Seguramente se llamaba Lorenzo; pero, todos los conocíamos como don Lencho. Y da la casualidad que dos cuadras al norte, vivía don Amadeo, conviviente de doña Marcelina Orozco, mamá de doña Chilana, gente respetada por todos los vecinos. Don Amadeo era el único joyero en el pueblo y nunca supe cuando llegó a estas tierras cuando emigró de El Salvador. Don Amadeo, entre otras cosas, se distinguió por fabricar pescaditos de azúcar de colores que vendía en su champa que habría cuando se celebraba la feria de diciembre o mayo, con otros dulces como toronja, mazapán y conserva de coco que preparaba la Nía Marcelina.
Cuadras abajo vivía don Lencho Colindres. Y yo creo que alguna vez fue carpintero porque los tres hijos, don Marcos, don Yemo y Caín, además de músicos del saxofón y de la trompeta, eran carpinteros.
Don Lencho tenía un conjunto de marimba que se llamaba Alma Tropical, que rivalizaba con otro conjunto de don Chente Vásquez, que se llamaba “Maderas de Sur”, que la vendió a uno escuintlecos. Don Chente era un buen carpintero y sabía fabricar marimbas. Pero, este recuerdo se refiere a don Lencho. Cuando había feria, abría su refresquería a un lado de la iglesia y el 24 o el 31 de diciembre, uno se salía de la zarabanda a media noche y se iba a comer un delicioso tamal de los que hacía la Nía Tacha, su esposa. A vece la zarabanda en el patio municipal no la tenía a su cargo sino mi tío Miguel Segura o tío Lencho Lau.
Cuentan que don Lencho Lau llegaba el primer día de la parrada a ver que los adornos estuvieran bien puestos y entonces ordenaba: “Que plincipie la comienza”; Y es que a los chinos les costaba aprender bien pronunciar del español; así le pasaba al Amigo Viejo. Pues don Lencho Colindres era el promotor de las zarabandas y cuando ya iba a llegar la feria, traía de la capital un músico que estuviera actualizado con nuevas melodías. Una vez llegó don Héctor Arriaga, como en 1948, y compuso una blus que se llama Ada del Mar, que le estrenó la marimba de don Lencho y estaba dedicada a Reinita León, hija de don Polo León, que fue la reina de la Feria de la Cruz.
Otra vez trajo un trompetista que nosotros le decíamos “Chamusquín”, porque era bien morenito y le enseñó a Caín el paso doble de Agustín Lara, compuesto para Silverio Pérez y lo que nos gustaba era cuando se quedaba en un largo solo de trompeta, que duraba tres minutos. Caín tocaba trompeta y don Yemo el saxofón. Don Marcos tocaba saxo, pero luego se largó a la capital y ya no regresó. Contaba que don Lencho vino a la capital y pidió que le vendieran una camisa. “Pamarco”, le dijo el tendero. “No, para Caín” contestó don Lencho.
Los marimbistas tocaban al oído y sabían solfa: Yemo en el bajo, Yan Grajeda en el pícolo, don Carmen Vásquez en el violón y a veces “chorro de humo”en la batería. De los demás no recuerdo sus nombres, pero todos eran virtuosos marimbistas y la mayoría de pura estirpe xincas, del barrio San Sebastián. Una vez don Salvador Melgar los trajo a la ciudad y tocaron en el programa Chapinlandia de la TGW. Gracias pues, a don Lencho y su marimba Alma Tropical, todos gozamos en nuestra juventud, bailando para la Navidad y para la feria de mayo, en los salones antiguos de la municipalidad. A saber en dónde paró esa buena marimba o de repente anda por ahí.