Cuando uno tiene a su cargo escribir una columna en un medio de comunicación, como en mi caso, que desde tiempos de don Clemente he venido haciéndolo en el Diario La Hora y de allí no me he movido, a veces uno no encuentra sobre qué escribir y por más que pone a funcionar la computadora del cerebro, uno no da en que lo fácil es hacerlo sobre cosas del diario vivir; sobre las pequeñas grandes cosas como decía mi amigo y maestro, el licenciado Rafael Zea Ruano.
Cuando tenía mi bufete en la cuadra de Prensa Libre, en lugar de estar espantando moscas, salía a la puerta a ver pasar a la gente y a veces pasaba personajes importantes. Por ejemplo, un día tuve la suerte de que José Ernesto Monzón, el Cantor de Paisaje, venía con su guitarra al hombro y platicamos de muchas cosas y yo le reclamé que por qué no le había escrito una canción a mi pueblo y la respuesta fue que ya lo había hecho el padre Juventino, un cura que el final de su vida aprendió a pilotear avionetas.
En otra oportunidad, pasó por mi puerta el escritor José Calderón Salazar, que tenía su columna en Prensa Libre las firmaba como “Guzmán de Alfarache”. Y la angustia se viene cuando está por llegar el nuevo tiraje y uno está sobre qué escribir, lo que es un problema si se es columnista de planta.
Yo me permití sugerirle que escribiera una columna sobre ese punto que a veces uno ve circular por el globo ocular, como una mosca que luego desaparece. No sé si la escribió. Después yo le pregunté a un oculista que qué era eso de la mosca en el ojo y me explicó que son células muertas que se quedan vagando en el fondo del ojo y luego desaparecen en algún hoyo negro.
Por supuesto que la mosca ha sido tema de grandes escritores como Tito Monterroso. Ahora bien, yo me referiré en esta prosa, que sí es mundana, al tema de las modas en el vestir. Ahora están de moda los pantalones rotos y los que confeccionan esos pantalones ya hace las prendas con las rodillas con hoyos y a veces hasta en las nalgas. Y allí andan las jovencitas luciendo las hilachas.
Pero, el colmo es esa confección de calzoncillos para hombre que los hacen sin bragueta. ¿Y qué piensan estos industriales: que aún hay eunucos y que uno tiene que adoptar posición de mujer para orinar? Recordemos que en la biblia se habla de los eunucos como aquellos varones que por diversa causas había perdido su miembro viril. Así, lector, cuando compre calzoncillos para usted o para regalar, tenga cuidado de revisar que tengan bragueta, porque si no, se corre el peligro de tener que orinar acurrucado.