Este 26 de noviembre pasado, nos ha dejado para siempre un gran guatemalteco: Roberto Díaz-Gomar. Lo conocí y no hicimos amigos en los corredores de la Facultad de Derecho, gracias a una amiga común, la licenciada Guadalupe Navas, cuando Roberto vino al país y se dedicó a impulsar a quienes tenían afición por el teatro, a que desarrollaran sus vocaciones culturales. Entonces organizó y dirigió el grupo de teatro en las Facultad como no había existido antes, pues las actividades culturales andaban por otros horizontes. En ese tiempo las actividades literarias eran las manifestaciones culturales de la vida de la Universidad, cuando Piky Díaz, Tono Móvil, Ariél Déleon, Antonio Fernández Izaguirre y otros distinguidos estudiantes, crearon un periódico de literatura que se llamó Lanzas y Letras, mientras en la Facultad de Humanidades Leonor Paz y Paz y el poeta Palencia sacaban otro periódico similar en la Facultad de Humanidades, que si mal no recuerdo se llamaba “Presencia”. Pues en ese ambiente y con personas de inclinación progresista, conocí e a Roberto Díaz-Gomar, un guatemalteco originario de Escuintla que se dedicó al teatro y al cine como mucho reconocimiento y prestigio. En las jocosas y llenas de sabor chapín, como eran las veladas de la Huelga de Dolores de los años sesenta, estaba presente la genial dirección de Roberto Díaz Gomar. Su amistad era con Manolo y su esposa, pero gustaba llegar al antañón edificio de la Facultad de Derecho, para degustar un café en la cafetería del Salón 12 de Abril y platicar sobre cosas de cómo arreglar el mundo. Roberto tuvo mucho éxito en la producción cinematográfica y participó con artista conocidos en muchas películas filmadas en Guatemala y en el extranjero. Era dueño de una plática amena, de una gran cultura y un profundo amor por el arte. Platicar con Roberto era, además de agradable, muy enriquecedora. Ignoro cuándo regresó al país, quien al igual que otro amigo, Manuel José Arce, se largaron de Guatemala, en resguardo de su vida en una época que nadie quisiera recordarla. Ahora se ha ido y buscó un lugar digno para morir: la Antigua Guatemala y se fue para siempre con su maleta llena de grandes realizaciones en el teatro y en el cine, que quedan como su legado para la cultura de Guatemala. Que descanse en paz el dilecto amigo Roberto Díaz-Gomar.
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