón; pero, estaba tan lleno, que el ayudante nos dijo ya no más y tuvimos que esperar otro o venirnos a pie, pese a los aguaceros de septiembre. Y lo trágico fue que el tal Faraón se le fueron los frenos ya llegando a Guazacapán y se fue a estrellar en un paredón, donde dicen que quedaron algunas cabezas sembradas en la peña y la mortandad fue espeluznante. Allí murió el papá de Miguelito Vásquez, que me cuenta él que su papá no quería ir; pero, un amigo lo convenció y hasta se estrenó una camisa que había comprado donde los Chinos. Fue triste la historia de ese accidente y del rostro ya nadie se acuerda porque desapareció como por encanto. Después del accidente, mi abuela se concretó a decirnos: ¡Lo que no conviene!